Por: Antonio Chávez
hnc.correo@gmail.com
Una nota en Science daily (enero 2009), da cuenta de una nueva teoría neurocognitiva sobre cómo surgen las ideas delirantes y por qué persisten. Orrin Devinsky, neurólogo investigador en el New York University Langone Medical Center, realizó una profunda revisión de datos de pacientes con ciertos delirios y desórdenes del cerebro que revela un cuadro persistente de lesiones en el lóbulo frontal y el hemisferio derecho. Los déficits cognitivos causados por estas lesiones en el hemisferio derecho, dan lugar a la sobre-activación del hemisferio izquierdo, propiciando elucubraciones y creencias engañosas.
Los efectos negativos de las lesiones del hemisferio derecho perjudican el automonitoreo, los límites del yo, y la asignación de valor emocional y familiaridad a los estímulos. El descontrolado hemisferio izquierdo desata una narración creativa del automonitoreo, la memoria y la realidad de las áreas frontales y el hemisferio derecho, conduciendo a explicaciones excesivas y falsas. Además, el estilo cognitivo del hemisferio izquierdo de clasificación, a menudo de categorización dual, lo lleva a inventar un duplicado o impostor para resolver la información conflictiva. Los delirios resultan de lesiones del hemisferio derecho. Pero es el hemisferio izquierdo el que es engañado [deluded].1
Tal como comenta el autor en Science daily, la sobre-activación del lenguaje, función predominantemente del hemisferio izquierdo, conduce a exageradas interpretaciones narrativas de la percepción de la realidad elaborada contralateralmente, en este caso menguada. Devinsky explica así el síndrome de Capgras por ejemplo. Vilayanur Ramachandran, en su libro Phantoms in the Brain: Probing the Mysteries of the Human Mind, también enfocó tal trastorno y otros similares implicando el reconocimiento facial y su asignación de emociones, hipotetizando un daño entre la conexión del lóbulo temporal hacia el sistema límbico como la causa (Hirstein & Ramachandran 1997; cf. Antérion et al. 2008). A través de esto Ramachandran nos conduce a su hipótesis del «módulo de Dios» temporo-límbico, donde se conjugan aspectos de reconocimiento facial o auditivo y emocionales muy profundos. Diversos estudios relacionados apuntan a la sobre-actividad del hemisferio derecho en esto.2 Mientras tanto, tal como enfocadas, la creencia en Dios y la experiencia mística resultan similares a delirios. Luego retomaré tal comparación.
Devinsky encuentra que alrededor de la mitad de los casos revisados muestran daño derecho del cerebro, otro tanto similar sobre daño bilateral y un bajo porcentaje izquierdo, siendo típico el daño frontal derecho. Por otro lado, se ha asociado la disfunción frontal bilateral y del hemisferio derecho con las identificaciones erróneas de la paranoia (Lykouras et al. 2008) y, en estudios con cerebro dividido, se ha identificado al hemisferio izquierdo con la formación de hipótesis (Woldorf et al. 2000), sin embargo el «‘intérprete’, un mecanismo para hacer interpretaciones y formar hipótesis» involucra también al hemisferio derecho en tareas de probabilidades (Miller & Valsangkar-Smyth 2005). Estudiando el cerebro de personas normales en tales ejercicios, consistentes en predecir la ocurrencia de un estímulo y detectar la localización de un estímulo presentado, los resultados apuntan a que el hemisferio derecho tiende a ‘maximizar’ mientras que el izquierdo a ‘igualar’ la frecuencia de la identificación de patrones, siendo claro que las activaciones del hemisferio derecho asociadas con tareas de predicción son el resultado de los procesos de la memoria de trabajo al servicio de tal tarea, más que el resultado de necesariamente buscar patrones (Miller et al. 2005). Es decir que predecir eventos se funda en procesos mnémicos, p.ej. en vista de la recurrencia de previos patrones, que como vemos son ‘igualados’ por el cerebro izquierdo. Entre tanto, los autores registraron mediante neuroimágenes una predominante actividad lateralizada hacia la derecha frontodorsolateral/frontomedial/inferoparietal.
Haré notar la consistencia de los estudios sobre experiencias religiosas identificando un circuito parieto-frontal, y aún de un mayor modelo temporo-parieto-frontal sugerido para integrar creencias y experiencias religiosas en cuanto a aspectos visuo-espaciales (y espacio-agentivos), con los datos aquí presentandos de Devinsky, Woldorf, Miller. Inversamente a la predominancia derecha y posterior en el cerebro en cuanto a los aspectos visuo-espaciales asociados a la agencia sobrenatural, el hemisferio izquierdo/derecho y anterior funciona como un intérprete que elabora hipótesis y sienta creencias. A primera vista, esto parece el sustrato de las creencias religiosas, es decir, la asociación de la agencia sobrenatural y las construcciones lógico-gramaticales que permiten elaborar creencias y evaluarlas. Entre tanto, mientras que la bilateralidad mostrada en el lóbulo frontal sustenta la capacidad de predecir e identificar patrones, su hiperactividad izquierda e hipoactividad derecha implican una anormal elaboración de narrativas exageradas e ideas erróneas, delirantes, que típicamente persisten a pesar de enfrentarse con evidencia clara de que están equivocadas. Hasta aquí parece sencillo definir una creencia religiosa, en tanto que contracientífica, como un ‘delirio’.3
Pero el asunto no es tan simple: es sabido que las personas normales (con cerebros sanos) tienen supersticiones, creencias mágicas y religiosas4 que se sostienen a pesar de la educación científica o la exposición deliberada a evidencia crítica. Y esto es algo masivo y bastante común. Por otro lado, hay bastante evidencia de que un natural desbalance hiperdopaminérgico lateralizado derecho sustenta la espontánea inclinación al pensamiento mágico (Brugger & Graves 1997; Nalçaci et al. 2000; Taylor et al. 2002; Mohr et al. 2003; Brugger et al. 2007; Krummenacher et al. 2009), hecho que necesariamente debe vincularse al complejo sistema de recompensa.5 Todo esto, entre lo aquí expuesto y lo previamente visto en diversos artículos, sugiere una inusual y altamente compleja combinación de aspectos neurocognitivos predispositivos de predicciones, creencias, hipótesis naïf, no necesariamente ajustadas a evidencia (un ‘rango’ normal de un espectro cognitivo/emocional que se extiende hasta lo delirante y lo psicótico asociado a anormalidades anátomo-fisiológicas más o menos distinguibles), incluyendo para ello la sistematización del reconocimiento de patrones, atribución causal sobre tales patrones + atribución de intención/cara/cuerpo. En el lóbulo prefrontal este torrente multi-categorial es integrado con la asignación de emociones, se asocia con la memoria y aún con la búsqueda de recompensa y estímulo gratificante.
El proceso descrito no tiene un único sentido de actividad posterior→anterior en el córtex cerebral, sino que, en tanto se sabe que la circuitería es bidireccional, quizás ocurra lo que Gerald Edelman denomina «reentrada» e indudablemente, pero aún no explorado debidamente, diversos sistemas subcorticales deben influir en el proceso, probablemente (y esto también nos remite a Edelman) determinando los inicios y los finales de los bucles retroalimentativos corticales. El asunto es que, como parte final del proceso, el lóbulo prefrontal elabora un output comprensible de modo narrativo-lingüístico.
Notas:
↑ 1. Extracto traducido de «Right brain lesions, left brain delusions», Devinsky, Neurology 2009 Jan 6;72(1):80-7. ACCESO RESUMEN.
↑ 2. Véase los artículos NEUROCIENCIA DE LA RELIGIÓN (II, VI, VII).
↑ 3. Como p.ej. ha popularizado R. Dawkins.
↑ 4. P.ej. sobre la religión Boyer (2003 p. 123) sostiene que es el «subproducto de la operación normal de la cognición humana», Previc (2006 p. 502) que «en la enorme mayoría de individuos es considerada un resultado de tendencias cerebrales normales».
↑ 5. Ver El NEUROCIRCUITO DE LA RECOMPENSA: CONSECUENCIAS PARA LAS CIENCIAS COGNITIVAS DE LA RELIGIÓN.
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