Por: Luis González
luisgpope@gmail.com
Recientemente la Organización Mundial de Psiquiatría publica un libro, un tanto peculiar en el desarrollo de su contenido, titulado "
Psychiatry and Religión: Beyond Boudaries". Titulo que me pareció más bien oscuro, pero seguramente con la buena intención de enfatizar la necesidad de entablar puentes entre psiquiatría, religión y espiritualidad. Sin embargo, la sensación es que algunos de los autores (55 psiquiatras en total) van precisamente más allá de sus límites, es decir, de un análisis meramente pragmático o utilitario, derivando frecuentemente en sesgos y apasionamientos personales. Posiblemente una de las razones que explica la confusión conceptual es la no familiaridad con la investigación derivada de las
Ciencias Cognitivas de la Religión, y que por otro lado parece extrañamente seguir sobreviviendo en ella un poco del dualismo "alma"/cuerpo, tan importante en los origenes de la psiquiatría. En la introducción se comenta:
La psiquiatría del siglo XX, que fue fundamentalmente un período ateo (godless) para la misma, no fue en ventaja del paciente psiquiátrico. La religión puede ser considerada como una característica normal de la personalidad y no puede ser descartada por los psiquiatras, sean cuales fuesen sus propias ideas alrededor de la religiosidad. La totalidad de la alma/psique pertenece después de todo a su esfera de trabajo.
Resulta confusa la elección de palabras para describir el campo de competencia de la psiquiatría. El alma es un concepto metafísico y aunque históricamente ha definido la psiquiatría no puede ser tomado seriamente como objeto epistémico de estudio. Lo que se estudia son comportamientos o fenómenos mentales concretos, y que en el tema que nos ocupa estos a veces se engloban bajo el término de "espiritualidad". Más confuso aún es implicar que la "totalidad" es de alguna forma la suma de la psique más la espiritualidad/religiosidad.
Si bien es cierto que la psiquiatría moderna concede que la vida "espiritual" puede ser un aliado terapéutico (con sus excepciones), la religión siempre ha sido en realidad un exponente importante para la evaluación y atención de pacientes con desordenes mentales. Lo cierto es que los psiquiatras actuales pertenecen al subgrupo de médicos con los mayores
porcentajes de ateísmo (17%) y a pesar de ello son los médicos que menos reparos tienen en abordar la vida religiosa/espiritual de sus pacientes. Por lo anterior resulta extraño que en el capítulo de introducción Peter J. Verhagen hable de un supuesto "período ateo" para la psiquiatría:
Por un largo período de tiempo la psiquiatría no se había percatado del hecho de que una más o menos silenciosa antipatía hacia la religión influenciaba de manera fundamental su práctica y forma de pensar, aún en sistemas clasificatorios tales como el DSM. Aunque Freud es frecuentemente mencionado como el padre de esta postura anti-religiosa, sus raíces van aún más atrás. ¿Que acaso no fue la psiquiatría, de acuerdo a la bien conocida hagiografía [en clara alusión a Philippe Pinel], que liberó a aquellas pobres criaturas vivientes, que habían sido capturadas por tantos años, encadenadas, como un triunfo del cuidado humano y el humanismo? La historia real fue un poco diferente. En las sociedades occidentales Dios fue remplazado por la naturaleza, y para finales del siglo dieciocho los médicos conocedores del orden natural, incluida la estructura del cuerpo, pudieron remplazar al sacerdote que reclamaba su autoridad en nombre de Dios. El inicio de la psiquiatría es una ilustración de este desarrollo. La religión va perdiendo su posición dominante, y el médico convirtiéndose en el nuevo guía en la vida, con autoridad científica y moral.
La psiquiatría no es el único campo del haber científico en donde la religión ha perdido su posición dominante. Si acaso, junto con las Ciencias Cognitivas de la Religión, ha convertido el estudio de la moralidad, la consciencia o el libre alberdrío, en campos legítimos de teorización e investigación. Pienso que sería más equilibrado decir que la ciencia en general ha pasado por períodos de conflicto con la religión, dificultando la acreditación pública de los logros científicos. Freud asimilaba la religión a una forma de neurosis, más sin embargo otros psicoanalistas de su época (ej. Carlos Gustavo Jung) eran hombres profundamente creyentes.
La impresión es que la psiquiatría ha llegado tardíamente, y con pocas herramientas ideológicas, a la revolución iniciada hace unos 16 años por las Ciencias Cognitivas de la Religión. A manera de ilustración tomemos otro párrafo del libro:
La investigación reciente ha revelado cambios concomitantes de la función cerebral con las experiencias religiosas y espirituales. Esto es todo menos sorprendente. Las experiencias de cualesquier naturaleza suceden sobre la activación de circuitos cerebrales. Los ateos han tomado los datos neuroteológicos como el triunfo final de su punto de vista: la religiosidad es un estado cerebral, nada más. Esto es un error. Las necesidades religiosas se originan en un nivel psicológico. Como analogía: los sentimientos estéticos son hechos posibles por el cerebro, pero no son causado por el cerebro sino por los estímulos externos. Los datos Neuro-teológicos muestran que el hombre tiene la capacidad de concebir un ámbito trascedente y comunicarse con él. Estos datos no significan en absoluto un golpe de muerte a las ideas deísticas. Y aunque el “punto Dios” o “el gen Dios” ha sido descubierto, no se pueden extraer conclusiones de ningún tipo sobre la existencia de Dios, que la afirmación de que Dios existe no tiene sentido. Solo significa que tenemos que argumentar en otro nivel del conocimiento a favor o en contra de la existencia de Dios. En conexión a este tipo de razonamiento se puede decir mucho más del cerebro, alma, el Yo o la libertad.
Si algo ha quedado firmemente establecido por las Ciencias Cognitivas de la Religión es que las "necesidades religiosas", al igual que cualquier otro aspecto de la conducta, se originan tanto a nivel de circuitería cerebral (influenciada por genética y ambiente) como de necesidades y determinantes psicológicos. Ciertamente ni la religión ni la sensibilidad estética son causadas exclusivamente por el cerebro, para la conducta y mente invariablemente existen polideterminismos, sin embargo es obvio que el cerebro tiene mucho que decir para explicar la sensibilidad estética. Toda esta confusión conceptual recuerda fuertemente el sesgo dualista.
Por otro lado los autores parecen tener dificultad para diferenciar lo que son las creencias "deísticas" y "teísticas". El avance científico en el estudio de la religión tienen cosas muy distintas que decir según se hable del Dios Personal (ideas teísticas) o el Dios Aristotélico (ideas deísticas). Es de esperar que la creencia en el Dios antropomorfo/personal sea cuestionada en mayor grado por las Ciencias Cognitivas de la Religión. Eso no quiere decir que el psiquiatra que sea deísta, agnóstico o ateo, trate de desvirtuar las creencias teísticas de sus pacientes, estén o no estén al servicio de la salud mental de su cliente. Otro cosa muy diferente es la evolución ideológica que el psiquiatra pueda tener gracias al conocimiento científico en el campo de la religiosidad.
Por último, resulta desinformada la afirmación que el "gen Dios" y el "punto Dios" han sido descubiertos. Nadie en el campo de las Ciencias Cognitivas de la Religión se atrevería a insinuar nada tan temerario. No creo tampoco que haya que llevar a "otro nivel" la argumentación sobre la existencia o inexistencia de Dios. Si bien muchos científicos defienden el punto de vista de que no se puede
probar un negativo (la inexistencia de Dios), la ciencia puede aportar elementos de investigación que apoyan o rechazan la existencia de una inteligencia sobrenatural (ej. el efecto de la oración, la posible existencia de milagros, afirmaciones creacionistas del diseño inteligente tales como la "
complejidad irreducible").
Una aportación que me pareció de interés, por el Dr. Herman M. van Praag, fue la categorización de la creencia y descreencia en anormal y anormal (según el criterio estadístico) y patológica y no patología (según el criterio funcional de salud). De acuerdo al criterio estadístico, ciertas formas de descreencia (hipo-religiosidad), en particular el agnosticismo, pueden ser en algunas sociedades catalogadas como variantes normales (ej. Europa, China). Coincido con el Dr. Praag en que el ateísmo suele ser estadísticamente
anormal, tanto el ateísmo "no patológico" como el ateísmo que él denomina "patológico". En relación a este último comenta que:
El límite entre el ateísmo patológicamente borderline y el francamente anormal es alcanzado, y fácilmente cruzado, cuando el ateo se "prende" en fuego y empieza a propagar sus creencias y, un paso más allá, empieza a considerar la creencia religiosa como un peligro, un mal que tiene que ser combatido con dedicación. En este caso, la descreencia se convierte de un punto de vista en una convicción, una verdadera fe, tan irracional y emocionalmente movida, y tan rígida como su contraparte, i.e. la hiper-religiosidad patológica. El sentido de la relatividad del punto de vista personal se pierde. Asumen una validez general. Los demás tienen que ser ganados a la causa y la crítica es contestada con un impaciente desdén.
Si el ateísmo viene a formar parte integral de un sistema político, habremos llegado a una zona de peligro, física y psicológicamente. La intolerancia, la opresión, y la persecución son inminentes. Las manifestaciones religiosas serán consideradas como tabúes: las ideas religiosas, la veneración pública de lo sagrado, la formación de ministros. El Clero debe ser perseguido, los templos de Dios cerrados, los seminarios disueltos. Las ideas religiosas son consideradas como herejía. Esto sucedió en la Unión Soviética. Muchos sufrieron, muchos fueron asesinados. En China comunista la inquisición atea aún está activa. Los adherentes al Falun Gong, por ejemplo, un grupo meditativo con principios ideológicos, no son tolerados y son internados en instituciones psiquiátricas, una continuación de la tradición Soviética. Estos son sin duda excesos patológicos de la descreencia religiosa.
A pesar de que se percibe en el capítulo del Dr. Praag de donde se extrajo lo anterior una cierta animadversión, e incluso prejuicio, hacia el ateísmo es evidente que las formas sociopatológicas de descreencia han existido. Sería sin embargo más exacto decir que las creencias pueden tornarse rígidamente patológicas cuando existen factores sociales que promueven dogmatismos de cualquier clase. En todo caso lo anterior pertenece al campo de la psicopatología de la creencia, no del ateísmo o el teísmo.
Igualmente coincido con los comentarios de Dick F. Swaab y Wilma T. P. Verwei, en relación a que la normalidad o anormalidad del ateísmo va a depender del grupo de estudio:
En 1996 un cuestionario entre los científicos Americanos reveló que el porcentaje de creyentes religiosos era mucho más bajo, el 39%. Entre la crema de la Academia Nacional de las Ciencias de los Estados Unidos solo el 7% creía en Dios, y difícilmente encontramos creyentes entre los premio Nobel
Claro, nuevamente estos dos autores, ahora sesgados hacia el ateísmo, omiten la distinción entre deísmo, panteísmo y teísmo. Algunas de estas estadísticas interrogan sobre la creencia en el Dios Personal/Antropomorfo y se olvidan de aquellos científicos que se suscriben a la creencia en el Dios de Spinoza/Einsteniano (panteísmo) o el Aristotélico (Deísmo). Es posible que muchos de estos científicos no sean religiosos pero sí "espirituales".
Las categorías diagnósticas del DSM IV (Manual Estadístico Diagnóstico para los desordenes mentales) , y a partir del 2012 DSM V, reflejan el creciente interés de la psiquiatría en la religiosidad de sus pacientes. La categoría DSM IV (V62.89) habla de ciertos ejemplos de problemas religiosos o espirituales, tales como "pérdida o dudas de las creencias religiosas" , "conversión a una nueva fe" o el "cuestionamiento de valores espirituales que no son necesariamente parte de una religión". Las nuevas categorías propuestas para la próxima clasificación DSM V, dentro del rubro de problemas "espirituales", parecen por el contrario demasiado amplias y expuestas a nuevos abusos nosológicos: experiencias místicas, rapto por alienígenas, experiencia cercana a la muerte, experiencias de posesión. La categoría para problemas religiosos ha sido ampliada para incluir: cambios de membrecías, prácticas y creencias (incluida la conversión religiosa), movimientos religiosos nuevos y cultos, relaciones con enfermedades terminales o que amenazan la vida. En resumen se propone que la nueva categoría V62.89 sea modificada para incluir:
Esta categoría puede ser usada cuando el foco de atención clínica es un problema espiritual o religioso. Ejemplos de problemas religiosos incluyen la pérdida o el cuestionamiento de la fe, cambios de membrecías, practicas y creencias (incluida la conversión), Nuevos Movimientos Religiosos y cultos, enfermedades que amenazan la vida o enfermedades terminales. Ejemplos de problemas espirituales incluyen a las experiencias místicas, varias experiencias psíquicas, experiencias de abducción alienígena, meditación y experiencias espirituales relacionadas a ciertas prácticas. Las experiencias de posesión y cuestionamiento de valores espirituales no necesariamente está relacionada a la iglesia o a la religión organizada.
Sin embargo, y precisamente para evitar los sesgos y prejuicios en la valoración psiquiatrica, es preciso (y nada simple) tener presente:
- Criterios para diferenciar las experiencias religiosas o espirituales intensas de la psicopatología.
- Que la categoría diagnóstica referente a problemas religiosos y/o espirituales pudiera ser en ciertos casos más apropiada para entender al paciente que los tradicionales diagnósticos psiquiátricos.
- La religión y la espiritualidad pueden ser importantes para comprender la evolución de los desordenes mentales. Religión y espiritualidad tanto pueden mejorar la evolución clínica (ej. en depresiones o adicciones) como complicar aún más el cuadro clínico (ej. en ciertas obsesiones o psicosis).
- El impacto de la cultura sobre la presentación de la enfermedad mental está frecuentemente mediado por la religión y espiritualidad.
El libro inicia en el prefacio afirmando que "los límites entre creencia religiosa y práctica psiquiátrica se están tornando crecientemente porosos". Sin embargo, la membrana porosa debe ser idealmente siempre "semipermeable", es decir que el psiquiatra no debe traspasar ciertos límites. Por ejemplo, es discutible que sea apropiado que el médico rece con su paciente, aún y cuando coincidan las creencias religiosas/espirituales. Puesto que la postura del psiquiatra es meramenta pragmática debe limitarse a valorar si en el caso concreto las creencias religiosas/espirituales de su paciente son de ayuda o un obstáculo a la recuperación clínica. Después de todo las
ilusiones positivas y efecto placebo siempre han sido
aliados de la buena prácitca médica, ¿por qué no lo habrían de ser las creencias religiosas y espirituales?