21 abril, 2010

LA BIOLOGÍA DE LA AGENCIA Y DEL YO

Gradualmente la neurociencia ha ido elucidando la forma en que nuestro cerebro construye aquello que llamamos mente. En el fondo la "mentalidad" son fundamentalemente modelos dinámicos, cambiantes,  que simulan aspectos de realidad externa y de los procesos cognitivos internos.  Algunos de estos modelos son autorrepresentaciones, es decir, procesos que mapean elementos del organismo y que son identificados como "propiedad", elementos que pudiésemos llamar egosintónicos y que son admitidos como parte del yo (self).  Se pudiera entonces decir que hay varias formas de consciencia, por ejemplo,  la consciencia social (Teoría de la Mente) que tiene que ver con el procesamiento de las intenciones y motivaciones de los demás,  o la consciencia de uno mismo (autorepresentaciones, en la forma de sentimientos, cogniciones, intenciones y motivaciones propias).


Pocas especies parecen capaces de generar verdaderas autorrepresentaciones, y por lo tanto de desarrollar al menos una rudimentaria consciencia de sí mismo. Una forma experimental de contestar esta pregunta es mediante la prueba del espejo, es decir colocando una marca en alguna parte del cuerpo y ver si el organismo reacciona ante ella.  Cinco primates pasan la prueba:  los seres humanos mayores de 18 meses, los bonobos, chimpancés, gorilas y orangutanes.  Los elefantes y ciertos cetáces (orcas y delfines) también la superan.  A pesar de que existen una serie de críticas en tanto que la reacción del organismo puede estar limitada por el grado de especialización del órgano visual, existen ciertas desarrollos anatómicos macroscópicos y microscópicos que correlacionan con la prueba positiva del espejo.

Se especula que los organismos capaces de generar este tipo de autorrepresentaciones están posibilitados para capturar el componente consciente de las emociones: el sentimiento. Las técnicas por Resonancia Magnética Nuclear han identificado una zona cerebral:  la ínsula anterior. Las sentimientos,  que se teoriza son procesados por la ínsula, van desde reacciones básicas tales como el hambre, la ansiedad o el asco, hasta sentimientos más complejos como lo es el rechazo social.  Tal como comentaba más arriba, la investigacion aporta nuevos datos en favor de la hipótesis que los organismos que pasan la prueba del espejo son precisamente aquellos mejor dotados para experimentar "sentimientos": el aumento progresivo del área insular anterior, y una también progresiva presencia de un nuevo tipo neuronal en la ínsula  (las neuronas de Von Economo).  Estas neuronas se localizan tanto en las áreas que manejan los componentes motrices de las emociones, como en las que procesan el aspecto interoceptivo (sentimientos),  respectivamente en la corteza del cíngulo anterior y en la ínsula anterior. 

Como sería de esperar, aquellas especies que mejor pueden formar modelos conscientes de las emociones, es decir los sentimientos, y que muestran una mayor presencia y organización de las neuronas de Von Economo son precisamente las que pueden "vivir" más empáticamente aspectos de la conducta de los demás. Muy posiblemente la red de las llamadas neuronas espejo, que se activan al observar la conducta de otros, alimentan estas regiones cerebrales.

Sin embargo, la consciencia del yo como agente volitivo, pudiera depender del mismo mecanismo diseñado para detectar agentes externos. Un mecanismo que según algunos autores es lo suficiente hipersensible para crear la percepción de sofisticados agentes ajenos a cualquier posible experiencia natural (ej. Dios). El cerebro humano viene innatamente equipado con este mecanismo que procesa diferencialmente los objetos (agentes) animados de los inanimados,  un sistema que está inmerso en las porciones laterales de la división ventral del sistema visual (occipito-parieto-temporal). Este sistema detecta agentes volitivos (ej.  potenciales depredadores),  que se supone tienen intencionalidades, propósitos y  metas.  Tal como menciona Steven Novella en el Skepticblog:
Los psicólogos y neurocientíficos en años recientes han demostrado que nuestro cerebro está cableado para distinguir en nuestro ambiente las cosas que están vivas de aquellas que no lo están. Pero "estar vivo" (desde un punto de vista psicológico) no es acerca de biología, sino de agencia - de algo que puede actuar en el mundo, que tiene su propia voluntad y puede hacer que pasen cosas. Claro, esta es una propiedad de las cosas vivientes, pero así no es como nuestro cerebro distribuye las cosas. Podemos percibir la agencia en cosas no-vivientes, si es que están actuando como agentes.
Claro, el yo no se va desplazar en el espacio físico como lo hacen los objetos biológicos, y que son las categorías para las que están evolutivamente diseñados a detectar las porciones ventrolaterales de los lóbulos temporales.  Sin embargo, tampoco lo hace Dios, el alma, la mente, los espíritus, o los agentes ocultos que creemos adivinar detrás de un supuesto plan siniestro, y aún así en cierta forma todos son tratados por la circuitería cerebral como si fuesen objetos biológicos con intenciones. Eso quiere decir que el yo puede ser entendido como un agente intencional que se ha internalizado, la ilusión del "homúnculo" que habita en nuestra cabeza y que gobierna la conducta. Excepto en el caso de la enfermedad mental (ideas, sentimientos, impulsos o memorias que son indeseables), todas las autorrepresentaciones son sentidas como propias, como si emanaran y estuviesen bajo control de este agente oculto.  Posiblemente la activación simultánea del sistema de agencia (via ventral de la visión) y del sistema insular, que crea la ilusión de propiedad y familiaridad en las autorepresentaciones, son dos de los componentes más importantes para la génesis del yo.  

Aún y cuando podemos asumir que todos los organismos biológicos tienen de alguna forma "intenciones" y "metas",  hay en la evaluación de tales contenidos un considerable factor ilusorio. Esto es particularmente cierto cuando evaluamos la agencia que localizamos en nuestro propio interior (el yo/self).  Por ejemplo, tenemos la poderosa impresión que el yo es el motor de todas nuestras intencionalidades, lo cuál refuerza la percepción de que el libre albedrío es determinante, aún y cuando la realidad es que el yo parece recibir más bien un "memorándun" de cortesía de procesos que son decididos de manera inconsciente.  La llamada cognición online, es decir las representaciones que están ancladas directamente a la percepción del mundo externo, tiene a su disposición elementos para autocorregir la deformación que imprimen los sentidos. En cambio la cognición off-line, las representaciones imaginarias de agentes inexistentes (sensorialmente) en el entorno inmediato, son más afectadas por las ilusiones.  Aquí encontramos esferas en donde se derivan cogniciones cada vez más fantásticas: el yo interno, explicaciones conspiracionistas  de sucesos políticos o sociales, el animismo, o la teleología universal.


BIBLIOGRAFÍA

Mahon B. et al, 2009, "Category-Specific Organization in the Human Brain Does Not Require Visual Experience", Neuron 63, 397–40. (pdf)

Bermejo F. et al, 2010, "La conciencia, la conciencia de sí mismo y las neuronas de von Economo", Rev Neurol 2010; 50 (7): 385-386.  (pdf)

Neurociencia de la Religión (I): Correlatos Neurales de la Creencia Sobrenatural.

Neurociencia de la Religión (II): Dopamina, Pensamiento Mágico y Religión.

Neurociencia de la Religión (VI):  El Papel del Lóbulo Temporal.

15 abril, 2010

EL «MÓDULO» DE LA ESPIRITUALIDAD EN EL CEREBRO (1)

Por: Antonio Chávez
hnc.correo@gmail.com

Este pasado febrero se publicó en Neuron, uno de los más importantes medios en el campo neurocientífico, un estudio de Urgesi et al. (2010) que aporta fuerte evidencia, confirmatoria de previos estudios, sobre el papel fundamental del lóbulo parietal en la autotranscendencia (AT), la cual «refleja la tendencia duradera de trascender las representaciones sensoriomotores contingentes e identificar el yo como una parte integral del universo en total» (ibid. p. 310).

El abstracto (ver al final de este artículo el documento original insertado):
La predisposición de los seres humanos hacia el sentimiento, el pensamiento y el comportamiento espiritual se mide por un rasgo de la personalidad supuestamente estable llamado autotrascendencia. Aunque algunos estudios de neuroimagen sugieren que la activación neuronal de una gran red fronto-parieto-temporal puede sustentar una variedad de experiencias espirituales, está ausente la información sobre el nexo causal entre esta red y la espiritualidad. Combinando evaluaciones de la personalidad pre y post-neurocirugía con avanzadas técnicas de mapeo de lesión cerebral, encontramos que el daño selectivo de las regiones parietal posterior inferior izquierda y derecha indujo un específico aumento de la autotrascendencia. Por lo tanto, las modificaciones de la actividad neural en el área temporoparietal pueden inducir modulaciones inusualmente rápidas de un estable rasgo de la personalidad relacionadas con la conciencia trascendental autorreferencial. Estos resultados apuntan a la participación activa y crucial de los sistemas parietal izquierdo y derecho en la determinación de autotrascendencia y arroja nueva luz sobre las bases neurobiológicas de la alteración de las actitudes y comportamientos religiosos y espirituales en los trastornos neurológicos y mentales.

En efecto, se estudiaron 88 pacientes con diversas lesiones cerebrales (gliomas y meningiomas) clasificadas como ‘anteriores’, afectando el córtex frontotemporal, y ‘posteriores’, en el córtex occipitotemporoparietal. Los resultados arrojaron un claro patrón en el que la AT se incrementó significativamente una vez removidos los tumores posteriores: un aumento del 10% respecto a los anteriores, y en 5% luego de la cirugía; incluso hubo una disminución de la AT luego de la cirugía en lesión anterior (aunque un insignificante 2%). Adicionalmente, este incremento post-neurocirugía fue notoriamente rápido (en una escala de días). Mientras los pacientes con gliomas de más alto grado de malignidad puntuaron más alto en AT, los que tuvieron gliomas de bajo grado solamente incrementaron su AT post-neurocirugía; esto para los autores «corrobora la especificidad de la relación anátomo-clínica entre la lesión de áreas posteriores del cerebro y el incremento de AT» (ibid. pp. 311-312). Las regiones específicas del cerebro afectadas por estos tumores y correlacionadas con este incremento fueron el lóbulo parietal inferior izquierdo y el giro angular derecho, rotuladas respectivamente como «L-IPL» y «R-AG» en el siguiente gráfico (que incluye la cantidad de cambio de la AT para cada área).


Los pacientes con tumores posteriores tendieron a juzgarse a sí mismos como personas religiosas más que los pacientes anteriores, coincidiendo con sus más altos puntajes de AT y también, fueron quienes reportaron mayor ocurrencia de experiencias místicas como sentir la presencia de Dios o tener visiones durante el rezo. Aunque no se reportaron auténticas experiencias extracorporales, hubo casos de extrañas sensaciones corporales antes de los ataques epilépticos. Por último, mostraron una mayor aceptación de su padecimiento en contraste con los pacientes con tumores anteriores. Otros datos interesantes fueron las correlaciones entre la mayor gravedad y ubicación de las lesiones en el cerebro y ciertas escalas temperamentales: posterior derecha con «novelty seeking» (búsqueda de novedad), mientras que en los tumores anteriores con una alta «harm avoidance» (evasión de daño). Además de la AT otra dimensión de la personalidad, la autodireccionalidad, también correlacionó mayormente con las lesiones posteriores en el hemisferio derecho. Todos estos efectos no fueron modulados por la neurocirugía, lo que para los autores descarta que la AT fuese un epifenómeno de los cambios de personalidad (ibid. p. 313).

Entre tanto, la evaluación de las funciones cognitivas de los pacientes (memoria, visión, funciones ejecutivas, lenguaje) no mostró efectos significantes de la cirugía ni de la ubicación del tumor, lo que sugiere que la disminución general de habilidades cognitivas no explica el incremento de la AT post-neurocirugía. Y, mientras otras escalas de personalidad no arrojan cambios significativos pre y post-neurocirugía aquí, las tres sub-escalas de la AT (experiencia subjetiva de dimensiones espaciotemporales, cosmovisión individual y aceptación de fenómenos espirituales) se incrementan uniformemente de acuerdo al grado de lesión posterior en el cerebro. Todos estos resultados inciden en la correlación específica entre el área inferoparietal y la AT.

A lo largo del artículo los autores perfilan la idea de que la AT, algo comúnmente conocido como ‘espiritualidad’, es un aspecto neuropsicológico diferente de aquellos que conocemos como ‘religión’. «Las creencias religiosas y la espiritualidad son al menos parcialmente fenómenos independientes» (p. 316). P.ej. es notado que la religiosidad se asocia sobre todo a un sistema frontotemporal (se refieren al estudio de Kapogiannis et al. 2009), que es el asiento de las representaciones corporeizadas y conceptuales de los otros; o, mientras la región frontomedial también se asocia a varios aspectos de la espiritualidad (p.ej. Cahn & Polich 2006; Newberg & Iversen 2003), aquí el córtex parietal resulta determinante del perfil de la AT. Y pues, esto es fuertemente consistente con las funciones parietales que describen los autores (p. 316), que en lo fundamental es lo que se describió antes en nuestro artículo NEUROCIENCIA DE LA RELIGIÓN (VII): EL PAPEL DEL LÓBULO PARIETAL. Resumidamente, el córtex parietal nos brinda el sentido de ubicación autorreferencial o autoagentiva en el espacio: su hipofunción (sobretodo en el hemisferio izquierdo de acuerdo con d’Aquili & Newberg 2000 p. 43) provoca que la autoagencia ‘trascienda’ al espacio extrapersonal, siempre recordando el indisociable rol de la junción temporoparietal en ello. Es decir, el yo se disuelve en el universo y consecuentemente, el espacio externo es sentido como un agente intencional (esto pues es análogo a sentir que se contacta una entidad externa e infinita, trascendente).

Finalmente y a mi parecer, Urgesi et al. claramente sugieren que la AT sea un aspecto ideacional/conductual de naturaleza modular. No solo sus minuciosos test de personalidad pre y post-neurocirugía apuntan a la correlación causal específica y directa entre el córtex parietal posterior/inferior y la AT, sino que tanto al inicio como al final de su artículo nos refieren estudios realizados con mellizos (p.ej. la práctica igualdad en el grado de AT que comparten, hereditariamente en consecuencia), por un lado, y aquellos asociándola a regulación serotoninérgica (Borg et al. 2003; véase nuestro artículo al respecto), por otro: ambos datos evidencian un probable papel de los genes aquí. Por supuesto, esto extiende el estudio al campo neurogenético y así a la biología evolutiva, aunque los autores más bien giran hacia la aplicación psiquiátrica.


Temas relacionados:


08 abril, 2010

LA PSIQUIATRÍA Y LAS CIENCIAS COGNITIVAS DE LA RELIGIÓN: REVISIÓN DE UN LIBRO

Por: Luis González
luisgpope@gmail.com

Recientemente la Organización Mundial de Psiquiatría publica un libro, un tanto peculiar en el desarrollo de su contenido, titulado "Psychiatry and Religión: Beyond Boudaries". Titulo que me pareció más bien oscuro, pero seguramente con la buena intención de enfatizar la necesidad de entablar puentes entre psiquiatría, religión y espiritualidad.  Sin embargo, la sensación es que algunos de los autores (55 psiquiatras en total) van precisamente más allá de sus límites,  es decir, de un análisis meramente pragmático o utilitario, derivando frecuentemente en sesgos y apasionamientos personales.  Posiblemente una de las razones que explica la confusión conceptual es la no familiaridad con la investigación derivada de las Ciencias Cognitivas de la Religión, y que por otro lado parece extrañamente seguir sobreviviendo en ella un poco del dualismo "alma"/cuerpo, tan importante en los origenes de la psiquiatría.  En la introducción se comenta:
La psiquiatría del siglo XX, que fue fundamentalmente un período ateo (godless) para la misma, no fue en ventaja del paciente psiquiátrico. La religión puede ser considerada como una característica normal de la personalidad y no puede ser descartada por los psiquiatras, sean cuales fuesen sus propias ideas alrededor de la religiosidad. La totalidad de la alma/psique pertenece después de todo a su esfera de trabajo.
Resulta confusa la elección de palabras para describir el campo de competencia de la psiquiatría. El alma es un concepto metafísico y aunque históricamente ha definido la psiquiatría no puede ser tomado seriamente como objeto epistémico de estudio.  Lo que se estudia son comportamientos o fenómenos mentales concretos,  y que en el tema que nos ocupa estos a veces se engloban bajo el término de "espiritualidad".  Más confuso aún es implicar que la "totalidad" es de alguna forma la suma de la psique más la espiritualidad/religiosidad.

Si bien es cierto que la psiquiatría moderna concede que la vida "espiritual" puede ser un aliado terapéutico (con sus excepciones), la religión siempre ha sido en realidad un exponente importante para la evaluación y atención de pacientes con desordenes mentales.  Lo cierto es que los psiquiatras actuales pertenecen al subgrupo de médicos con los mayores porcentajes de ateísmo (17%)  y a pesar de ello son los médicos que menos reparos tienen en abordar la vida religiosa/espiritual de sus pacientes.   Por lo anterior resulta extraño que en el capítulo de introducción Peter J. Verhagen hable de un supuesto "período ateo" para la psiquiatría: 
Por un largo período de tiempo la psiquiatría no se había percatado del hecho de que una más o menos silenciosa antipatía hacia la religión influenciaba de manera fundamental su práctica y forma de pensar, aún en sistemas clasificatorios tales como el DSM. Aunque Freud es frecuentemente mencionado como el padre de esta postura anti-religiosa, sus raíces van aún más atrás. ¿Que acaso no fue la psiquiatría, de acuerdo a la bien conocida hagiografía  [en clara alusión a Philippe Pinel], que liberó a aquellas pobres criaturas vivientes, que habían sido capturadas por tantos años, encadenadas, como un triunfo del cuidado humano y el humanismo? La historia real fue un poco diferente. En las sociedades occidentales Dios fue remplazado por la naturaleza,  y para finales del siglo dieciocho los médicos conocedores del orden natural, incluida la estructura del cuerpo, pudieron remplazar al sacerdote que reclamaba su autoridad en nombre de Dios. El inicio de la psiquiatría es una ilustración de este desarrollo. La religión va perdiendo su posición dominante, y el médico convirtiéndose en el nuevo guía en la vida,  con autoridad científica y moral.
La psiquiatría no es el único campo del haber científico en donde la religión ha perdido su posición dominante.  Si acaso, junto con las Ciencias Cognitivas de la Religión, ha convertido el estudio de la moralidad, la consciencia o el libre alberdrío, en campos legítimos de teorización e investigación.  Pienso que sería más equilibrado decir que la ciencia en general ha pasado por períodos de conflicto con la religión, dificultando la acreditación pública de los logros científicos. Freud asimilaba la religión a una forma de neurosis, más sin embargo otros psicoanalistas de su época (ej. Carlos Gustavo Jung) eran hombres profundamente creyentes.

La impresión es que la psiquiatría ha llegado tardíamente, y con pocas herramientas ideológicas, a la revolución iniciada hace unos 16 años por las Ciencias Cognitivas de la Religión. A manera de ilustración tomemos otro párrafo del libro:
La investigación reciente ha revelado cambios concomitantes de la función cerebral con las experiencias religiosas y espirituales. Esto es todo menos sorprendente. Las experiencias de cualesquier naturaleza suceden sobre la activación de circuitos cerebrales. Los ateos han tomado los datos neuroteológicos como el triunfo final de su punto de vista: la religiosidad es un estado cerebral, nada más. Esto es un error. Las necesidades religiosas se originan en un nivel psicológico. Como analogía: los sentimientos estéticos son hechos posibles por el cerebro, pero no son causado por el cerebro sino por los estímulos externos. Los datos Neuro-teológicos muestran que el hombre tiene la capacidad de concebir un ámbito trascedente y comunicarse con él. Estos datos no significan en absoluto un golpe de muerte a las ideas deísticas. Y aunque el “punto Dios” o “el gen Dios” ha sido descubierto, no se pueden extraer conclusiones de ningún tipo sobre la existencia de Dios, que la afirmación de que Dios existe no tiene sentido. Solo significa que tenemos que argumentar en otro nivel del conocimiento a favor o en contra de la existencia de Dios. En conexión a este tipo de razonamiento se puede decir mucho más del cerebro, alma, el Yo o la libertad.
Si algo ha quedado firmemente establecido por las Ciencias Cognitivas de la Religión es que las "necesidades religiosas",  al igual que cualquier otro aspecto de la conducta, se originan tanto a nivel de circuitería cerebral (influenciada por genética y ambiente) como de necesidades y determinantes psicológicos.  Ciertamente ni la religión ni la sensibilidad estética son causadas exclusivamente por el cerebro, para la conducta y mente invariablemente existen polideterminismos, sin embargo es obvio que el cerebro tiene mucho que decir para explicar la sensibilidad estética. Toda esta confusión conceptual recuerda fuertemente el sesgo dualista.

Por otro lado los autores parecen tener dificultad para diferenciar lo que son las creencias "deísticas" y "teísticas". El avance científico en el estudio de la religión tienen cosas muy distintas que decir según se hable del Dios Personal (ideas teísticas) o el Dios Aristotélico (ideas deísticas). Es de esperar que la creencia en el Dios antropomorfo/personal sea cuestionada en mayor grado por las Ciencias Cognitivas de la Religión.  Eso no quiere decir que el psiquiatra que sea deísta, agnóstico o ateo, trate de desvirtuar las creencias teísticas de sus pacientes, estén o no estén al servicio de la salud mental de su cliente. Otro cosa muy diferente es la evolución ideológica que el psiquiatra pueda tener gracias al conocimiento científico en el campo de la religiosidad. 

Por último, resulta desinformada la afirmación que el "gen Dios" y el "punto Dios" han sido descubiertos. Nadie en el campo de las Ciencias Cognitivas de la Religión se atrevería a insinuar nada tan temerario.  No creo tampoco que haya que llevar a "otro nivel"  la argumentación sobre la existencia o inexistencia de Dios.  Si bien muchos científicos defienden el punto de vista de que no se puede probar un negativo (la inexistencia de Dios), la ciencia puede aportar elementos de investigación que apoyan o rechazan la existencia de una inteligencia sobrenatural (ej. el efecto de la oración, la posible existencia de milagros, afirmaciones creacionistas del diseño inteligente tales como la "complejidad irreducible").

Una aportación que me pareció de interés, por el Dr. Herman M. van Praag, fue la categorización de la creencia y descreencia en anormal y anormal (según el criterio estadístico) y patológica y no patología (según el criterio funcional de salud).  De acuerdo al criterio estadístico, ciertas formas de descreencia (hipo-religiosidad),  en particular el agnosticismo, pueden ser en algunas sociedades catalogadas como variantes normales (ej. Europa, China). Coincido con el Dr. Praag en que el ateísmo suele ser estadísticamente anormal, tanto el ateísmo "no patológico" como el ateísmo que él denomina "patológico".  En relación a este último comenta que:
El límite entre el ateísmo patológicamente borderline y el francamente anormal es alcanzado, y fácilmente cruzado, cuando el ateo se "prende" en fuego y empieza a propagar sus creencias y, un paso más allá, empieza a considerar la creencia religiosa como un peligro, un mal que tiene que ser combatido con dedicación. En este caso, la descreencia se convierte de un punto de vista en una convicción, una verdadera fe, tan irracional y emocionalmente movida, y tan rígida como su contraparte, i.e. la hiper-religiosidad patológica. El sentido de la relatividad del punto de vista personal se pierde. Asumen una validez general. Los demás tienen que ser ganados a la causa y la crítica es contestada con un impaciente desdén.
Si el ateísmo viene a formar parte integral de un sistema político, habremos llegado a una zona de peligro, física y psicológicamente. La intolerancia, la opresión, y la persecución son inminentes. Las manifestaciones religiosas serán consideradas como tabúes: las ideas religiosas, la veneración pública de lo sagrado, la formación de ministros. El Clero debe ser perseguido, los templos de Dios cerrados, los seminarios disueltos. Las ideas religiosas son consideradas como herejía. Esto sucedió en la Unión Soviética. Muchos sufrieron, muchos fueron asesinados. En China comunista la inquisición atea aún está activa. Los adherentes al Falun Gong, por ejemplo, un grupo meditativo con principios ideológicos, no son tolerados y son internados en instituciones psiquiátricas, una continuación de la tradición Soviética. Estos son sin duda excesos patológicos de la descreencia religiosa.
A pesar de que se percibe en el capítulo del Dr. Praag de donde se extrajo lo anterior una cierta animadversión, e incluso prejuicio, hacia el ateísmo es evidente que las formas sociopatológicas de descreencia han existido. Sería sin embargo más exacto decir que las creencias pueden tornarse rígidamente patológicas cuando existen factores sociales que promueven dogmatismos de cualquier clase.  En todo caso lo anterior pertenece al campo de la psicopatología de la creencia, no del ateísmo o el teísmo.

Igualmente coincido con los comentarios de Dick F. Swaab y Wilma T. P. Verwei, en relación a que la normalidad o anormalidad del ateísmo va a depender del grupo de estudio:
En 1996 un cuestionario entre los científicos Americanos reveló que el porcentaje de creyentes religiosos era mucho más bajo, el 39%. Entre la crema de la Academia Nacional de las Ciencias de los Estados Unidos solo el 7% creía en Dios, y difícilmente encontramos creyentes entre los premio Nobel
Claro, nuevamente estos dos autores, ahora sesgados hacia el ateísmo, omiten la distinción entre deísmo, panteísmo y teísmo. Algunas de estas estadísticas interrogan sobre la creencia en el Dios Personal/Antropomorfo y se olvidan de aquellos científicos que se suscriben a la creencia en el Dios de Spinoza/Einsteniano (panteísmo) o el Aristotélico (Deísmo).  Es posible que muchos de estos científicos no sean religiosos pero sí "espirituales". 

Las categorías diagnósticas del DSM IV (Manual Estadístico Diagnóstico para los desordenes mentales) , y a partir del 2012 DSM V,  reflejan el creciente interés de la psiquiatría en la religiosidad de sus pacientes.  La categoría DSM IV (V62.89) habla de ciertos ejemplos de problemas religiosos o espirituales, tales como "pérdida o dudas de las creencias religiosas" , "conversión a una nueva fe" o el  "cuestionamiento de valores espirituales que no son necesariamente parte de una religión".  Las nuevas categorías propuestas para la próxima clasificación DSM V, dentro del rubro de problemas "espirituales",  parecen por el contrario demasiado amplias y expuestas a nuevos abusos nosológicos: experiencias místicas, rapto por alienígenas, experiencia cercana a la muerte, experiencias de posesión.  La categoría para problemas religiosos ha sido ampliada para incluir: cambios de membrecías, prácticas y creencias (incluida la conversión religiosa), movimientos religiosos nuevos y cultos, relaciones con enfermedades terminales o que amenazan la vida. En resumen se propone que la nueva categoría V62.89 sea modificada para incluir:
Esta categoría puede ser usada cuando el foco de atención clínica es un problema espiritual o religioso. Ejemplos de problemas religiosos incluyen la pérdida o el cuestionamiento de la fe, cambios de membrecías, practicas y creencias (incluida la conversión), Nuevos Movimientos Religiosos y cultos, enfermedades que amenazan la vida o enfermedades terminales. Ejemplos de problemas espirituales incluyen a las experiencias místicas, varias experiencias psíquicas, experiencias de abducción alienígena, meditación y experiencias espirituales relacionadas a ciertas prácticas. Las experiencias de posesión y cuestionamiento de valores espirituales no necesariamente está relacionada a la iglesia o a la religión organizada.
Sin embargo, y precisamente para evitar los sesgos y prejuicios en la valoración psiquiatrica, es preciso (y nada simple) tener presente:

  1. Criterios para diferenciar las experiencias religiosas o espirituales intensas de la psicopatología.
  2. Que la categoría diagnóstica referente a problemas religiosos y/o espirituales pudiera ser en ciertos casos más apropiada para entender al paciente que los tradicionales diagnósticos psiquiátricos.
  3. La religión y la espiritualidad pueden ser importantes para comprender la evolución de los desordenes mentales. Religión y espiritualidad tanto pueden mejorar la evolución clínica (ej. en depresiones o adicciones) como complicar aún más el cuadro clínico (ej. en ciertas obsesiones o psicosis).
  4. El impacto de la cultura sobre la presentación de la enfermedad mental está frecuentemente mediado por la religión y espiritualidad. 
El libro inicia en el prefacio afirmando que "los límites entre creencia religiosa y práctica psiquiátrica se están tornando crecientemente porosos". Sin embargo, la membrana porosa debe ser idealmente siempre "semipermeable", es decir que el psiquiatra no debe traspasar ciertos límites. Por ejemplo, es discutible que sea apropiado que el médico rece con su paciente, aún y cuando coincidan las creencias religiosas/espirituales.  Puesto que la postura del psiquiatra es meramenta pragmática debe limitarse a valorar si en el caso concreto las creencias religiosas/espirituales de su paciente son de ayuda o un obstáculo a la recuperación clínica. Después de todo las ilusiones positivas y efecto placebo siempre han sido aliados de la buena prácitca médica,  ¿por qué no lo habrían de ser las creencias religiosas y espirituales?