Por: Antonio Chávez
Nuestro artículo «Neurociencia de la religión (I): Correlatos neurales de la creencia sobrenatural» y su «Neuromapa 2», es un punto de partida para discutir y ampliar una serie de datos e hipótesis sobre el estudio neurocognitivo de la religión. Es importante dejar claro para el lector que seguimos viendo solo un aspecto del fenómeno religioso: la creencia sobrenatural, y más propiamente dicho el pensamiento mágico, que es un aspecto cognitivo relacionado con la religión pero independiente de ella. Otros aspectos de la religión como el ritual, las experiencias (meditación, éxtasis místico, etc.) o la moral religiosa, necesitan sendos análisis futuros. Entre tanto, el neuromapa 2 gráficamente señala el sistema de la dopamina (flecha roja): ganglios basales (GB) – córtex prefrontal ventromedial (CPFvm) – córtex prefrontal dorsolateral (CPFdl) – córtex frontal medial (CFm), indicándose algunas funciones asociadas a la creencia sobrenatural (Boyer 2003; Boyer & Barrett 2005). En este artículo intentaré explicar brevemente como se relaciona la creencia sobrenatural con la dopamina y las subdivisiones del córtex prefrontal.
Pensamiento mágico, causalidad y religión
El pensamiento mágico (PM) «primariamente compromete una tendencia a asumir significados ocultos en las configuraciones aleatorias y a insistir en una determinación causal de las coincidencias» (Mohr et al. 2003). En este estudio se empleó una escala de medición de PM en una persona, basado por ejemplo en conceptos a considerarse ‘verdaderos’ como «Yo a veces siento que pierdo o gano energía cuando la gente me mira o me toca» o «Algunas personas pueden hacerme conscientes de ellas tan solo pensando en mi» (Mohr et al. 2003). Al margen del grado de creencia, su variación entre individuos y hablando de personas normales y sanas (de hecho, la elevación de dopamina en individuos escépticos se relaciona con el PM, nota en NewScientist 2002), como demuestran los estudios referidos, tenemos mecanismos específicos y automáticos de reacción ante la percepción de objetos o eventos, infiriendo de manera natural la existencia de conexiones y relaciones causales entre ellos1.
La creencia sobrenatural (CSN), aspecto sobresaliente de la religión en términos generales, se construye en parte sobre la convergencia funcional de ciertos sistemas automáticos e intuitivos, como el de detección de meta y el de agencia (ver neuromapa 2), que en términos neurocognitivos se vinculan directamente al sistema de inferencia causal, cuyos correlatos neurales en el surco intraparietal derecho y el giro frontal medial derecho (Fonlupt 2003; Fugelsang et al. 2005), también participan en detección de meta y agencia (Blakemore et al. 2003; Boyer 2003). Existe una íntima relación que es evidente neurocognitivamente y probablemente de tipo jerárquica entre la (inferida) conexión entre objetos, eventos o circunstancias percibidos y la (inferida) propia intención en objetos y entes percibidos. A su vez, estos sistemas2 se integran a los correlatos neurales de la empatía, ToM, modulación emocional y las abstracciones espaciotemporales.
Entre tanto, en la percepción de estímulos externos esa relación direccional y jerárquica de causalidad (~PM) → agencialidad/detección de meta (~CSN), se funda en que: (A) hay evidencia de ésta relación entre los sistemas inferenciales de causalidad y agencia, que funcionaría de modo inverso que cuando representamos nuestras propias intenciones (Blakemore & Decety 2001 abstracto/completo), (B) la agencia comprende un mayor y amplio número de subsistemas necesarios para inferir a partir de las conexiones causales una «intencionalidad mental» en un agente. Luego en un más complejo nivel de cognición (agencia + empatía + ToM + moral), eventualmente se realizarán transacciones sociales con dicho agente, esto es, pensamiento/conducta enfocados a la interacción social (ofrecer, solicitar) con un agente intencional. Ahora bien, de acuerdo con Boyer y Sperber «las creencias explícitas de esta clase son interpretaciones de los propios estados mentales de alguien» (Boyer 2003), donde este agente «alguien» con intenciones y deseos, por un lado, no interesa que sea un ente social real ni que esté físicamente presente para estimular los sistemas de causalidad, detección de meta, agencia, etc.: en efecto, tales inferencias son igualmente disparadas ante objetos inanimados (Csibra et al. 1999; Montague & Chiu 2007; Roberts et al. 2020), o aún como se ha visto en infantes, ante la ausencia física del agente en sí mismo (Bering & Parker 2006); y por otro lado, el disparo de tales inferencias a pesar de la ausencia física externa del agente, podría explicarse con la evidencia de que predecimos su intención usando las representaciones de nuestros propios estados mentales/conductuales, función que involucra la CPFdl (Blakemore & Decety 2001 p. 564-565).
Por lo anterior, un concepto típico en el PM como el mencionado arriba de saber sobre una persona tan solo porque ésta piensa en uno, podría además tener un significado sobrenatural–religioso, como en efecto típicamente se da, de atribuir esta relación a la actividad intencional de una entidad superior, como un dios, un espíritu ancestral u otro ente (que por lo general tiene una definición que viola los conceptos intuitivos sobre los objetos, el espacio, el tiempo y la relación entre todos estos, p.ej. entes inmateriales y/o atemporales). Es decir, el vínculo psicológico entre PM y CSN es que comúnmente la causa final es atribuida a la acción intencional de un agente sobrenatural (Bering & Parker 2006). Y entre tanto que este tipo de ideas y creencias son posibles debido a la confluencia de mecanismos neurocognitivos naturales y aprendizaje/modulación/explotación cultural (Atran & Norenzayan 2004), ellas resultan extraordinarias en términos científico-epistemológicos y aún en términos intuitivos cotidianos. Aquí la neuroanatomía y la neurofisiología nos proporcionan otras pistas sobre cómo emergen.
Dopamina, pensamiento mágico, correlatos neurales de la creencia sobrenatural
El neurotransmisor dopamina (DA) se disemina por una red no muy extensa en el cerebro, a diferencia de otras redes de neurotransmisores, sin embargo actúa en áreas importantes para algunas de las más altas facultades cognitivas, y en lo que nos interesa, inerva la parte anterior de los correlatos neurales de la CSN, esto es como se anotó al principio, las áreas ventral, dorsolateral y medial del lóbulo frontal.
Conocido como el neurotransmisor de la expectativa de recompensa, la DA ha sido demostrada, a través de un extenso número de datos empíricos en animales y en humanos (condiciones patológicas y saludables) como regulador clave del proceso de atención, la adaptación de la conducta y la anticipación de acciones consecuentes con su intención (Nieoullon 2002). También es fundamental en la regulación de la percepción de emociones (Salgado-Pineda et al. 2005; Caria 2020), la regulación de las representaciones prefrontales (Frank & O’Reilly 2006) y está relacionada con el desarrollo filogenético de capacidades cognitivas complejas (Nieoullon 2002; Previc 2006). Más específicamente, la DA se relaciona con la orientación/atención hacia patrones y señales en el espacio distante o extrapersonal y la orientación/planificación hacia el futuro (Previc 2006).
Aquí lo relevante de la DA y las regiones prefrontales sobre las que actúa es que le confiere un significado socio–emocional al procesamiento visual y espaciotemporal enfocado hacia un objetivo o un estímulo distante. Esas regiones (CPFvm, CFm, CPFdl y orbitofrontal –CPFo) que integran la parte anterior del neurocircuito de la CSN, están involucradas en el procesamiento de la memoria y la manipulación de la información (visual, espacial, temporal, memórica, emocional) proveniente de los lóbulos posteriores parietal/temporal y de áreas límbicas hipocampo/amígdala (Estévez-González et al. 2000), que es relevante para la cognición social (Adolphs 2001; Abu-Akel 2003). De hecho, hay evidencia (neurogenética) de la participación de la DA en la memoria episódica (áreas hipocámpica y prefrontal: Schott et al. 2006), que hace posible el «mental time travel», una capacidad prospectiva quizás exclusiva del hombre (Tulving 2002) y vinculada a la imaginación contrafactual (Boyer 2008). Entre tanto, una cantidad de datos demuestran la activación integrada frontal/parietal/temporal para los sistemas de inferencia causal (Fonlupt 2003; Fugelsang et al. 2005; Blakemore et al. 2001), detección de meta (Blakemore et al. 2003) y agencia (Allison et al. 2000; Decety et al. 2002; Moll et al. 2002).
Aunque en esas funciones que implican otras regiones no prefrontales concursan otras moléculas como serotonina, norepinefrina o acetilcolina, la DA resultaría fundamental para la agencia al regular la percepción de emociones en las áreas CPFvm/CPFo, y de ahí la dotación de un significado socio–emocional. Efectivamente, el correlato neural de la detección de señales socio–emocionales involucra entre otras áreas la CPFo (Allison et al. 2000), que junto con la CPFvm comparten varias funciones aquí relevantes, por ejemplo, que tanto la primera (Adolphs 2001; Abu-Akel 2003) como la segunda región prefrontal (Shamay-Tsoory et al. 2003) estén importantemente vinculadas a la empatía, componente estructural del sistema de agencia (Boyer 2003). Como resultado de todo esto, debido a la naturaleza hedónica del sistema de expectativa de recompensa, regulada por la vía mesocortical del sistema dopaminérgico y las áreas prefrontales que inerva, tenemos una fuerte susceptibilidad emocional de recompensa ante la incertidumbre y así una automática propensión a las inferencias predictivas/explicativas. En otras palabras, es satisfactorio ‘ver’ patrones en el mundo que nos rodea, es placentero generar inferencias sobre él.
Sin embargo, alteraciones en la producción de DA se relacionan con hiperactividad, ansiedad, esquizofrenia (Nieoullon 2002) y aún en individuos sanos, con trastornos de la conciencia espacial (Mohr et al. 2003). Así, el espectro neuro- y psicopatológico de la DA y áreas frontales vinculadas también evidencia la relación de estas con el PM, la CSN y la religión: todos aquellos son cuadros patológicos donde precisamente las funciones que estamos viendo están hiperactivas y el resultado ya no es precisamente 'placentero'. El delirio y la alucinación psicótica se relacionan con una anormal hiperactividad de DA (Amin et al. 1999; Morimoto et al. 2002) y se consideran extensiones del PM (Jarosz 1996), entretanto que extensiones patológicas del mismo. El PM es así identificable tanto en la esquizofrenia ('síntomas positivos') como en la personalidad esquizotípica (que se define por el alto puntaje en cuestionarios de PM), la creencia paranormal, las experiencias extracorporales y las creencias religiosas profundas (Lawrence & Peters 2004; Raz et al. 2008; Schmack 2015)3. Estos dos últimos estudios han identificado el gen COMT como un determinante de las fluctuaciones de DA, y a su vez de una mayor inclinación hacia el PM.
Existe además una correlación de la esquizofrenia y la hiperdopaminergia dada por la lateralización de ésta hacia la derecha en el cerebro (Bracha 1989; Laakso et al. 2000; Hsiao et al. 2003) y los correlatos neurales de PM/CSN mayormente lateralizados hacia la derecha (ver neuromapa 2 ref. 2-7), habiendo directa evidencia que relaciona esta lateralización derecha hiperdopaminérgica con el alto puntaje en PM (Brugger & Graves 1997; Nalçaci et al. 2000; Mohr et al. 2003; Ribolsi et al. 2013), definiéndose incluso el grado de PM como resultado e indicador del normal desbalance hemisférico, hacia la derecha, en la actividad de la DA (Taylor et al. 2002; Brugger & Mohr 2008 abstracto/completo).
Finalmente, hay que observar que la funcionalidad lateralizada/derecha del cerebro coincide con la lateralización de los aspectos neurocognitivos del PM, y como hemos visto, también coincide con la lateralización hiperdopaminérgica asociada. Esto y todo lo anterior no significa de que la ideación mágica y en consecuencia la religión se «localicen» en el hemisferio derecho, ni que se reduzcan a una molécula (de hecho, aunque directamente vinculadas, entre PM/CSN/religión también habría que observar una relación multi-nivel y/o jerárquica que puede implicar otros y más amplios correlatos neuropsicológicos de acuerdo a cada religión específica4) pero indica que es sobretodo el cerebro derecho holístico-intuitivo y su neurofisiología las mayores bases de tal ideación.
Conclusión
De acuerdo con todos los datos presentados, la DA y las áreas prefrontales relacionadas cumplen un rol de procesamiento de la percepción/inferencias automáticas y generación de significado socio–emocional, mecanismo coherente con un modelo general de funcionamiento posterior/categorial → anterior/dimensional correspondiente a la ToM (Tirapu-Ustárroz et al. 2007), que es similar al que se intenta graficar en el neuromapa 2, al margen de que, de acuerdo con Boyer (2003) los sistemas inferenciales de la CSN sean independientes de la ToM. Este sistema neuroanatómico-fisiológico-psicológico es capaz de agregar un significado de «intencionalidad mental propia» a la detección de los estímulos apropiados (p.ej. organismos u objetos complejos), es decir, «como si» el objetivo o el estímulo se tratase de un ente social con el que tenemos la expectativa (placentera) de interactuar. Esto es en términos neurocognitivos lo que sostiene al PM y la CSN.
Notas:
↑ 1. En el contexto complejo (tanto natural como social) en el que hemos evolucionado, la ventaja adaptativa de tales mecanismos inferenciales pro-sociales es fácil de ver p.ej. para el establecimiento de coaliciones sociales o encontrar pareja. Y aunque tales mecanismos permiten también el surgimiento de ideas y creencias extraodinarias, todo esto perfila la propia evolución neurocognitiva humana en términos de adaptación social (Dunbar 1998).
↑ 2. Es necesario recordar que el efecto de estos sistemas subyacentes es generar explicaciones intuitivas de lo que se percibe, y que además, esto no se manifiesta exclusivamente en la CSN ni en el PM sino que se trata de un aspecto general del funcionamiento cerebromental, identificable desde el arte, la moral, la comunicación y la acción cotidiana hasta el pensamiento científico (Sturm & Gigerenzer 2006; ver «La intuición no es irracional»). Entre tanto, la evidencia experimental demuestra que las inferencias que caen en el campo de lo que definimos como ‘sobrenatural’ son exitosas culturalmente (p.ej. la universalidad de tales creencias en las socioculturas) precisamente porque violan nuestras expectativas y capacidades automáticas de conocimiento intuitivo (cf. «Contraintuitividad mínima»).
↑ 3. La literatura científica deja claro que el PM no es sinónimo de esquizofrenia, a pesar de poder identificársele en su sintomatología 'positiva'. De hecho, hay evidencia de PM en científicos mentalmente sanos (Pilette 1983; Harris 1997).
↑ 4. Veáse p.ej. un reciente estudio de imagenología cerebral sobre conceptos doctrinales específicos dentro de una creencia religiosa específica (Kapogiannis et al. 2009). En los diferentes conceptos se encuentra involucrado un número más amplio y diverso de áreas neurocognitivas dedicadas a otros aspectos mentales/conductuales implicados en una religión específica dada, como moral, premio/castigo, juicio, adherencia, etc.
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Estimados, el cambio de colores oscureció mucho el texto aquí..pueden cambiarlo?
ResponderEliminarSalud!!