13 septiembre, 2015

AGENCIA HIPERACTIVA, INHIBICIÓN EN ESCÉPTICOS Y SINTAXIS: MÁS LUZ SOBRE LA NEUROBIOLOGÍA DEL PENSAMIENTO MÁGICO

Por: Antonio Chávez
Una de las caracterizaciones neurocognitivas del pensamiento mágico (PM), desarrolladas en este blog, tiene como concepto crucial la ‘hiperactividad’ de la facultad de la atribución de agencia («Hyperactive/hypersensitive agent-detection device (HADD)» en español: dispositivo hiperactivo o hipersensitivo de detección de agente o de agencia), y por extensión, de la Teoría de la Mente (ToM, por su nombre en inglés Theory of Mind) de la cual forma parte (Barrett 2004). Es un concepto hipotético en principio, puesto que la persistencia cognitiva del PM indicaría tal hiperactividad, o porque en comparación con la cognición social de los chimpancés los humanos, al mostrar un enorme contraste en cuanto a sofisticación ideacional (p.ej. desde lazos sociales puramente abstractos hasta las recompensas lejanas que unen a los fieles con sus ancestros y sus dioses), resulta plausible suponer una mayor actividad metabólica en los sustratos neurales de la socialización, donde la atribución de agencia es un motor primario (Frith & Frith 2010; Zwickel et al. 2011). De hecho el solo saber que tales sustratos son más complejos en el cerebro humano induce la idea de que en efecto, su actividad sea también más compleja o elevada. Por otro lado, es notable el bajo mentalismo en el autismo, asociado a pobres niveles de creencias mágico-religiosas (Norenzayan et al. 2012), en contraste con la población normal, mientras que esta normalidad conforma un continuum que llega al hipermentalismo en la esquizofrenia (aunque en términos neurobiológicos esto no refiere a unos sustratos de la agencia más activos sino deficitarios, en contraste con la población normal, que tiene en realidad tales sustratos más activos metabólicamente). O bien observemos la actividad hipermetabólica de las prontas en madurar regiones temporoparietales de la ToM en infantes (humanos). En fin, no invocar el concepto de hiperactividad, como de hipoactividad, haría difícil crear un marco explicativo aquí.

En todo caso, Riekki, Lindeman, Raij (2014, resumen / completo) han mostrado que en efecto tal es la situación, al comparar los cerebros de los creyentes en lo sobrenatural con los de escépticos. Aunque el muestreo es pequeño (12 creyentes, 11 escépticos) y el diseño del experimento sencillo (pero suficiente: observar animaciones de objetos moviéndose aleatoria o intencionalmente, luego calificar la intencionalidad de las animaciones), los resultados sustentan lo asumido: «los creyentes en lo sobrenatural calificaron los movimientos aleatorios como más intencionales y tuvieron mayor activación de las circuiterías relacionadas con la ToM durante la animación con movimiento aleatorio». En el abstracto disponible, los autores mencionan en específico la sobreactividad de la región prefrontal medial. En la imagen de abajo se pueden apreciar en efecto las activaciones típicas de la ToM, pero en la condición aleatoria (random > rest) son más fuertes e incluso están más focalizadas en los creyentes p.ej. en las regiones parietal/temporal, y también en el sistema visual occipital. Entre tanto, el córtex prefrontal medial es una bien conocida parte del eje temporoparietal-prefrontal que soporta la agencia y la ToM. Esta zona, como discutido antes citando a Saxe & Powell 2006 «puede estar implicada más ampliamente en representar información social o emocionalmente relevante sobre otra persona». Esto apoya el concepto de hiperactividad agentiva, aunque no de manera tan robusta (ver p.ej. Maij et al. 2017).


Por otro lado, un estudio anterior de Lindeman y su equipo encontró en los escépticos una sobreactivación del giro frontal inferior derecho, también en contraste con los creyentes en lo sobrenatural. Se pidió a los participantes «imaginarse a sí mismos en situaciones críticas de la vida (p.ej. problemas en relaciones íntimas) y luego observar imágenes emocionalmente cargadas de objetos sin vida y escenarios (p.ej. dos cerezas rojas unidas). Los creyentes en lo sobrenatural dijeron haber visto en las imágenes signos de cómo las situaciones resultarían, con más frecuencia que los escépticos». Para ambos grupos de participantes hubo similar activación del giro frontal inferior izquierdo (Lindeman et al. 2013). Como es sabido, ésta región conforma parte del Área de Broca, y se asocia a la semántica y la elaboración de explicaciones y narrativas coherentes. Es muy acertada la discusión de los autores para el proceso implicado: «percibir sucesos aleatorios pero emocionalmente sobresalientes e inesperados como un modo de comunicación, similar a la comunicación natural a través del lenguaje, la mirada de los ojos o la señalización». Otra explicación podría ser la confusión entre dos tipos signos, símbolos o índices: «los simbólicos significantes, como la bandera de un país o una foto de dos cerezas rojas unidas entre sí, son arbitrarios y no tienen ninguna conexión real con sus referentes, el país y las relaciones íntimas. Un índice (p.ej. nubes oscuras), en cambio, es un signo que tiene una conexión causal física y temporal con su existente o próximo referente externo». Es decir, así como para un niño los nombres de las cosas son índices, las creencias sobrenaturales del adulto pueden ser índices envés de significados simbólicos, al estar p.ej. ante una escena inesperada, es decir, parecerá causalmente conectada a un evento del futuro. Ambos posibles procesos son de naturaleza lingüística. Volviendo al cerebro, será interesante notar que el córtex prefrontal izquierdo, bautizado por algunos autores como «el intérprete», sin embargo cuando sobreactivo está vinculado a las ideas falsas y delirantes (ver EL HEMISFERIO IZQUIERDO: PATRONES, HIPÓTESIS E IDEAS DELIRANTES; Devinsky 2009). Mientras tanto, su contraparte derecha se asocia a la inhibición cognitiva. Ya se hizo notar antes, precisamente, el papel inhibidor de esta región como parte del sistema de toma de decisión, el paso final para expresar una aserción mágica, o escéptica.

Hay implicaciones interesantes con todo esto. El segundo estudio, de Lindeman et al., aporta evidencia de que el escepticismo resulta de un proceso inhibitorio, que, ya asumido desde los estudios psicológicos, consume más recursos. Se ha tratado extensamente el supuesto de que el PM sea un default cognitivo, de lo que se deduce que lo opuesto, el escepticismo y por extensión el pensamiento científico, refieren a un proceso que funciona precisamente como restrictor del automatismo agentivo-mágico, aunque de carácter débil, superficial y transitorio: surge avanzada la niñez necesariamente bajo aprendizaje y entrenamiento, puede desaparecer en la vejez, está ausente en multitud de trastornos cognitivos y aún en experiencias comunes de estados alterados de consciencia (incluyendo el sueño) o bajo estrés, y de hecho, no es un atajo mental inmediato en situaciones que comprometen la integridad de la persona, muy a pesar de estar bajo entrenamiento escéptico. Sin embargo el primer estudio, de Riekki et al., muestra que el propio PM consiste en una sobreactividad agentiva, que, como también conocido, puede producir ideas erróneas y falsos positivos potencialmente comprometedores, mientras detenta una consistente continuidad entre las experiencias comunes y las patológicas. Con todo, el PM parece tener una base biológica: en términos adaptativos no importa mucho fabricar inferencias falsas, si en lugar de la «intención» de la hojarasca se intuye un agente invisible que podría ser un depredador agazapado, y así encender la alerta, envés de confundir un depredador real con los ruidos que produce la hojarasca. «La selección natural puede favorecer estrategias que conducen a errores frecuentes en la evaluación siempre que la respuesta correcta ocasional tenga un gran beneficio de aptitud física» (Foster & Kokko 2008). Esto por supuesto no se restringe al cerebro humano: su fundamento neurocognitivo p.ej. la agencia (incluyendo el reconocimiento facial, de ojos, y de movimiento biológico), está más allá de ubicarse desde el nacimiento mismo o aún antes (como visto en bebés prematuros) sino que se presenta a través de las especies (Happé & Frith 2014).

Entre tanto, el PM resulta ser más sofisticado y no parece reducirse a la atribución de agencia. Lindeman et al. 2013 muestran algo fundamental: a saber, que dos hechos u objetos queden enlazados causalmente de modo comunicativo, tal como si, en efecto, estuvieran diciendo algo, y que es computado por el cerebro humano en términos lingüísticos. No podría ser esto posible sin la convergencia de ambos procesos: agencia y lenguaje, y que es exactamente el concepto tomado de Subbotsky (2010 p. 9 § 1), esto es, que el PM implica que «los objetos físicos en el final receptivo de un proceso comunicativo tienen algún tipo de consciencia», independientemente anticipado por Guthrie (2002) cuando sugiere que los humanos están capacitados para «tratar con el mundo en general como si fuera social y comunicativo». Al sugerir el aparato motivacional del PM en el cerebro, llegando así a perfilar prácticamente los mismos sustratos neurales de la ToM, resulta que este aparato incluye regiones que soportan el lenguaje, o bien tienen cercanía inmediata o se traslapan, tanto en porciones posteriores del cerebro como el córtex parietal/temporal, comprendiendo el Área de Wernicke, donde yacen los procesos automáticos de agencia, como en porciones anteriores del cerebro en el córtex prefrontal, incluyendo el área frontomedial, abarcando el Área de Broca (los procesos finales de elaboración de narrativa, creencias y decisiones) en el córtex dorsolateral, inferolateral y orbitofrontal (aquí hay una conexión con el resto del aparato del PM: otros procesos corticales límbico-emocionales en la amígdala, y procesos subcorticales de recompensa y otras funciones vitales del organismo como la respuesta al estrés o el sistema neuroinmune). Recientemente, desde otro campo de investigación vecino, datos sobre las bases neurobiológicas del lenguaje armonizan con éstos en cuanto a las regiones del córtex involucradas, y además, los genes candidatos que regulan la construcción de las mismas (van der Lely & Pinker 2014). Lindeman et al. 2013 registraron importante actividad en un nítido eje occipital-inferotemporal-inferofrontal, es decir, como ya notado, una suma de procesos de percepción visual, reconocimiento facial y, a la luz de esos nuevos datos sobre los sustratos de operaciones del lenguaje, sintaxis y semántica, aspectos aportados por el Área de Broca. En resumen, la agencia y el lenguaje están íntima y directamente conectados. Y al parecer su traslapado anatómico en ciertas regiones implica un único proceso computacional.

Por lo visto los estímulos percibidos, es decir los potenciales agentes, se computan lingüísticamente por lo menos en algún punto procesual, pero que va a resultar crucial: las percepciones se filtran semánticamente (categorizaciones conceptuales p.ej. animado, inanimado) y se procesan sintácticamente (sujeto, verbo) para construir un sintagma imbuido de lógica narrativa (inferencias y sus propias reglas de elaboración), que se procesa (podría ser paralela y quizás independientemente debido a la especialización hemisférica izquierda-lenguaje, derecha-«espaciocepción», ver aquí) como lenguaje propiamente dicho (gramática innata y adquirida, palabras) para hablarse, sea que se exteriorice o no. Esto se trata de un proceso evidentemente comunicativo. Mi primera impresión es que las percepciones, categorizadas, son computadas como ‘sujetos’ que realizan ‘acciones’ siguiendo ciertos parámetros de construcción narrativa para hacerse fácilmente comprensibles. Parecen ser simultáneos e interactivos el sentido del espacio y su procesamiento lingüístico. En vista de que los procesos de categorización perceptual y semántica se traslapan en el córtex temporoparietal, y los de inferencias y sintaxis en el infero/dorsolateral prefrontal, aún y cuando más áreas estén involucradas y sobretodo en el hemisferio izquierdo, estamos ante una estrategia adaptativa de la evolución del cerebro humano: la manera menos costosa de prepararse para actuar en el entorno es entendiéndolo como de carácter comunicativo.

Puede ser obvio para tratar con agentes animados, pero una clara consecuencia es que toda percepción es susceptible de tal computación sintáctica sujeto←→acción, precisamente bajo una lógica de que todo ‘sujeto’ implica una ‘acción’ y viceversa. Y, al menos cuando ciertas condiciones perceptuales se cumplen, los agentes animados pueden activar un tipo de proceso, mientras que los inanimados como también la conducta extraordinaria de los agentes animados, puede activar otro proceso. La percepción del entorno puede desencadenar inferencias de aparentes acciones familiares y/o extenderse a intuir voluntad e intensión propia tal como si se tratase de una persona. Por ejemplo, el Área de Broca y su sintaxis es inmediata a la zona del córtex frontal motor que integra, con el córtex parietal/temporal, la red percepción/acción que contiene a las conocidas neuronas espejo (en inglés mirror neuron systemHappé & Frith 2014 p. 554 Fig. 1), donde el ‘código’ computacional es comparar el mapeo de las acciones percibidas con la biblioteca de los mapas de acciones propias (de uno mismo) hasta encontrar una similitud (VanOverwalle & Baetens 2009 p. 580); y cuando las acciones percibidas son «inconsistentes o implausibles», es decir «parecen carecer de una plantilla de reflejo [mirror template] adecuada en el repertorio motor con la que hacer coincidir», el proceso activa la ToM o sistema de mentalización (ídem.). En términos de tiempo, la red de percepción/acción o sistema de neuronas espejo es 200 a 300 milisegundos más rápida que la ToM (Thirioux et al. 2014).

Es la esencia ‘lógica’ del PM y posibilita el éxito del individuo al permitir elaborar inferencias de ‘patrones de conducta’ de los objetos del entorno (independientemente de si están vivos o no), y así construir anticipaciones y planes. Por supuesto, es la base de la teleología, las creencias mágicas y la religión. Entre tanto, el hecho de que sea en el hemisferio derecho donde se reprima, por lo visto específicamente, la expresión lingüística mágica del hemisferio izquierdo, pondría en relieve el carácter automático y default del PM: se espera que solo en una fase final de la inferencia es cuando surge un proceso inhibitorio, porque típicamente es así, aunque se necesita la secuencia temporal en que se suceden los procesos para sentar empíricamente que en efecto es el caso en cuanto a la inhibición escéptica frente a la intuición mágica.

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