10 diciembre, 2009

SOBRE CIERTO MAPA CEREBRAL DE LA ESPIRITUALIDAD: IMPLICACIONES PSEUDOCIENTÍFICAS

Por: Antonio Chávez
hnc.correo@gmail.com

En una nota publicada en la web de la NPR (National Public Radio), «Is This Your Brain On God?», se muestra la ilustración de un «mapa» del cerebro durante la experiencia mística o divina, tal como podemos ver en la imagen de la izquierda. Según informa la revista electrónica Tendencias21, este mapa fue elaborado por el IONS, Institute of Noetic Sciences. El mapa tiene diversos enlaces a sendos artículos periodísticos referenciales, para verlos hay que ir a la página de la nota en NPR y pinchar en las partes del mapa. Citando investigadores de diversos campos (científicos) y otros personajes, los textos tienen un formato de artículo de opinión consistente en presentar una perspectiva escéptica y otra, «de mente abierta» como propugna el IONS. Sin embargo, es precisamente en la lectura más detenida de este mapa donde identifico ciertos argumentos discutibles o abiertamente controvertidos, más que «abiertos», por sus connotaciones pseudocientíficas.

Para empezar, el IONS investiga el potencial humano, concentrándose para tal cometido en las capacidades de la conciencia, con especial interés en la meditación y la espiritualidad, como también en la parapsicología: los «poderes psíquicos». Entre sus integrantes cuentan p.ej. Deepak Chopra, Rupert Sheldrake y Dean Radin. No haré un extenso análisis aquí: un factor común entre todos estos autores, que de hecho integra la visión del IONS, es abrazar el «misticismo cuántico» o bien alguna entidad o circunstancia holística (es decir, algo que implica que todo -en el universo- está conectado, predominantemente asociado a una filosofía mecanocuántica) que afecta aspectos físicos, como la actividad neuronal en el cerebro.1

Sobre las notas en cuestión, la primera parte, «The God Chemical: Brain Chemistry And Mysticism», nos habla de ciertas sustancias químicas como el LSD y su efecto en el cerebro, análogo, sino lo mismo, que la experiencia mística, en lo que se asocia fuertemente la serotonina. Y, mientras para el neurocientífico Solomon Snyder saber que las drogas psicodélicas inducen estados de conciencia análogos a la experiencia mística, significa que entonces podemos saber qué ocurre en los cerebros de los místicos, para el neurofarmacólogo Roland Griffiths «sin embargo (...) todos los estudios en el mundo no pueden responder a su pregunta central acerca de la espiritualidad: “¿Por qué ocurre eso? ¿Por qué el organismo humano ha sido diseñado, si se quiere, para esta experiencia?”». Nótese pues el formato advertido.

La segunda parte, sobre el lóbulo temporal «Are Spiritual Encounters All In Your Head?», resulta más claramente controvertida en tanto nos remite al concepto del «punto Dios».2 Estimulando electromagnéticamente con su «casco de Dios» las áreas temporal y parietal del cerebro, Michael Persinger, de la Universidad Laurentian, induce la percepción ilusoria de una imagen o una cara, para quien estos resultados son «evidencia de que Dios y toda experiencia espiritual son un producto del cerebro». Dios es la ilusión de «un absoluto que existe independiente del cerebro humano» de acuerdo con Persinger. En cambio, Orrin Devinsky, profesor en la Universidad de Nueva York, responde con un sencillo «no» a la cuestión de si trazar las experiencias espirituales signifique que nada espiritual está ocurriendo, haciendo una comparación con el innegablemente existente amor que hay entre un hombre y una mujer enamorados.

En la tercera parte se comenta sobre el lóbulo parietal, «Prayer May Reshape Your Brain... And Your Reality», y las experiencias de meditación estudiadas por Andrew Newberg,3 neurocientífico de la Universidad de Pensilvania, quien también estudió a monjes franciscanos en estado de profunda oración y el fenómeno de «hablar en lenguas». Él opina que no puede probar que una persona religiosa esté en comunión con Dios.4 Fundándose en estudios que muestran que la meditación puede afinar algunas áreas cerebrales (de hecho, se ha mostrado una correlación entre mayor experiencia en meditación y el grosor cortical en precisas áreas prefrontales, parietales y temporales: Lazar et al. 2002), el artículo sugiere que la conexión con lo espiritual finalmente puede modelar físicamente el cerebro. Evidentemente sugerido, lo espiritual, de hecho definido en términos puramente espirituales, es algo preconceptuadamente externo al cerebro.

La cuarta parte, respecto al cerebro entero y la biología de la creencia, titulada «Can Positive Thoughts Help Heal Another Person?», resulta abiertamente pseudocientífica. Se dice que en el National Institutes of Health ahora se está estudiando si los pensamientos de una persona pueden afectar el cuerpo de otra persona, partiendo de investigaciones sobre cómo la fe puede afectar el curso de una enfermedad, o aún curarla, supuestamente. Bien, mientras esto podría explicarse en términos psico-neuro-inmunes, a lo primero Richard Sloan, del Behavioral Medicine at Columbia University Medical Center, responde que «inequívocamente no» es posible. Como él comenta, aún el hecho de que la oración mejore la salud es algo no demostrado, ya que los experimentos al respecto o bien han sido fraudes, o estuvieron mal diseñados o bien otros más rigurosos arrojan resultados significativamente negativos.

Extrañamente, la respuesta a esto termina buscándose en el estudio de lo que no es sino algo «telepático»: cómo entre dos personas que se aman los pensamientos de una sobre la otra pueden causar en ella efectos físicos (cambios en la presión arterial). Para el parapsicólogo Dean Radin, del IONS, dado que la ocurrencia casual aquí es de 1 en 11000, «¿cómo se explica esto? Nadie sabe realmente. Pero Radin y algunos otros piensan que una teoría conocida como “entrelazamiento cuántico” (quantum entanglement) puede ofrecer algunas pistas. He aquí cómo funciona. Una vez que dos partículas han interactuado, si las separamos, incluso por millas, se comportan como si estuvieran todavía conectadas. Hasta ahora, esto sólo ha sido demostrado en el nivel subatómico.» Y a pesar de esto, se elabora semejante explicación5 y, claro, Sloan dice que «la idea subyacente es errónea (...) el entrelazamiento simplemente no funciona de esta manera. “Los físicos están muy claros que la relación es puramente de correlación y no causal. Está bien ser de mente abierta, pero no tan de mente abierta para que sus sesos se caigan.”».

Por último, la quinta parte «Decoding The Mystery Of Near-Death Experiences», toca el asunto de las experiencias cercanas a la muerte (ECM). Enfocando la discutible ECM de una cantante durante una cirugía cerebral, para el cardiólogo Michael Sabom, captar una serie de detalles audibles alrededor en tales circunstancias, se trató de percepción paranormal en vista de que las entradas sensoriales estuvieron, supuestamente, bloqueadas: «su percepción sensorial física estuvo fuera de la mesa»; para él esto «plantea la posibilidad de que la conciencia pueda funcionar aún cuando el cerebro está desconectado». Mientras para el anestesiólogo Gerald Woerlee, quien también estudió el caso, «este reporte provee absolutamente ninguna evidencia de supervivencia de cualquier tipo de conciencia fuera del cuerpo durante ECM o cualquier otra de tales experiencias» aludiendo a respuestas más sencillas, como que los tapones de los oídos pudieron no estar bien ajustados o la propia transmisión de sonido a través de la mesa de operaciones. Sin embargo, se insiste con Sabom y luego asociando los trabajos de Mario Beauregard6 en la posibilidad de conciencia sin cerebro y entonces «¿si la hay, significa eso que hay un alma o espíritu?». Esto a pesar de que, ciertamente, no hay ninguna evidencia que sugiera ello y aún cuando se pongan como «conclusiones opuestas» los comentarios de Woerlee y Beauregard.

***

Comentarios

Al final de la quinta parte, la autora Barbara Bradley Hagerty, corresponsal de religión en la NPR, concluye que:
He descubierto esta dicotomía por doquier al entrevistar a los expertos sobre la emergente ciencia de la espiritualidad. Es como una especie de prueba de Rorschach: Algunos investigadores miran los datos y dicen que la experiencia espiritual es sólo una tormenta eléctrica en el lóbulo temporal, o un cerebro privado de oxígeno - todo plenamente explicable por la ciencia. Otros dicen que nuestros cerebros están reflejando un encuentro con lo divino.

Y casi invariablemente, dónde un científico se ubique en este asunto tiene poco que ver con los hallazgos clínicos de cualquier estudio. Ello tiene casi todo que ver con las creencias personales del científico
.
Es bastante cierto lo que dice, solo que como principio también aplica para quienes insisten en que la conciencia puede existir sin cerebro y/o independientemente fuera de él. Sin embargo, y que no sería exagerado decir que es lo más grave a efectos de la consistencia de tales conceptos: no existe un solo dato que haya podido ser verificado satisfactoria y adecuadamente sugerente de ellos (y aquí «satisfactorio» ni «adecuado» significan que encajando con las creencias personales filo–escépticas, sino, siguiendo una metodología estricta). Esgrimir argumentos mecanocuánticos no ha cambiado el asunto: sigue siendo puramente especulativo tal como el propio Radin en Entagled minds lo deja ver al preguntar: «¿Qué si estas especulaciones son correctas?», mientras levanta las típicas cuestiones sugerentes que finalmente pseudocientíficas, respecto a que la mente estaría conectada al universo entero (mecanocuánticamente), sino qué significa que el autor prosiga preguntando «¿Pueden las experiencias psíquicas o “psi” ser estudiadas por la ciencia, o están ellas más allá del alcance del entendimiento racional?». Bien, si se insiste en colocar estos supuestos asuntos «más allá» de la razón y de la ciencia, la pregunta fundamental es más bien cómo es que se piensa sentar una «ciencia de la espiritualidad» recurriendo precisamente a la neurociencia.

Hagerty fue citada en otro artículo nuestro, precisamente respecto a las controversias en torno al estudio científico de la religión: visitó a Persinger y experimentó con el controvertido «casco de Dios» como parte de la investigación para su libro Fingerprints of God: The Search for the Science of Spirituality‎. Para ella no basta la explicación neurocientífica porque como se dijo, es de esperarse en tanto que mujer de profunda fe cristiana, sin embargo, le presta atención a otros aspectos científicos igualmente controvertidos: el «punto Dios» y el «gen de Dios», aún cuando ella misma niegue que haya pues un sitio exclusivo para pensar o sentir a Dios en el cerebro, o que exista un gen que determine creer en él… pero concluye: «parece que estamos cableados para conectar con Dios». Obviamente, para Hagerty «hay una realidad espiritual que existe más allá de nuestro mundo físico cotidiano». Así que, si asumimos que sus creencias religiosas y meta–físicas son un modelo base para validar sus interpretaciones de las evidencias pertinentes, entonces aplica más implacablemente su principio de que todo lo que diga «tiene casi todo que ver con (sus) creencias personales», sabiendo que la base es, precisamente, lo que dice la Biblia y no un sistema de hechos científicos.

Entre tanto, el mapa cerebral elaborado, además de remitir al tema del «punto Dios», ciertamente inexistente, remite a los efectos de la serotonina para algo supuestamente «sublime», cuando este neurotransmisor están mejor asociado, precisamente, a los estados alucinatorios, que es algo de lo que la autora pretende separar la experiencia mística (sin necesidad que aquí se sugiera, contrariamente, que sean lo mismo). En líneas muy generales, diría que superficiales, el mapa en sí es consistente con los diversos hallazgos sobre el misticismo y la espiritualidad neurocientíficamente estudiadas, sin embargo, en tanto que no hay un análisis de cómo el cerebro puede formar la idea de Dios, enfocarse solo en la actividad neural durante ciertas experiencias conduce, parece que necesariamente por falta de un análisis más amplio y multidisciplinario, a proponer un factor causal «externo». Esto no es sino una extraña forma de reduccionismo metafísico que vuelve la utilidad del mapa no solo pseudocientífica, sino que a–científica al sugerirse todo el tiempo el carácter trans–empírico de «la realidad espiritual».

No se menciona para nada, por ejemplo, que pensar o sentir a Dios es muy similar, sino lo mismo, en ciertos estados inusuales como en las creencias comunes y que sobretodo, esa semejanza consiste en la activación de las áreas cerebrales dedicadas a la cognición social normal: se ha mostrado que pensar en Dios no es diferente de pensar en una persona. Hasta ahora, científicamente hablando, ha resultado más fructífero preguntarle a los psicólogos (y aún a los antropólogos o a los sociólogos), en lugar de a los físicos cuánticos (o aquellas personas ajenas al campo pero que hacen extrañas interpretaciones de ello), cómo es que puede aparecer la idea de Dios en el cerebro.7 No se toca pues el interesante progreso que ha hecho la psicología cognitiva para explicar cómo se estructura la ideación de agentes sobrenaturales como dioses o espíritus,8 menos aún el estudio psicológico de las creencias en poderes psíquicos.9 Todo esto también tiene correlatos neurales, que como se dijo, ya se evidencian similares a los de la experiencia mística,10 aún siendo que el estudio neurocognitivo de la religión es ciertamente incipiente.

Finalmente, se habla de genes y de cableados que nos programarían para contactar con una realidad divina externa, sin embargo, es obvio que el evolucionismo aquí no tiene cabida: si hay genes y cables de Dios, fue él mismo, ni más ni menos, quien los puso. Este mapa cerebral de la espiritualidad no es una guía científica sino una guía religiosa, ideal para la persona de fe que lo que quiere saber es qué partes de su encéfalo se activan para contactar con una realidad divina o espiritual externa inalcanzable, paradójica y contradictoriamente, por el propio entendimiento racional.


Notas:

1. Remito al lector estos artículos críticos desde la perspectiva de la neurociencia: Mecánica cuántica y cerebro: una revisión crítica (Pastor-Gómez, Revista de Neurología 2002, 35:87-94); Quantum mechanics in the brain (Koch & Hepp, Nature 2006, Vol. 440); o este otro, desde la perspectiva de la física de acuerdo con Victor Stenger: The Myth of Quantum Consciousness (Stenger, The Humanist 1992, Vol. 53, Number 3, pp. 13-15). Respecto a Sheldrake, biólogo cuya hipótesis de los «campos mórficos» no es mecanocuántica, pero cuyo holismo recuerda fuertemente, véase estas referencias citadas por wikipedia.

2. Se ha tratado con más detenimiento este tema en Neuroteología: el «Casco de Dios» y la «presencia sentida», de Neurociencia de la religión (VI).

3. Previamente analizado en Regiones parietal y frontodorsolateral durante la meditación religiosa: el espacio externo como agente intencional, de Neurociencia de la religión (VII).

4. Sin embargo, Newberg es más ambiguo aún en otras declaraciones, p.ej. en ésta.

5. Vésae p.ej. Entangled Minds (Radin, Paraview Pocket Books, 2006).

6. Cuyo estudio de la experiencia mística en el cerebro vimos previamente. Ahí lo citamos precisamente diciendo que tal experiencia implica «la impresión subjetiva de contacto con una realidad espiritual».

7. Véase p.ej. el más reciente libro del físico y fuerte crítico de la teología/misticismo cuántico, V. Stenger, Quantum Gods: Creation, Chaos, and the Search for Cosmic Consciousness.

8. cf. Supernatural Agents: Why We Believe in Souls, Gods, and Buddhas‎ (Pyysiäinen, Oxford University Press US, 2009; ver en google books).

9. cf. Belief in psychic ability and the misattribution hypothesis: A qualitative review (Wiseman & Watt, British Journal of Psychology, 2006, 97, 323–338)

10. Entre tanto, se ha mostrado que las habilidades paranormales o psíquicas (‘psi’) como ‘telepatía’, ‘clarividencia’ o ‘precognición’, «evocaron respuestas neurales indistinguibles» de las producidas ante estímulos no–paranormales (Moulton & Kosslyn 2008). Para los autores «estos hallazgos son las más fuertes pruebas obtenidas contra la existencia de los fenómenos mentales paranormales».

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