02 julio, 2009

HOLISMO, BIOLOGÍA Y EL ORIGEN DE LA RELIGIÓN

Por: Antonio Chávez hnc.correo@gmail.com
En «La contraintuitividad (intuitiva) y el origen de la religión» vimos que Guthrie retoma las antiguas ideas del biólogo alemán J. J. von Uexküll (1864 - 1944) en su sugestiva búsqueda los fundamentos cognitivos del animismo en la conducta animal. Sería interesante saber algo más sobre estas ideas holísticas y biologicistas antiguas y el estado actual del estudio científico de la religión. La referencia de Guthrie es similar, en lo que respecta a discutir el origen de la religión, a la referencia hecha por el médico español Juan Catrecasas al neurólogo C. von Monakow (1853 - 1930) (Kurowski 2001 p. 220). Otro médico, el holandés Henricus Rümke, también se fundamentó en von Monakow para buscar las raíces de la creencia religiosa (cf. Belzen en Corveleyn & Hutsebaut 1994 p. 15). von Monakow creyó en un principio vitalista y general subyacente a la conducta y el intelecto humanos que según él se manifiesta en cinco instintos, y entre ellos un «instinto cósmico» o religioso que es pues el sustrato último de la religión. Así, en 1939 en su libro «Psicobiología general de los instintos» Cuatrecasas escribió: «La vida tiende hacia el infinito, y el organismo tiende a conservar su trayectoria, su integración psíquica; el instinto religioso es así un instrumento al servicio del instinto de conservación» y que «El origen biológico del sentido religioso parece estar de acuerdo con la universalidad de las creencias en la especie humana. No sabemos nada del instinto místico de los animales, aunque algunos naturalistas creen que los antropomorfos profesan un culto al Sol exteriorizado por griteríos inarticulados. Más es un hecho digno de ser resaltado, que los primitivos sistemas religiosos son mitos de carácter cósmico. Las fuerzas biológicas del hombre son proyectadas hacia el cosmos y así surge la deificación de los instintos en formas astrales como la más natural manifestación de la primitiva conciencia religiosa.» (cf. «Psicobiología general de los instintos» en Gen altruista, 2001). No he podido encontrar las referencias de este intrigante comentario que hizo Cuatrecasas sobre tal supuesta conducta (en simios) y ciertamente desconozco cualquier dato u observación de este tipo. Entre tanto, se ha observado una «danza de la lluvia» chimpancé (Guthrie en Pyysiäinen & Anttonen 2002 pp. 42 y 45). Mucho de lo que sabemos científicamente sobre la conducta de los simios es reciente y quedan dudas sobre las interpretaciones de los naturalistas de los que nos habla Cuatrecasas. Sin embargo, fuera de cualquier connotación «religiosa» en la observación de estos naturalistas, es en cambio muy probable que los chimpancés (y en general los animales) sean «animistas» en términos cognitivos (ibid. p. 46) y neurales, dada la correspondencia entre humanos y chimpancés de los sustratos neurales involucrados en el sistema de agencia (surco intraparietal: Orban et al. 2005; Grefkes & Fink 2005). Adicionalmente, la detección de movimiento biológico, componente nuclear de la agencia, se ha mostrado tanto en humanos como en chimpancés (Tomonaga 2001; Tomonaga en Matsuzawa 2008 pp. 77-86). Por otro lado, aunque directamente relacionado, la propia facultad de imaginación es identificable en otros animales y por supuesto en chimpancés, y sus bases neuroanatómicas también se corresponden entre humanos y chimpancés. Entre tanto, la existencia de un sustrato de tipo instintivo de la religión en sentido global, p.ej. una base genética para todo el fenómeno religioso, es bastante improbable, o mejor dicho, imposible (cf. «Antropología y religión 1»). Es decir, von Monakow y quienes se fundamentaron en él reducen la multiforme fenomenología tanto ideacional como conductual, que cae dentro de lo que se puede definir como 'religión', a un dispositivo adaptativo que necesariamente implicaría una base genética específicamente correlacionada con tal multiformidad. Entre tanto, hemos visto que el outputatribución de animación del input visual es innato y que está filogenéticamente fundado, es decir que aquí es bastante probable una base genética. Fuera de esto y hasta hoy, a lo mucho es empíricamente probable (además de plausible) que existan bases genéticas relacionadas con cierta propensión a aspectos conductuales englobados en la 'religiosidad' (p.ej. devoción, asistencia religiosa o seguimiento de doctrina en estudios en gemelos: Bouchard et al. 1999; Bouchard & McGue 2003 p. 29-31; Koenig et al. 2007, 2005) o la propensión al pensamiento mágico en tanto que neuroquímica y neuroanatómicamente regulado (Raz et al. 2003; Crespi & Badcock 2008). Aunque, esto no significa que existan genes exclusiva o únicamente regulando tales aspectos. Desde la perspectiva de la religión como subproducto evolutivo, el material genético aquí asociado a las facultades, procesos y estructuras subyacentes debe ser uno funcionalmente generalista. Esto concuerda con la creciente evidencia de una regulación genética generalista vinculada a diversos procesos cognitivos simultáneamente (Butcher et al. 2005; Kovas & Plomin 2006, 2007; Davis et al. 2007; Haworth et al. 2009). Ahora bien, el caso de la propensión a ciertas conductas influidas genéticamente que caen dentro de lo definido como 'religiosidad', no sugiere que 'la religión' tenga un sustrato genético «expresamente dedicado» como erróneamente suele entenderse (del mismo modo que tampoco existe «un punto» religioso en el cerebro), sino más bien apunta a que, continuando en una perspectiva evolucionista, algunas conductas sociales no dirigidas específica o exclusivamente a la religión pueden haber resultado integradas a ella mediante mecanismos socioculturales debido a específicas exposiciones ambientales, p.ej. que cierta conducta cohesiva se vinculara por transmisión cultural a una «experiencia religiosa» – algún estado alterado de consciencia con típica ideación mágica resultante de la exposición del individuo o el grupo a determinada circunstancia estresante. De hecho, hay evidencia de que el pensamiento mágico y la conducta supersticiosa se incrementan bajo condiciones de estrés (Keinan 2002). En tanto que los rasgos conductuales que conforman la religiosidad pueden identificarse en otras relaciones entre el individuo y el grupo social (familia, partido político; cf. apego; Kirkpatrick & Shaver 1990; Kirkpatric 1999), el sentido de vinculación y cohesión socio–emocional entre individuos manifiesto en la religiosidad no se enfoca pues exclusivamente a ella, por tanto la religión no es el origen de la conducta pro-social humana, sino que ésta resulta en un aspecto general humano, filogenéticamente fundado, e incluso entendible como instintivo (p.ej. altruismo, bonding). Es necesario notar que los datos etnológicos y antropológicos acumulados demuestran ampliamente que si bien la religiosidad, el altruismo o la moral son aspectos conductuales centrales en algunas religiones (p.ej. cristianismo), prácticamente son inexistentes en otras y en realidad muchas de ellas no contemplan los asuntos morales como dependientes de agentes sobrenaturales. Algo similar ocurre con los aspectos ideacionales de la religión. Si bien son ciertamente diversos a través de las culturas los resultados del pensamiento mágico y la agencia sobrenatural dirigidos al cósmos (mitos cosmogónicos, teodiceas, dioses-astros, espíritus-meteoritos) o en términos cognitivos, al espacio distante (espacio extrapersonal: cf. Previc 1998), los componentes cerebromentales apuntan a la cognición visuoespacial, los sistemas de agencia y la contraintuitividad: atribución de intencionalidad «personalizada» al espacio distante. En tanto que hablamos de una combinación «folk mechanics» (objetos/eventos inanimados del espacio distante: cielo, astros, eclipses, fenómenos meteorológicos) + «folk psychology» (atribución de intención), esta no necesitaría estar regulada por algún patrón neurobiológico prefijado, sino que, como hemos visto, puede surgir en virtud de la exposición de los dominios implicados a ciertos estímulos o circunstancias. En efecto, como también se ha notado en las conclusiones de «La contraintuitividad (intuitiva) y el origen de la religión», la agencia sobrenatural–religiosa parecería ser una idea únicamente humana. Es decir, no luce posible que exista un instinto religioso como sustrato p.ej. de las ideaciones cosmogónicas. En todo caso, el conocimiento científico actual sugiere, p.ej. debido a la propia funcionalidad neurocognitiva y dopaminérgica lateralizadas hacia la derecha (siendo pues el hemisferio derecho más intuitivo y holístico), que de modo natural (aunque no instintivo) se construyen inferencias precisamente de tipo holístico y animado-intencional sobre el mundo que nos rodea. Es decir: (1) si bien los patrones de interconexión entre diversas funciones y estructuras neurocognitivas pueden venir pre-determinados genéticamente y ser innatos (p.ej. la asociación automática movimiento biológico/intencionalidad), lo que evidentemente nos conduce a la investigación biológica tal como nos muestra Guthrie, (2) los conceptos específicos y explícitos que emergen funcionalmente (p.ej. la idea sobrenatural de un agente volitivo controlando el amanecer) no lo están o en todo caso, no podrían. Esto porque tal emergencia en sí misma consiste en las operaciones entre mayores sistemas neurocognitivos asociativos (lóbulo prefrontal) según su interacción con el entorno. Lo último, aunque de hecho evidentemente derivado de (1), no puede determinarse neuro-genéticamente, por tanto no puede ser predicho con exactitud como tampoco es algo inevitable. He aquí la variabilidad sociocultural de las ideaciones sobrenaturales (diversos mitos, divinidades y ritos) o aún su ausencia (irreligiosidad, ateísmo).

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