Por: Antonio Chávez
En Internet se está librando una batalla contra la pseudociencia y la conspiración antivacunas, ya que las redes sociales virtuales están convenciendo a las personas de rechazar las vacunas. Esto es un evidente peligro para la salud pública. Sin embargo, no se puede culpar solamente a las personas de su analfabetismo científico. Es obvio que las conspiraciones antivacunas están hechas de lo (poco o mal) que la gente sabe, más que lo que no sabe, sobre ciencia. La cultura popular, el entretenimiento, y la ciencia-ficción más consumida están dominadas por la física, la astronomía y la tecnología, no por las ciencias de la salud ni la mente (medicina, neurociencia, psicología). P.ej. las personas pueden «saber» de física porque desde hace años las citas de Einstein y la magia cuántica están por todos lados, pero no han sido familiarizadas sobre cómo se reproduce un virus.
De ahí la extraña lógica a la luz de la ciencia, pero del todo coherente para el pensamiento mágico, de una física intencional sobre la salud: aparatos tecnológicos que producen enfermedades. Si quienes se involucran con la ciencia y su divulgación como los transhumanistas, creen con convicción que la tecnología nos dará inmortalidad, ¿qué podemos esperar de las personas poco o nada involucradas con la ciencia real? Replicar que son tontas, y burlarse de ellas, denota un implícito fracaso de la divulgación científica, además de soberbia (ya que de hecho ni siquiera es una respuesta racional), ante la escalada del conspiracionismo, y no son estas las estrategias pseudocientíficas para afrontarlo como veremos.
Antes que nada, hay una asimetría en la difusión de los saberes científicos: los sitios populares de divulgación científica tienen en primera línea física y astronomía. No existe ícono más famoso que defina lo que es la ciencia en general como Einstein, Sagan, deGrasse o Hawking. Prácticamente no existen citas populares de médicos ni psicólogos (no cuenta Freud porque no es científico), tal como se cita a los ya mencionados. Incluso hay espacios que divulgan las opiniones de deGrasse sobre la curiosidad infantil, en lugar de a p.ej. Piaget que sí estudió la mente de los niños. Se ve invocar a Javier Santaolalla, un físico e ingeniero, para aconsejar al público sobre poner las pasiones a un lado para abandonar el conspiracionismo, y aún defenderlo como un especialista, tal como si no existiesen los psicólogos ni que esto fuera su especialidad (y nadie serio invoca a un psicólogo para hablar de mecánica cuántica). Lo más televisado históricamente sobre ciencia y tecnología a nivel mundial fue el alunizaje, no algún trasplante de corazón y menos la revolución cognitiva, aún siendo logros contemporáneos de fines de 60s, así como la exitosa reedición de Cosmos no tiene parangón en la medicina ni la neurociencia.
Estamos ante un claro sesgo de preferencia de cierta clase de materias científicas sobre otras. Por ejemplo, el prejuicio de “la ciencia exacta” proviene de varias causas:
- en parte de las presuntas diferencias relativas entre los estilos cognitivos masculino y femenino,
- cuál de tales estilos es el que domina sociocultural e históricamente,
- y cómo esto se aprende en la niñez.
Para decirlo muy resumidamente, la preferencia por el espacio y los números, y el menosprecio por la mente y la intuición (y la interacción empático-social que éstas demandan, aspecto implícito en el ejercicio de las ciencias de la salud y la mente), deriva de la dominación masculina a nivel cultural, porque en realidad en el plano cognitivo y evolutivo los primeros no son mejores ni superiores a las segundas. Sin embargo esa dominación cultural masculina afecta la ciencia, y para mostrarlo es necesario conectar cognición, cultura y estadística.
«Esto no es una percepción: los datos indican que las mujeres siguen estando infrarrepresentadas en la ciencia, la tecnología y el desarrollo a nivel mundial (menos de un tercio de los investigadores en todo el mundo son mujeres; 32% en América del Norte y Europa Occidental). Además, las mujeres tienden a tener un acceso limitado a la financiación de la investigación y continúan siendo una minoría entre los profesores universitarios y los líderes de las principales instituciones de investigación y, por tanto, en los procesos de estrategia y toma de decisiones» (Cita e imagen de Bardají 2018).
Veamos. Por un lado, una reciente investigación de gran alcance internacional, encuentra que el rendimiento escolar entre adolescentes en ciencia y matemática (donde los chicos superan a las chicas) se relaciona robustamente a la igualdad de género: más de ésta va con un mejor rendimiento de los chicos en ciencia/matemática y un mejor rendimiento de las chicas en lectura y autodisciplina, por lo que aún a pesar de su superioridad en ciencia/matemática los chicos no obtienen mejores calificaciones que las chicas (Ericksson et al. 2020). Las sociedades más igualitarias sobre el género lideran la investigación científica (Europa, América, en contraste con los países árabes que están en el extremo del machismo y la desigualdad de género), pero con un evidente sesgo cognitivo.
Luego, es algo bien documentado histórica y estadísticamente que hay más hombres en física e ingeniería, mientras que en ciencias médicas y sociales van parejos con las mujeres. Esto, sin embargo, se acentúa a favor de los hombres cuando se gradúan y luego ejercen laboralmente. De este modo son ellos quienes terminan liderando la investigación y dominando las publicaciones, los proyectos y, la divulgación científica. Esto es aún más marcado en Latinoamérica. Se suele decir, basado en datos sobretodo sociológicos, que las mujeres abandonan la ciencia por elegir la maternidad, pero esto no parece ser correcto luego de un análisis más cognitivo: el problema es un sesgo de género instalado desde la niñez que afecta negativamente a las mujeres en el ámbito científico, desalentándolas (Sigala & Murphy 2018). En cinco décadas de estudios, donde niñas y niños dibujan un científico hombre cuando se les pide que retraten a una persona científica, aunque han aparecido más mujeres, persiste el estereotipo masculino (Miller et al. 2018).
Por otro lado, los espacios virtuales de divulgación científica no están reflejando el índice real de las publicaciones científicas. Con base en Altmetric (2014), vemos que a pesar de que la medicina y la salud ocupan el mayor volumen de publicaciones difundidas, en notable contraste con la ausencia de la psicología, no son estas las noticias científicas más rebotadas en las páginas populares (y aquí la ausencia de la psicología es ya casi absoluta), donde la cobertura, como divulgación relativamente seria y/o como simple entretenimiento de memes, en cambio se concentra como se decía en la física y la astronomía. Con todo lo mostrado, esta es la ciencia masculina que finalmente llega al gran público.
Así, es plausible que la igualdad de género deba implementarse mejor en la ciencia (tanto en al ámbito educacional y como el laboral), porque este sesgo cognitivo-cultural se manifiesta además en una brecha de género que es un problema real y persistente dentro de la ciencia (Shen 2013; Viglione 2020). Entonces, la tarea de eliminar el analfabetismo científico pasa por un replanteo de la divulgación científica y el aprendizaje de la ciencia donde se democraticen los estilos cognitivos que los articulan: más mente e intuición, superar su desprecio, y valorarlas tanto como al espacio y los números (o en realidad más que a éstos, ya que parece urgente para evitar una catástrofe de la salud física y mental).
Cito a Francisco Mora para ilustrar lo dicho: «muy poco se puede enseñar y aprender bien sino esta mediado por la emoción. Y esto se basa en nuestros conocimientos actuales acerca de cómo funciona el cerebro» (Educación 3.0 2019). Así pues, esta batalla contra la pseudociencia la decidirán «la mente y el corazón». Para las autoridades de la salud una entrevista interpersonal con un médico puede ser convincente sobre la vacunación, si se empatiza con el cliente y se lidia con su resistencia a la vacuna sin antagonizar con sus puntos de vista (Stecula et al. 2020). Y debe evitarse avergonzar, ridiculizar o marginar al público (Molteni 2020).
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Bibliografía:
📑 Ericksson et al. THE RELATION BETWEEN GENDER EGALITARIAN VALUES AND GENDER DIFFERENCES IN ACADEMIC ACHIEVEMENT. Front. Psychol., 20 February 2020.
📊 Women in STEM | Percentages of Women in STEM Statistics. 2019
📑 Sigala & Murphy 2018. WOMEN SCIENTISTS IN PSYCHOLOGY: GENDER BIAS AND CHANGE. www.hoddereducation.co.uk/psychologyreview
📑 Miller et al. THE DEVELOPMENT OF CHILDREN'S GENDER‐SCIENCE STEREOTYPES: A META‐ANALYSIS OF 5 DECADES OF U.S. DRAW‐A‐SCIENTIST STUDIES. Child Development / Volume 89, Issue 6. 2018.
📑 Shen. INEQUALITY QUANTIFIED: MIND THE GENDER GAP. Despite improvements, female scientists continue to face discrimination, unequal pay and funding disparities. Nature 06 March 2013.
📑 Viglione. ARE WOMEN PUBLISHING LESS DURING THE PANDEMIC? HERE’S WHAT THE DATA SAY. Early analyses suggest that female academics are posting fewer preprints and starting fewer research projects than their male peers. Nature 20 MAY 2020.
📑 Francisco Mora. EL CEREBRO SOLO APRENDE SI HAY EMOCIÓN. Para Francisco Mora, docente, doctor en Medicina y Neurociencia, y catedrático de Fisiología, la clave no está en fomentar las emociones en el aula, sino en enseñar con emoción. Por eso, un «profesor excelente es capaz de convertir cualquier concepto, incluso de apariencia ‘sosa’, en algo siempre interesante». Entrevista por Educación 3.0. 05/09/2019
📑 Dominik Andrzej Stecula, Ozan Kuru, Kathleen Hall Jamieson. HOW TRUST IN EXPERTS AND MEDIA USE AFFECT ACCEPTANCE OF COMMON ANTI-VACCINATION CLAIMS. Harvard Kennedy School Misinformation Review, 2020.
📑 Molteni. AN ARMY OF VOLUNTEERS IS TAKING ON VACCINE DISINFORMATION ONLINE. Wired. 06.15.2020
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