Por: Antonio Chávez
Hoy ya no se discute que la religión sea un objeto legítimo de estudio
científico: en tanto no es sino un fenómeno psicológico y social humano, es
perfectamente abordable por el empirismo científico. De hecho,
Charles Darwin mismo abrió el camino desde el evolucionismo para llegar a
entender la religión, aunque no es hasta inicios de los años 80s cuando surgieron los
fundamentos de la Ciencia Cognitiva de la Religión, un campo que se
formaliza aún en los 90s como multidisciplinario, donde convergen ciencia
cognitiva, antropología, neurociencia, biología, y comparativa de
religiones, ya que, no quepa duda tampoco, lo que llamamos ‘religión’ es un
aspecto exclusivamente humano tan antiguo como complejo. Entre otros cuyo
núcleo es explicar naturalistamente la religión en general, se enmarcan aquí
los estudios específicos de las creencias religiosas y sus correlatos
psicólogos y neurales, en la última década, y un poco más recientemente se
están dilucidando las bases cognitivas de la descreencia religiosa y el
ateísmo.
Aunque pudo ser previsto por varios filósofos antes, es cualitativamente
diferente el saber empírico actual de que
el teísmo es fundamentalmente intuitivo, mientras que
el ateísmo aparenta ser analítico. Y, algo que definitivamente no podía ser descubierto sino por las
estrategias psicológicas es que, mientras el primero simplemente se
corresponde con y deriva de ciertos procesos automáticos e inconscientes, el
segundo es exclusivamente un esfuerzo deliberado y consciente para contener
la maquinaria intuitiva. Hay que tener en cuenta que el cerebro humano no es
un órgano que evolucionó para distinguir la verdad de la mentira, sino para
que el individuo se adapte y sobreviva tanto al entorno natural como social.
En centésimas de segundo podemos tener una intuición disparada por la mínima
información sensorial a la mano, y así la primera impresión es que la tierra
“parece” plana, que el relámpago “quiere” caernos, o que el ruido en la
hojarasca “es un” depredador escondido. Si el cerebro primero hubiera
pretendido dudar, evaluar, comparar y deducir la mejor estrategia de acción,
simplemente no existiríamos como especie. Por supuesto, también evolucionó
otra estrategia cognitiva: el análisis. Pero éste adquirió relevancia cuando
el humano se hizo sedentario y desarrolló la civilización, aspectos que
ciertamente a su vez se deben a él. Las creencias religiosas, para decirlo
resumidamente, parten de intuiciones como ver caras en las nubes para
razonar que puede tratarse de una entidad vigilante, mientras la descreencia
consiste en volver a razonar que simplemente se trata de una nube que no
pretende nada, pero, el precedente intuitivo de verle una cara a la nube
simplemente persistirá.
Esta perspectiva de entendimiento es fundamental para comprender el
siguiente fenómeno descubierto: si bien el ateísmo es una negación de
naturaleza consciente, deliberada y verbal de Dios (sin tener que discutir
si también es la negación de cualquier entidad mágica o sobrenatural, porque
en realidad no necesariamente lo es), en el aspecto intuitivo e inconsciente
no hay una desaparición no solo del pensamiento mágico, sino que la
enculturación teísta-cristiana también persiste. Y es que, además de ser un
hecho ampliamente demostrado que las inferencias automáticas necesariamente
persisten, también pueden prevalecer dadas ciertas circunstancias
apremiantes naturales, o, artificialmente bajo las técnicas de preguntas
capciosas de un experimento psicológico. Difícilmente nos percatamos de
ello: hay reportes empíricos de ateos que se sienten emocionalmente
perturbados si piensan que Dios les puede matar, o que aprueban un argumento
a favor de la vida después de la muerte respecto a sí mismos si son
distraídos con un ensayo antipatriota que rechazarán (ver
La descreencia en Dios es analítica ¿o no?). Parece extraño pero tiene lógica y es consistente con la ciencia
cognitiva: además del pensamiento mágico persistente, la enculturación
cristiana asociada a éste durante la niñez, puede también persistir
implícita e inconscientemente durante el resto de la vida, independiente de
la explícita y consciente negación de Dios. O por lo menos, no habría otra
explicación. Y esto tendrá importancia para efectos de evaluar y afrontar
ciertas problemáticas de la sociedad: si el aprendizaje cristiano es
persistente implícitamente entre ateos, entonces también lo son sus aspectos
más negativos (ver
Cristianismo y psicopatía), que se harán más o menos explícitos ante determinados temas que
doctrinalmente rechaza el cristianismo.
Porcentajes pequeños pero notables de posturas entre ateos que
probablemente sean rastros de enculturación cristiana (y que serían
supuestamente inadmisibles de acuerdo a la autoproclamación popular de los
ateos como "iluminados de la razón") (Cuadros extraídos de las
estadísticas “Religious Landscape Study - Atheists”, Pew Research Center, 2014).
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