05 noviembre, 2020

EL PSEUDOESCEPTICISMO

Por: Antonio Chávez

¿Por qué tantos espacios escépticos o de divulgación científica no hablan en absoluto de luchas sociales como el feminismo, o, por lo menos, de la crisis de violencia sexual durante esta pandemia? ¿Acaso todo esto no implica ciencia? ¿Es coincidencia que estos espacios estén dominados por hombres? Pues no, sino que es de hecho una causa de que el escepticismo viva en una burbuja ideal donde las ciencias sociales no son legítima ciencia sino la física y la astronomía, donde burlarse de las conspiraciones es «razonable». Así se sustrae de una realidad ¿incómoda? ¿inabordable? La pandemia del coronavirus ha traído problemas sociales como el aumento de la violencia sexual masculina (ver aquí), pero para los escépticos esto al parecer no es un tema legítimamente científico que merezca verse, o quizás ni siquiera lo consideran un asunto real, sino que, probablemente, asuman que se trata de exageraciones victimistas de las feministas, que no vale pena considerar. El asunto no existe, y si se le enfoca, es para terminar oponiéndose a la justicia social que problematiza la violencia masculina: ahí tenemos cuando, si acaso los escépticos hablan de esto, niegan el enfoque feminista diciendo que «no es científico». Por ejemplo, el sitio La Manzana Escéptica lanza un «Test de pensamiento pseudocientífico», que induce a incluir la protesta contra el feminicidio (ver definición de ONU Mujeres), en la misma categoría pseudocientífica que las creencias en aliens o los poderes paranormales (ver aquí para acceder al documento). En concreto, el ítem 44, «En el Perú se registraron 149 casos de asesinatos de mujeres en 2018, por lo tanto, el Perú es un país de feminicidas», tiene que calificarse desde totalmente de acuerdo a de acuerdo a indiferente a en desacuerdo y totalmente en desacuerdo, entre otros ítems sobre supersticiones, fantasmas, posesiones demoníacas, y conspiraciones antivacunas.

No es la primera ves que esta página lanza una «investigación» (como la llaman) con serias fallas metodológicas (ver aquí, revisar los comentarios).

Parece que el único interés que puede tener el feminismo (y el enfoque de género) para Manzana Escéptica, es la burla. O dar voz al antifeminismo virulento en un programa que refuta creencias paranormales: ver p. ej. «¿Es necesario revisar el feminismo?» o «¿Tiene razón el feminismo moderno?».
Esto es un evidente sesgo machista, y es peor que entre gente no intelectual, porque no se espera entre quienes se autoproclaman la «luz de la razón». Fue patente que, cuando los escépticos se desgarraron las vestiduras por las patrañas antivacuna de Chinda Brandolino, atacando con justicia su conspiracionismo y charlatanería pseudocientífica, en cambio no enfocaron algo muy elocuente en su video (ver aquí, revisar los comentarios): Brandolino sale en primer plano con un pañuelo celeste, que es un símbolo antiaborto y antifeminista. No decir ni una palabra de esto es, por decir lo menos, deshonesto con la racionalidad y el humanismo. Es evasión, y no sería descabellado decir que cobarde: en una sociedad que aspira a secular e ilustrada se espera que los intelectuales se pronuncien sobre temas sociales sensibles, no que los rehúyan. Aún peor: ni siquiera los espacios «humanistas» baluartes de la Ilustración tocan estos asuntos, cayendo pues en una extraña contradicción fundamental (como pasó con el Renacimiento, la mujer y su lucha actual están excluidas, nuevamente, en la Ilustración). Y es tan delirante la burbuja tecno-mágica del «transhumanismo», que elabora el discurso de la inmortalidad en medio de la pandemia de covid-19 (ver aquí), como psicopática su burla sistemática de la crisis (ver aquí). Es patente esta frialdad social. ¿Para qué tenemos a estas lumbreras de la razón? ¿Lo son acaso?

Tal parece que los escépticos seleccionan la ciencia: solo hablan hasta los codos de lo que sintoniza con sus propios prejuicios y sesgos inadvertidos. Esta es una práctica típica del creyente pseudocientífico. No obstante, la ciencia (no sabría si decir «la verdadera ciencia», porque se supone que los escépticos ya la divulgan, y lo dicen, para diferenciarse de la pseudociencia) muestra no solo que la brecha de género existe, y dentro de la ciencia misma, sino que además el ámbito científico y académico tienen un problema de ‘sexismo’ (término anglosajón más o menos equivalente a ‘machismo’). La ciencia social que estudia esto no existe en la divulgación escéptica que señalo, lo que existe son los delirios neoliberales de ciber-inmortalidad y conquista del universo. Si no se democratiza el género en el manejo de la ciencia, vamos a seguir teniendo burbujas de intelectuales inútiles a fin de cuentas, pero útiles para mantener el sexismo/machismo. Hay evidencia empírica de que «los hombres son mucho más propensos que las mujeres a rechazar los hallazgos del sexismo en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, e incluso a hacer comentarios sexistas en respuesta a tales investigaciones. Al mismo tiempo, los comentaristas en general tienen más probabilidades de no estar de acuerdo en que existe un sesgo de género» (Flaherty 2015).

Cuando casi excepcionalmente una mujer científica publica en un medio escéptico, justamente es para aclararnos que las diferencias cognitivas de género (que muchos emplean, naturalizándolas como innatas y de origen evolutivo, para justificar por qué hay más hombres en las ciencias «duras») no implican valorar más unas áreas de desempeño que otras (Halpern 1994). Entre tanto, esa naturalización biológica de las diferencias de género es inconsistente, o bien, un mito (ver Chávez 2021). Y es que exactamente eso es lo que ha hecho históricamente la cultura de dominio masculino: menospreciar la ciencia social en favor de la física o la economía (ver aquí, y aquí). Es necesaria una socialización igualitaria entre mujeres y hombres con énfasis en empatía para ambos, para evitar hombres escépticos, digamos, insensibles socialmente.

(Hacer click para ampliar este collage de posteos de la Manzana Escéptica). Crear distracción y entretenimiento es una forma de afrontamiento emocional de la pandemia de covid-19, con temas que nada tienen que ver con la crisis de la salud o la cuarentena actual. Sin embargo, las publicaciones de populares espacios autopromocionados escépticos y divulgadores científicos, simplemente, han rivalizado o superado en cantidad y calidad a las publicaciones que brindan información seria sobre el covid-19. Lo más notable es la insistencia en temas cuestionables científicamente, y de significado mágico-religioso más que evidente (a pesar de que estos sitios muestran una actitud antirreligiosa), como el discurso de la inmortalidad en medio de la mortalidad pandémica. Es importante tener en cuenta que este es un caso de escepticismo transhumanista, no solo escepticismo, que tiene una fuerte preferencia a priori y acrítica por las ideas transhumanistas (bajo auspicio y financiación de la Sociedad Secular Humanista del Perú, y la Humanist International).

No menos notable es la indiferencia hacia la psicología de la pandemia. El sitio Manzana Escéptica, por ejemplo, tiene por conductor a un psicólogo (según se acredita en sus publicaciones), con lo que es inaudito el enfoque y la calidad de los contenidos sobre el covid-19: son completamente ignorados asuntos como el empeoramiento de la desigualdad de género y el conservadurismo machista. Esto contrasta fuertemente, tal como si hubiera un aislamiento por parte de estos espacios, con la atención y urgencia que la comunidad científica le ha dado a la conducta y el enfoque de género durante la pandemia, aún con sus propios puntos cuestionables (p. ej. la Proceedings of the National Academy of Sciences en octubre 2020). Manzana Escéptica celebra el Día Internacional del Orgullo Gay, lo cual es plausible, pero no dicen una palabra por el Día de Acción Global por el acceso al Aborto Legal y Seguro (esta fecha, 28 de setiembre, en cambio celebraron el Día de la Divulgación Científica). Como referimos líneas atrás, cuando se ha abordado el feminismo, se ha hecho para refutarlo como no-científico (en sus programas al respecto, los opositores invitados son antifeministas reaccionarios).

Sumado a este visible sesgo antifeminista, y en directa oposición a la seriedad de la comunidad científica y las autoridades de la salud (cuestionándose así la ética de sus auspiciadores seculares y humanistas), estos espacios han tratado con informalidad el problema del dióxido de cloro (una de las charlas de Manzana Escéptica al respecto no cuenta con ningún médico especialista), mientras sí han invertido recursos en burlarse de su consumo y de la incertidumbre popular (en lugar de aportar y difundir investigación científica para comprenderla): han llegado a elaborar canciones de burla, sin retractarse de ellas, sino reafirmándose con arrogancia, a pesar de las pocas críticas (ver aquí). Recordemos que tales conductas se vinculan a rasgos egoístas y psicopáticos.

Entrevemos en este escepticismo diversos sesgos asociados entre sí:
  • la maldición del conocimiento o sesgo de retrospectiva (teniendo conocimientos surge una inadvertida incapacidad para empatizar con quien no tiene conocimientos),
  • sesgo de reactancia (incapacidad de autocrítica y aversión a la crítica, percibida como una amenaza a la libertad egocéntrica, en este caso, para discriminar al ignorante en ciencia),
  • sesgo de confirmación (p. ej. el referido arriba «Test de pensamiento pseudocientífico», con su tabla de puntaje induce la autoconfirmación de una ausencia ideal de creencias pseudocientíficas, y a la ostentación del resultado—como se comprueba en los comentarios),
  • sesgo de superioridad ilusoria (probable efecto Dunning-Kruger: sobrestimación de la inteligencia propia, lo que es evidente cuando los escépticos abrazan ideas que no son sino pseudocientíficas, como la inmortalidad o el entusiasmo por «razonar» sobre civilizaciones alienígenas),
  • sesgo de género (antifeminismo),
  • y por último, mucho pensamiento mágico-religioso y un discurso mesiánico-cristiano, supuestamente inadvertido (ver aquí), lo que por sí solo pone en entredicho este escepticismo transhumanista.
Le llamo a esto pseudoescepticismo. Esta nueva especie de escepticismo parece reflejar muy bien la fragmentación posmoderna que ha desbordado el ámbito económico y alcanzado las esferas social e intelectual: «en la cultura posmoderna se acentúa un individualismo extremo, un “proceso de personalización” que apunta a una nueva ética permisiva y hedonista» (Vásquez 2011, p. 8). Esto describe con precisión contextual las conductas antes observadas, en tanto la sobrestimación de la individualidad, el visible desinterés social, y la obsesión con el tecno-progreso mesiánico (esto no apunta sino a la ciber-eficiencia de las personas), sesgan el escepticismo transhumanista, y son parte de la cultura de emprendimiento neoliberal del individuo. Para ahondar en lo irónico de todo esto pues, lo posmoderno es algo que el escepticismo transhumanista critica, pero es de hecho también un subproducto suyo.

Referencias y temas relacionados: 


Bibliografía:

📑 Flaherty C. Gendered Skepticism. Inside Higher Ed, January 8, 2015.
📑 Halpern D. Sex, Brains & Hands: Differences in How Women and Men Think. Este artículo apareció en la revista Skeptic 2.3 (1994).
🌎 Chávez, A. (2021b). Feminismo y Evolucionismo: Aliados, No Enemigos. Humanismo Naturalista Científico. 04.04.2021. 
📑 Seitz A. et al. THE PANDEMIC EXPOSES HUMAN NATURE: 10 EVOLUTIONARY INSIGHTS. Proceedings of the National Academy of Sciences. Oct 2020.
📑 Vásquez A. LA POSMODERNIDAD. NUEVO RÉGIMEN DE VERDAD, VIOLENCIA METAFÍSICA Y FIN DE LOS METERRELATOS. Nómadas. Critical Journal of Social and Juridical Sciences, 29(1), 285 – 300, 2011.


01 noviembre, 2020

MEDICAMENTO SÍ, PSICOLOGÍA NO: INTUICIÓN Y PREJUICIOS TRAS ESTA NEGACIÓN

Por: Antonio Chávez

¿Qué hay detrás de la autoridad superior que se le otorga al medicamento en menosprecio del tratamiento psicológico? Es que el primero se considera aún una sustancia de carácter mágico, y al médico, un brujo. Ocurre que mantenemos las estructuras cognitivas de asociación mágico-intuitiva entre sustancia y resultado, más allá del estricto conocimiento científico que ciertamente el público general no posee sobre cómo actúa un fármaco. Y en esta asociación el médico, que antropológicamente desciende del chamán y del sacerdote, es el curandero moderno. De hecho, esto puede explicar porqué la medicina moderna sigue manteniendo médicos y escuelas pseudocientíficas y mágicas que son extremadamente populares, desde la medicina germánica a Deepak Chopra a la homeopatía, hasta los «Médicos por la Verdad» del coronavirus.

Por otro lado, desde el punto de vista estrictamente científico, el médico selecciona y aplica el medicamento de manera probabilística, puesto que no existe ninguna seguridad absoluta de que tal sustancia tenga siempre el efecto esperado sobre tal síntoma o tal individuo. La existencia del margen de efectividad empírica de un medicamento, sea bajo o alto, para el cerebro socioemocional humano es por defecto, simplemente, una «cura efectiva». Los sesgos cognitivos y las demandas emocionales, tal como en la circunstancia de estar enfermo y necesitar confiar en algo y alguien, superan el análisis lógico de cada sustancia y su efectividad (conocimientos que, en principio, solo poseen los especialistas en farmacología y en segundo término el médico). De ahí que sea tan común, y que es lo que crea el nicho sociocultural para las pseudoescuelas antes mencionadas, que los enfermos y sus parientes desesperados consuman «curas mágicas» y contraten «curanderos modernos». 

Con la psicología ocurre algo muy diferente, porque, para empezar, la intuición psicológica (‘folk psychology’ o Teoría de la Mente) es algo inherente a cualquier individuo. Las personas pueden percibir que un profesional en esto, es decir el psicólogo, es simplemente un embaucador, y que la psicología no es una ciencia porque no necesita serlo, ni puede serlo. El público, de hecho, no toma con la misma seriedad la ansiedad que la diabetes, y se suele creer que los asuntos emocionales los manejan las mismas personas, sin necesidad de un psicólogo (o incluso un psiquiatra), por ser experiencias subjetivas, privadas, íntimas (lo cual también puede ser cierto cuando se tiene algún malestar físico y hay vergüenza de ir al médico, o el prejuicio de que visitar al psicólogo significaría que uno está «loco»). 

Esta percepción popular empeora por dos razones que relativamente convergen contra la psicología: los prejuicios propiamente científicos, y los embaucadores reales. Aún hoy se debate el estatus científico de la psicología. En muy buena parte, la «infodemia» actual se debe a la falta de programas de prevención psicológica, y al fracaso de la divulgación científica debido a probables enfoques psicopedagógicos deficientes, esto a su vez debido a una falta de investigación masiva de la conducta de las personas (esto varía en diferentes países y el presupuesto que destinan a la información psicológica sobre la población). El rancio fundamento que se sigue escuchando es que la conducta no es un objeto científico de estudio por ser impredecible y subjetiva, y no tiene caso invertir en su investigación. Por un asunto de espacio, aquí diré que esto es sencillamente falso (en todo caso, se remite al lector a revisar nuestros artículos en general). 

Y luego está el ejército de coachesautoayudadoresgurús marketerostransformadores del éxitoprogramadores psicolingüistasterapistas bioenergéticosconsejeros cuánticoschakristashipnotistasmeditadorespsico-pastoresparapsicólogospsíquicos, etc. Todos los cuales usan en mayor o menor medida una jerga pseudocientífica que mezcla psicología con física cuántica, religión, y una obsesión por el éxito financiero ególatra. No pocos son individuos oportunistas que han tomado quizás algún curso sobre psicología y así confunden a sus clientes, y al no haber regulación legal pues se presentan como profesionales de la mente. Otros son psicólogos con dudosos principios éticos. Y por supuesto, en la ignorancia popular Freud y el psicoanálisis siguen siendo un dañino referente de la psicología. 

Esta sobreabundancia de despropósitos es fuerte evidencia de que la psicología, como legítima ciencia, parte pues de un aparato intuitivo y común (siendo cierto que esto también puede identificarse cognitivamente en todas las ciencias, y en realidad ninguna de ellas está libre del pensamiento mágico). Sin embargo, ello no justifica, por un lado, su menosprecio en el ámbito científico, ni, por otro lado, emplearla como disfraz de prácticas pseudocientíficas y peligrosas. En esta pandemia, por ejemplo, la comunidad científica ha estado haciendo un llamado urgente a las ciencias de la mente (psicología, ciencia cognitiva, neurociencia), tanto para comprender la infodemia como para saber afrontarla y prevenirla. Aunque esta reacción ha sido tardía (las tendencias antivacuna y anticiencia no han dejado de crecer en los últimos años), ha puesto en relieve la necesidad de la psicología como conocimiento científico prioritario contra el covid-19.

Sin embargo, por poner el más simple ejemplo, los números son infinitos: nadie puede saber jamás
su final, y aun así se tiene a la matemática como la pureza suprema de la ciencia.





ÍNDICE TEMÁTICO

FUNDAMENTOS
¿Qué pensamos? ¿Qué buscamos?

LO HUMANO
La unidad cerebro-sociedad-cultura

UN ROMPECABEZAS: ANALIZANDO LA RELIGIÓN Y EL ATEÍSMO
Diversas disciplinas confluyen para ello
Generalidades
Modelos explicativos clásicos
Neurociencia