A lo largo de nuestra historia el hombre se ha observado y analizado a sí mismo, habiéndose generado diversos conceptos respecto a ¿qué es el ser humano? o lo que es lo mismo, buscar saber qué es lo que nos hace humanos, es decir, conocer la “naturaleza humana”. Durante siglos ésta ha sido patrimonio de la filosofía y la metafísica, y los conceptos que sobre ella se construyeron oscilaban entre la absurda negación de su existencia, la afirmación que el hombre nace como un libro en blanco (la tabula rasa), hasta las ideologías que deformaban sus potencialidades. Sin el beneficio del riguroso enfoque científico, posible solo en tiempos recientes, los conceptos formulados eran necesariamente deformados o resultaban incompletos: la “naturaleza humana” aparecía o infinitamente maleable o excesivamente rígida, o intrínsecamente buena (el “noble salvaje”) o inclinada hacia el mal.Por: Antonio Chávez S.S. y Luis González
Quienes dirigimos este espacio de divulgación y discusión asumimos que el ser humano es un objeto puramente natural, y que lo así llamado “naturaleza humana” es el complejo conjunto de sus ideas, su cultura, comportamiento, sus interacciones con otros hombres… todo esto tan diverso como lo es pero a la vez evidenciando rasgos universales detectables a través de las diversas culturas humanas y a través de la historia. A la luz de un número de hipótesis y datos científicos asumimos también que existe un paralelo y una relación causal con la “naturaleza orgánica”: lo no-humano que puede encontrarse en la esencia de aquellos rasgos universales –en el propio funcionamiento de lo puramente privado y personal que soporta tales rasgos.
Así pues, es posible una ciencia de “lo humano” liberada de la estrecha epistemología positivista que se da por válida sólo cuando se trata de observaciones externas (ej. el estudio de la conducta) y que en cambio desecha como “pseudocientífico” el intento de hacer ciencia con “lo subjetivo”, aquel mundo o plano en el que se supone yacen los rasgos que definen “lo humano”. Rechazamos una visión dualista y dicotómica de “lo objetivo” y “lo subjetivo”, sea patente o remotamente evocada al asumir que “lo subjetivo” pertenece de alguna u otra manera a “algo” irremediablemente diferente de lo que lo sustenta o lo puede sustentar causalmente. Sin embargo tampoco caemos en un reduccionismo a ultranza de complejos procesos o capacidades humanas.
Asumimos pues que la “experiencia subjetiva”, desde lo cotidiano y cuanta vivencia imaginaria o sentimental sustenten “la condición humana”, hasta las más altas manifestaciones puramente humanas como la estética, el arte o la religión, es todo objeto de estudio desde una perspectiva puramente naturalista y científica. El estudio de la naturaleza humana ha de ser forzosamente multidisciplinario. La psicología, el estudio de la conducta, es del todo insuficiente para delinear la naturaleza humana, frecuentemente limitándose a definir lo negativo (lo que la naturaleza humana no es). Para delimitarla efectivamente hemos de valernos de muchas otras ciencias: sociología, psicología evolucionista, antropología, historia, neurociencia, y genética.
Creemos pues que el estudio científico de lo así llamado “religión”, “arte” o “moral” es fundamental para analizar y comprender lo humano, y que este conocimiento cambia de forma sustancial el modo en que entendemos tales aspectos humanos, sin necesariamente afectar negativamente (en el sentido de suplantar o negar) la propia experiencia subjetiva.
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