Como puede notarse en el gráfico de arriba (pinchar en la imagen para ampliarla, véase también la imagen animada de la izquierda), el estado de crecimiento de la materia gris o córtex a los 5 años de edad muestra que en efecto el BA10 aún no está desarrollada lateralmente, pero sus regiones mediales, internándose hacia la fosa interhermisférica, muestran ya algún desarrollo. De hecho, los autores notan que la expansión cortical de las regiones mediales en el córtex temporal y frontal «
parece haber empezado tempranamente (ontogénicamente) ya hacia la edad de 4 años» (
ibid. p. 8177). La web
MRI of Neonatal Brain nos ofrece muy interesantes y abundantes datos e imágenes del desarrollo cerebral durante los 2 primeros años de vida. P.ej. en la
Tabla 4.4 vemos que inmediatamente luego del nacimiento, habiendo ya progresado enormemente la migración y la proliferación neural prenatalmente, el desarrollo de la materia blanca muestra un patrón de la médula hacia el cerebelo y luego el cerebro (
Barkovich 1988 p. 180), y de la parte posterior hacia la anterior del cerebro. Dentro de este patrón, se ha observado que en los primeros 5 meses de vida se desarrollan rápidamente las regiones motora (surco postcentral), hipocampal y de conexión interhemisférica (el cuerpo calloso, que por cierto se mieliniza empezando por la región posterior y subsecuentemente la anterior:
Barkovich 1988 p. 178), a los 6 meses «
la mielinización está casi madura en el centro de los lóbulos parietales [...]
está presente en las porciones anterior y posterior de los lóbulos parietales y empieza a aparecer en los lóbulos frontales» (
MRI of Neonatal Brain,
Fig. 4.11). Entre 6–10 meses se arboriza conectivamente el sistema visual occipital y el motor (paracentral); entre 11–12 meses prolifera la arborización del córtex parietal hacia el frontal, y a los 15 meses se inicia el cableado del córtex temporal. Así, al finalizar los 2 años, «
el cerebro tiene una apariencia adulta» (
ibid.
Fig. 4.15).
Todo este desarrollo y sus patrones por cierto son una auténtica recapitulación de la evolución del cerebro homínido.
Hill et al. (2010) mostraron que, comparando el cerebro de bebes y adultos, la expansión volumétrica cortical es el doble en las regiones laterales temporal, parietal y frontal, que en la occipital, insular y medial, y comparando los cerebros del humano y del macaco, el patrón evolutivo humano es bastante similar al neurodesarrollo postnatal. Interesantemente, los autores descubrieron que las áreas de mayor expansión muestran por contra un lento desarrollo celular, metabólico y funcional. P.ej., mientras que al término de la gestación, como se dijo arriba, prácticamente toda la migración neural hacia ciertas regiones futuras del cerebro está completa, regiones de baja expansión como las cortezas visual y auditiva (véase por cierto que hay asociación entre STS y córtex auditivo/visual:
Ghazanfar et al. 2008;
Liebenthal et al. 2010;
Nath & Beauchamp 2011 – y también junción tempororoparietal/audición:
Knight et al. 1989;
Matsuhashi et al. 2004;
Plaze et al. 2010) tienen en cambio 50–100% mayor densidad sináptica que una región de fuerte expansión como el giro frontal medio. Consistentemente, los neonatos muestran un fuerte metabolismo (glucosa) en regiones de baja expansión como el córtex visual en comparación con el expansivo córtex prefrontal dorsolateral. «
En consecuencia, los circuitos corticales en las regiones de alta expansión pueden ser más sensibles a la experiencia postnatal» (
ibid. p. 3).
Siguiendo a Hill
et al. (2010), los cerebros adultos comparativamente exhiben una alta complejidad celular en las regiones más expansivas, como el córtex temporolateral y prefrontolateral (BA10), que consecuentemente maduran a menor velocidad. Luego del nacimiento, la madurez de la densidad sináptica y el límite del espesor cortical son alcanzados más tempranamente en las regiones de baja expansión (p.ej. córtex visual/occipital y auditivo/supratemporal), luego en las de expansión intermedia (BA10 y parietodorsal), y al final en las de alta expansión (prefrontodorsolateral). Así, en el cerebro de los bebes de 2 meses de nacidos se puede detectar mediante neuroimagenología las respuestas al sonido (córtex supratemporal) y el reconocimiento facial (córtex temporomedial); o a los 3 meses de nacidos se les puede registrar el aumento de activaciones en el córtex visual primario; mientras que nada notorio se registra en el córtex frontodorsolateral ni en el expansivo sistema motor hasta los 2 años de edad (Hill
et al. 2010 pp. 3–4).
Entre tanto, en cuanto a la proliferación de sinapsis
Huttenlocher & Dabholkar (1997) mostraron que, igualmente iniciada prenatalmente, ella se incrementa más rápidamente en el córtex supratemporal (auditivo), donde el máximo es alcanzado a los 3 meses de nacimiento; mientras que el giro frontal medio lo alcanza después de los 15 meses. La proliferación sináptica, que se produce concurrentemente con la arborización dendrítica y la mielinización, es seguida de una poda que empieza primero en el córtex auditivo (este estudio comparó solo estas dos regiones supratemporal/prefrontal) y termina a los 12 años de edad, mientras que en el córtex prefrontal este proceso se extiende hasta la adolescencia. Otros datos interesantes tienen que ver pues con la
poda sináptica, que es parte importante del neurodesarrollo y cumple una función regulatoria del mismo. P.ej., si la máxima densidad sináptica es alcanzada antes del primer año de edad en las cortezas auditiva y visual, a los 3.5 años lo es en el giro frontal medio (Blakemore 2008 p. 272
abstracto/
completo). Esta autora sugiere que «
una posible consecuencia de la relativamente tardía eliminación del exceso de sinapsis en el córtex prefrontal humano y otras regiones corticales es que sea menos eficiente el procesamiento de información en las regiones relevantes del cerebro»; mientras que «
el exceso de proliferación sináptica durante la infancia puede resultar en el incremento de los niveles de actividad en la región cerebral relevante» (
ibid. p. 274). Estos dos gráficos serán de enorme interés:
En tanto que agencia, ToM y «
folk psychology» son conceptos intercambiables (
Griffin & Baron-Cohen en Dennett 2002), existe efectivamente un proceso sensorial, la ‘detección~reconocimiento de movimiento biológico’ (MB), que aparece claramente como el núcleo neurocognitivo de todo ello (ver
nuestro artículo al respecto), en la parte posterior del
surco temporal superior (STS), una región de procesamiento multisensorial en tanto su directa asociación con los procesos visual/auditivo de los que vimos su temprano desarrollo. Una manera de ilustrar qué es el MB consiste en que podamos distinguir sin problemas en esta imagen de la derecha, una forma humana en movimiento. Como
Frith & Frith (2010) argumentan, es a partir del STS–MB que la ToM se construye, y posteriormente se extiende hasta muy complejos y sofisticados niveles de metarrepresentación mediante diversos aspectos cognitivos, como desde empezar por reconocer al agente (MB
per se), inferir que posee una mente, anticipar su conducta e inferir que infiere lo que sabemos, hasta llegar a la formación de
lazos sociales superiores y puramente abstractos p.ej. reciprocidad, mutualismo, cooperación altruista, identificación grupal a través de constructos morales y señalización ostensiva.
En efecto, la agencia~intencionalidad es extraída del MB (
Mar et al. 2007), mientras que, otro asunto muy importante: la información emocional también (
Dittrich et al. 1996;
Clarke et al. 2005). Más aún, el juicio moral se sugiere como «
el ejercicio de una capacidad para la agencia» (
Gerrans & Kennett 2009) y hay pues evidencia neurocognitiva de la fundamental relación entre agencia y moral (
Young et al. 2010). Y aunque esto confirma la naturaleza nuclear del MB sobre la agencia, la ToM, también la moral, y aún la atribución de estados emocionales, ciertamente estas cinco referencias no tratan sobre infantes. Sin embargo, consistentemente con el neurodesarrollo visto, se ha mostrado que a pesar de lo reducida que pueda ser la información disponible para detectar una forma humana, el MB es suficiente para que un niño de 3 años reconozca con exactitud un humano de un no–humano, y aún, los niños de 5 años exhiben un nivel tope de reconocimiento (
Pavlova et al. 2001). El MB–agencia luce indiscutiblemente innato y es fácil dilucidar su carácter adaptativo, p.ej. dada su filogenética: detectar depredadores, presas, pareja, congéneres; todo lo que nos dice que «forma–humana», aunque nos parezca de hecho un concepto complejo, parece claramente un
concepto preprogramado en el STS (del mismo modo en que otras especies también reconocen una
forma familiar con mínima información sensorial), es decir, una predeterminada (neurogenéticamente al parecer) configuración de una red específica de sinapsis que se activa ante específicos estímulos sensoriales.
A todo esto pues, MB–agencia involucra también a la
junción temporoparietal (
Mar et al. 2007). La región supratemporal del STS, inmediata a la inferoparietal y occipital en una zona del córtex donde limitan los 3 lóbulos, es decir un foco fundamental de procesamiento multisensorial, forma parte de un «
sistema nuclear» (identificación inmediata de ‘lo que es una cara’) y «
extendido» (aspectos de información cognitiva y emocional y otros aspectos memóricos que dispara la identificación facial) del
reconocimiento~detección facial (Todorov
et al. 2011
p. 41, Fig. 3-1). Por lógica entonces y como en efecto demuestran diversos estudios incluyendo neuroimágenes, puede haber un número de procesos computacionales cuyos sustratos neurales sean variables aún involucrando al STS, como se puede apreciar en este gráfico.
Nótese pues que la agencia es ciertamente una función pan–cognitiva y que estructura la conducta social humana en cualquiera de sus dimensiones, alcances y sus más elevados niveles de abstracción. Aún, a diferencia de cualquier otro rasgo humano consabidamente
exclusivo como el lenguaje articulado o la ciencia, resulta que nuestra capacidad metarrepresentacional agentiva de la cognición social en realidad no solo sirve a esta, sino que más bien parece ser el fundamento cognitivo que hace posible, p.ej., la acumulación de conocimiento que somos capaces de manipular y compartir con otros: precisamente, el lenguaje y la ciencia lucen así como «aplicaciones derivadas» de esta capacidad. El sustrato neural del lenguaje, en las cortezas contiguas y traslapadas con el sistema de agencia y el sistema motor, y así directamente asociado a éstos (p.ej.
Pulvermüller 2005), se puede perfilar como una extensión de la agentividad hacia el sistema motor. Como comparación tentativa, mientras un animal que identifica un congénere (MB–agencia) ejecuta cierta acción motriz que funciona como código de comunicación, el ser humano en la misma situación es capaz de hablar y hacer complejas manipulaciones internas de la interacción social en desarrollo. Mientras tanto, en vista por un lado del
traslapado de la agencia con el cálculo numérico (y la empatía y la causalidad), y del
modo en que el córtex parietal maneja la información, por otro lado, es así como se explicaría nuestra habilidad de «manejar espaciotemporalmente» no solo los números o de rotar imaginariamente objetos, sino así poder construir elaboradas ideas que también manejamos «espaciotemporalmente».
Sin embargo, mientras puede ser menos difícil rastrear los orígenes del lenguaje, el cálculo o el manejo de herramientas en nuestros parientes homínidos vivientes (p.ej.
Donald 1991), esto no ocurre con las creencias religiosas. Luego veremos que los chimpancés pueden manifestar ciertas conductas notables ante la muerte de un congénere, pero aún así esto en realidad no es ni remotamente parecido a, por lo menos, las creencias religiosas explícitas sobre la muerte y la vida eterna. Claro que, todo ello se basa en una especie de concepto instintivo de que la mente es independiente de cualquier sustrato material (
p.ej. Guthrie y a mi parecer su correcta identificación del animismo con la agencia: «
el sentido de atribución de agencia a objetos que no la tienen», con lo que neurocognitivamente ‘animismo = MB–agencia’) y así podemos en efecto retrotraer el animismo hacia los animales cual rasgo cognitivo filogenético, pero aún este evidente fundamento no logra explicar muchas otras elaboradas creencias religiosas. Ciertamente, todavía teniendo en mente que la religión tal como la vemos hoy es un producto cultural reciente, la Ciencia Cognitiva de la Religión y otras investigaciones nos ha mostrado que en efecto existen fundamentos mentales específicos que sin ser religiosos, en cambio podemos justificadamente calificar como ‘dualistas’, ‘mágicos’ o como ‘supersentido’. La ToM como extensión de la agencia estructura la
agencia sobrenatural de estricto significado religioso, en tanto que entidades como ancestros, ángeles, dioses o demonios actúan por igual como un agente intencional, una persona, que ‘dirige’, ‘protege’ o ‘castiga’ la vida de quien así lo cree. El papel del BA10 aquí es implícito, así p.ej.
Kapogiannis et al. (2009 pp. 2–3) la registraron al observar el cerebro de creyentes religiosos en tales pensamientos sobre Dios; mientras que
Schjoedt et al. (2009) lo hicieron durante el rezo, y
Epley et al. (2009) en cuanto compararon la autorreferencialidad con la creencia en ‘Dios’ (córtex prefrontal medial). La agencia sobrenatural, que también puede parecernos dramáticamente complicada de idear debido a que está asociada a la metafísica, a las experiencias anómalas de la consciencia, a la doctrina religiosa y muchos otros constructos puramente culturales, no es sino un orden superior de agencia, no algún fenómeno «extraño» del córtex como tampoco algo que no pueda precisamente explicarse mediante la ToM. Definitivamente, este alcance de la ToM es algo totalmente diferente a cualquier indicio de cognición social, aún sofisticada, en otros primates.
De hecho,
Bering (2001) analizó extensamente la evidencia empírica disponible respecto a la cognición social del chimpancé y tentativamente concluyó «que
los humanos, a diferencia de los grandes simios, podrían representar la distinción entre los objetos animados e inanimados a niveles crecientemente sofisticados de conciencia, con atribución de agencia no solamente dirigida a las cosas vivientes sino también a las intenciones, deseos y creencias de orden superior» (
ibid. p. 129). El autor identifica tres vectores cognitivos que hacen posible la emergencia del concepto teísta: agencia–ToM, juego imaginario y cognición de la muerte. Ya hemos visto sobre la ToM, ahora agregaré que los humanos de 34 meses de edad (2.8 años) pueden basar su juego imaginario en un «
como si» (representación perceptual) diferentemente de un «
parecido a» [«
stand for»] (representación segregada), en cambio la evidencia convincente de juego imaginario en los grandes simios indica que este se limita a la similitud perceptual del objeto con su representación (
ibid. p. 130). Es decir que el juego imaginario de los infantes humanos es verdaderamente simbólico, y por lo visto, único. Por otro lado, el autor concluye, «
dado lo que sabemos [de otras especies]
sobre su aparente incapacidad para imputar estados mentales, que su entendimiento [de la muerte]
está limitado a la muerte biológica» (
ibid.). El autor entre otras anotaciones finales sugiere investigar a diferentes edades infantiles la cognición de la muerte, lo que en efecto realizó posteriormente: mostró que los niños de 4 años ven los estados psicológicos (mentales) como el deseo y los sentimientos, pero no los biológicos, activos después de la muerte (
Bering & Bjorklund 2004). Aún algunos niños, de hecho los más jóvenes, negaron inmediatamente que el personaje del experimento estuviera muerto y,
como he notado, esto tiene alguna relación con el nexo empático que se establece entre el individuo y el agente que repentinamente muere.
Si bien se han
observado recientemente conductas en chimpancés respecto a la muerte de alguien muy cercano (hijo, madre), que son ciertamente sorprendentes (p.ej. se ha sugerido que experimentarían la muerte igual que nosotros), un análisis minucioso plantea que, dado que la ToM humana llega a ser única por razones neurobiológicas, un sistema cognitivo restringido a la convergencia de la agencia y la empatía podría por sí solo sostener la (aparente) agencia de la muerte en chimpancés, similarmente a los infantes humanos de 4 años de edad. En tanto vemos que las emociones y las intenciones son «extraídas» tan solo del reconocimiento de la familiaridad de un objeto, si aún este objeto es de hecho un individuo empáticamente cercano, es entonces del todo posible que el «Núcleo de Agencia» (con su vinculación con la empatía) soporte tal conducta vista en chimpancés, sin necesidad pues de una ToM. Y adicionalmente esto significa que los chimpancés no experimentan la muerte igual que los humanos: una mayor concurrencia de procesos perceptuales, narrativos y ejecutivos brindada por el aporte funcional de una enorme BA10, es lo que dice que definitivamente no podemos experimentar igual la muerte, por lo menos a partir de nuestro cuarto año de vida, creciendo esta diferencia a medida que sigue madurando tal región, así hasta llegar a ser los humanos adultos capaces tanto de disparar espontáneamente como de absorber culturalmente las intuiciones y creencias explícitas (respectivamente) sobre los conceptos ‘alma’, ‘reencarnación’ o ‘vida eterna’.
Con esto llegamos al otro aspecto cognitivo que indiqué como necesario para una ToM verdaderamente sofisticada: el
Mental Time Travel (MTT). Se trata de un concepto muy útil que designa de acuerdo con diversos investigadores nuestra capacidad de «
viajar mentalmente» en el tiempo, haciendo posible que estemos constantemente ‘proyectándonos’ hacia el futuro (p.ej.
Berntsen & Jacobsen 2008, nótese que los autores dicen que las proyecciones más distantes en el tiempo se asociarían más a la cultura). De hecho, cuando digo ‘constantemente’ me estoy refiriendo exactamente a eso: el MTT forma parte de una red siempre activa,
por defecto, aún cuando estamos en reposo (es en parte este hecho el que permite ver otras facultades humanas neuroanatómicamente asociadas como las posibles «aplicaciones derivadas» que comentaba antes). Como se mostró en el referido artículo nuestro sobre el MTT, éste se traslapa extensamente con la agencia, la empatía y con la ToM y de hecho, sus aspectos prospectivos más abstractos están íntimamente ligados a la funcionalidad del BA10, así pues
entre más hacia el futuro viajemos menos detallado será lo imaginado (más abstracto). Con esta facultad, combinada con la ToM, la agencia y la empatía, o bien sirviéndose mutuamente entre ellas como herramientas, la cognición social llega a ser
trascendental (p.ej.
como sugerido por King).
«
Mientras la memoria implícita (p.ej. condicionamiento, priming) parece ser funcional muy tempranamente en la infancia, la mayoría de estudios indican que la memoria para los episodios del pasado se desarrolla entre 3–4 años [...]
A los 2 años y medio de edad [los infantes]
pueden invocar algunos fragmentos de remotos eventos pasados, pero solamente a la edad de 3–4 años los niños parecen empezar a viajar mentalmente hacia su pasado, p.ej. a reconstruir mentalmente episodios pasados como narrativas organizadas. Por la misma edad los niños adquieren gradualmente las habilidades de reconstruir mentalmente los episodios pasados y atribuir estados mentales a otros y a ellos mismos» (
Suddendorf 1994). «
Más tarde aún, entre 4–8 años, los niños adquieren un conocimiento explícito sobre los patrones temporales culturalmente dependientes (p.ej. semanas, meses, años) que soportan la estructuración de las experiencias de uno mismo» (
ibid.).
Entre tanto, mientras los monos manifiestan una capacidad de imitación que es en realidad limitada, por su incapacidad para imputar motivos a otros diferentemente de su yo, o aún una falta de consciencia del yo, los chimpancés sí ejercen una imitación verdadera, pueden performar la conducta de otros y aún simular juegos (aunque hay cierto escepticismo sobre esto,
ibid. p. 10, ya viendo atrás que no es una verdadera simulación). Los chimpancés parecen pues, al menos, capaces de atribuir algún estado mental a otro; sin embargo, se muestran incapacitados para representar sus propios estados mentales pasados como opuestos al tiempo presente, y en este aspecto nos recuerdan a los infantes humanos de 3 años de edad (
ibid. p. 14). El autor elaboró una tabla (p. 15, Table 1) donde compara las etapas del desarrollo mental humano con otros parientes filogenéticos: en un estado de segundo orden de representación, poseer autoconsciencia y una capacidad para imaginar otros mundos, los niños humanos de 2 años son probablemente igualados por los grandes simios adultos; luego, estos son quizás similares a nuestros niños de 3 años en cuanto a agencia pero con interferencia del estado propio presente, y en la reconstrucción de eventos pasados, pero con interferencia del estado propio presente en la simulación; los niños humanos de 4 años, ya mostrando agencia y MTT sin interferencias, serían según el autor igualados por
Homo erectus; finalmente, desde los 5 años en adelante los humanos,
Homo sapiens, estamos solos en cuanto a la abstracción de la ToM y la concepción abstracta sobre el pasado.
En una perspectiva más amplia sobre los animales, se puede notar una sofisticación de la conducta respecto al medio ambiente: de la anticipación de la conducta de los otros de tipo «
instintiva», dependiente del contexto, a la anticipación «
inteligente» independiente del contexto en tanto que manipula la memoria para elaborar escenarios futuros. Dado lo observado en chimpancés adultos comparados con los infantes humanos, y entre los propios humanos comparando a los niños con los adultos, es evidente que aún esa segunda modalidad de agencia tiene sus propios estados evolutivos de complejidad, en donde el desarrollo mental humano parece recapitular la evolución homínida, p.ej. también comparando los logros materiales de otros ancestros directos (
Homo erectus: herramientas, vivienda, dominio del fuego) con los propios (
Homo sapiens: tecnología, ciudades, religión) (
ibid. p. 30). Así pues,
Bloch (2008) p.ej. sugiere que «
los fenómenos que llamamos ‘religión’ en general son una parte inseparable de una única adaptación clave del hombre moderno. Esta es la capacidad para imaginar otros mundos», lo que, aunque el autor no lo explicite, evidentemente se trata del MTT; mientras que este ya se ha propuesto directamente asociado a la religión (
cf.
Atran 2002;
Bulbulia 2009) y aún posibilitando su origen (
Suddendorf & Corballis 1997).
Observaciones finales
De entre las conexiones neuroanatómicas del BA10, estudiando las conexiones prefrontales en el macaco (
Petrides & Pandya 2007), un importante circuito, la
cápsula extrema, la conecta con el núcleo STS–MB–agencia. Esto nos muestra el soporte neural del control ejecutivo (BA10) sobre esta región de procesamiento multisensorial, e implica que ha medida que madura esta región, ya sabemos que posteriormente al STS, en humanos, madurarán la ToM y el MTT. También significa, teniendo en mano las funciones del STS, áreas adyacentes y BA10, cómo el cerebro puede realizar procesos de metarrepresentación abstractiva, dada la conectividad en doble sentido: reprocesando la información y segregando lo relevante autorreferencialmente. Una consecuencia directa de esto es que los
outputs metarrepresentacionales que resultan de la combinación del MB–agencia con el MTT son a mí entender implícitamente ‘
sobrenaturalistas’: mentalidad abstraída –intencionalidad– imputable a objetos inanimados o meros eventos del entorno. Es ciertamente un asunto conceptual, tanto si como lo define Boyer:
agencia invisible, o como Pyysiäinen:
mente humana descorporeizada (o la
mente inmaterial), la intuición o ideación espontánea de que hay intenciones y deseos en el medio ambiente que no están soportados por cerebros ni están dentro de cráneos, puede (y debería, salvando los prejuicios conceptuales) legítimamente calificarse como
intuición sobrenaturalista (o también se le podría denominar
naturalmente mágica).
Hay además que agregar, en el asunto de las neuroconexiones del BA10, que, significativamente, ésta no las tiene con el córtex parietal (ni con el occipital ni inferotemporal, de acuerdo con Petrides & Pandya 2007). Esto redunda en que el carácter abstracto de la agencia (y del reconocimiento facial) es implícito e independiente de los procesos asumidos como propiamente abstractos del BA10 (
ibid. p. 11584). Recordemos pues el temprano neurodesarrollo supratemporal–visual/auditivo y parietal (1-2 años de edad), regiones ambas que, respectivamente, detectan agencia y la ubican en el espacio que nos rodea, precisamente en función del
input multisensorial que reciben directamente del entorno. La distinción yo/otros involucra además de la junción temporoparietal al córtex frontomedial (p.ej.
Yoshida et al. 2011) y recordemos también que esta región (BA10) es fundamental en la autorreferencialidad; así, mientras que esta región madura tardíamente, esto significa que los infantes humanos se representan así mismos de modo precario por lo menos antes de la ToM/MTT, mientras simultáneamente manifiestan una poderosa pan–agentividad: hiper–atribución de intención – juego simulado/amigos imaginarios. Esto especialmente puede dar cuenta de una serie de datos interpretados como p.ej., que «
los niños menores de 5 años atribuyen omnisciencia a todas las personas en su ambiente inmediato» y que «
piensan teleológicamente» (
Voland en Voland & Schiefenhövel 2009 p. 12), que los infantes sean «
animistas» de acuerdo con Piaget (
cf.
Sugarman 1990), o que sean «
dualistas natos» (además porque, como Bloom propone para soportar
su afirmación, en efecto hay procesos segregados animado vs. inanimado evidentemente innatos:
Mahon et al. 2009).
Finalmente, ese mentalismo implícitamente abstracto se redimensiona al madurar el BA10 y el surgimiento del MTT (aparición del reprocesamiento de la agencia): «
los niños no ven los eventos inesperados del ambiente como siendo símbolos de intenciones comunicativas hasta que tienen aproximadamente 7 años de edad [...]
entre tanto [...]
los de 5 años de edad también fueron capaces de detectar agencia intencional detrás de aquellos eventos inesperados. Pero estos niños un poco más jóvenes fallaron al diagnosticar la intención comunicativa de aquellas señales. Por lo tanto, no es la capacidad de detectar agencia detrás de los eventos inesperados lo que es tardío en el desarrollo, sino la capacidad de ver el sentido comunicativo en los eventos inesperados» (
Bering & Parker 2006 p. 259). Como de esperarse, los niños entre 3–4 años de edad no vieron ningún sentido agentivo–comunicativo en los eventos inesperados. Los autores suponen que la diferencia entre los niños de 5 y 7 años se debe a la posesión de una ToM de segundo orden, la inferencia de que «
los estados epistémicos de otro agente y el yo son recursivamente representados (“Como ella puede ver en mi conducta, la Princesa Alicia sabe [yo no se] donde está realmente la pelota escondida; así, en este evento ella me informa que tengo una falsa creencia”). Antes de alcanzar un segundo orden de entendimiento de los estados mentales, los niños parecen ver los eventos como siendo intencionalmente causados por un agente abstracto pero no captan la naturaleza declarativa o referencial del evento» (
ibid. pp. 260-261). Nótese pues que este segundo orden de metarrepresentación en realidad se asocia al MTT sobre un agente: se «proyecta» la mentalidad de un agente hacia un posible escenario futuro/pasado –sin esto no sería posible inferir que un agente sabe de un evento del pasado o que eventualmente brindará información, como en este experimento de Bering & Parker (2006), aún sea que esto se exprese verbalmente en tiempo presente.
Conclusión: la pan–agentividad/MTT
Como ya argumentado antes, la evolución del cerebro humano muestra dos aspectos de mayor relevancia que dan notoriedad a la cognición humana sobre los primates y demás animales: la expansión volumétrica temporoparietal y la sofisticación a nivel celular del BA10 (y el
córtex cingulado anterior). Esto resulta en una cognición social de extraordinaria (léase
contraintuitiva) abstracción. De hecho, la evolución del cerebro primate y especialmente el humano, es el paradigma de la evolución del cerebro social (
Dunbar & Shultz 2007). Entre tanto, la aparición del lenguaje, la matemática, la tecnología de herramientas, la moral, todos correlacionan en mayor o menor grado con
tractos perisilvianos que han sufrido un creciente desarrollo en tiempos evolutivos recientes. Ontogénicamente, parece que la proliferación sináptica extrema en la región temporoparietal, durante los 2 primeros años de vida, marcan la hiper–agentividad, al punto que los infantes son capaces del juego simulado y amistades imaginarias aún sin una ToM, por lo menos aceptada como tal (pasando la prueba de la falsa creencia después de los 3–4 años de edad). La agencia es ya una capacidad abstractiva resultante del directo procesamiento de la información visual entrante.
Y en la medida en que sugiero, tentativamente, que otros rasgos humanos notoriamente diferentes de otros homínidos vivientes, lo son precisamente porque de una u otra manera se sirven de la convergencia funcional de agencia, ToM y MTT, el BA10 juega un papel central aquí. Encuentro muy plausible que el MTT permita iluminar cognitivamente la así llamada «
mente extendida» (p.ej.
De Cruz & De Smedt 2007 respecto al registro arqueológico cual producto de aquella): en tanto que los humanos están en un permanente estado de prospección y tienen un incomparable sentido «espaciotemporal» para manejar la información, su interacción con el mundo externo es verdaderamente «
inteligente» como decía Suddendorf (1994). Y aún como nota Saxe (2010; ver video aquí abajo - se pueden activar subtítulos en español), la esencia misma de esta notoria inteligencia es la capacidad «
de ir más allá de las estadísticas visibles del medio ambiente para inferir las causas ocultas que explican lo que vemos».
Lo contable, lo medible, lo pesable,... índices de densidades por aquí, y por allá relaciónes o cocientes entre áreas y la masa total,citoarquitectura,arborizaciones,proliferación abigarrada de sinapsis,.... pero ¿qué se busca?,¿qué se espera encontrar?, ¿acaso un "nano-pepito-grillo-ovillado-en-una-doble-hélice"?, y para colmo la serotonina,la 5-hidroxitriptamina,resulta que es exactamente igual a la que tienen los animales y algunos vegetales...
ResponderEliminarpues sí... esto parece cada vez más no una "cosa" de dioses, sino "cosa" de brujas.
¿Que qué se busca, anónimo? Pues un humanismo naturalista científico.
ResponderEliminarEn realidad no entiendo a qué vas, pero advierto que tampoco se trata de «demostrar científicamente» que somos una cosa «única», precisamente como «una creación divina». Simplemente, lo que hay: somos primates y somos simios, pero tenemos «sutiles» exclusividades también.
Hombre, Antonio, era de suponer que las había;
ResponderEliminara esas exclusividades me refiero,antes de ser patentes como en cualquier casquería se puede ver, los sesos de la ternera, del cerdo, del cordero, son diferentes, y por inferencia tendrán sus sutilezas microscópicas, programadas por sus diferentes cromosomas según cada especie,y en cualquier necropsia humana o sala de disección, se pueden analizar cerebros humanos sanos, o con Alzheimer, tumores, infecciones, inflamaciones, intoxicaciones, convulsiones, isquemia, y aún más pues ya se han visto con TAC las diferencias estrucuturales macroanatómicas como agrandamiento de los ventrículos cerebrales de la esquizofrenia, y todo esto está muy bien, muy bien, con vistas a tratamientos médicos, pero entiendo por Humanismo algo más que la ciencia médica, o algo más que adjudicar las conductas diferentes a la diferente citoarquitectura neuronal, pues para que te hagas una idea de lo que quiero decir, que tampoco sé muy bien lo que quiero decir,cuando hace muchos años supe que era mujer porque tenía dos cromosomas X y carecía del cromosoma Y, no me sentí explicada como ser humano, tan sólo etiquetada.
Respecto a lo de "creación divina", nada de divina, y hasta pongo filtro o en cuarentena,a la palabra "creación".
Que el ser humano es diferente al resto de animales eso lo puede deducir un infante de 3 años, o que «era de suponer» que había diferencias, pues hace siglos que la filosofía (y la religión) lo aseguraban.
ResponderEliminarLa posibilidad que nos dan la neurociencia cognitiva o la genética, que es definitivamente algo nuevo, es que no solo supongamos tales diferencias sino que las empecemos realmente a conocer.
Saludos
Creo que no solamente el conocimiento cumulativo que describres va dando la pista de qué es lo que realmente nos hace humanos, citoarquitectónicamente y conectómicamente, sino que perfila como concepto tentativo de qué es la "mente". Para mí cada vez queda más claro que el objeto espistémico de la psicología no puede ser la "conducta", sino los procesos neurofisiológicos que estructuran el Cerebro Social. Es decir, los circuitos neurales que sustentan nuestra singular capacidad ultrasocial (MB, agentividad, ToM, MTT).
ResponderEliminarEl "truco biológico" del ser humano es precisamente su capacidad de trascender los límites de la realidad física inmediata, guiando sus acciones y planificación por una realidad que no ES, imaginaria....y que bien pudiera calificarse de sobrenatural.
Saludos
Totalmente de acuerdo Luis. Decidí extender el asunto agencia/ToM/MTT precisamente por lo que haces notar: esta red por defecto parece auténticamente exclusiva del ser humano, por tanto, es pues a la vez, la «mente humana» y la «naturaleza humana». Claro está, para los lectores no habituados a nuestros diálogos, que no es exclusiva por que sea solo humana, al contrario, entre tanto que la compartimos con otros simios, lo exclusivo como dices es la neurobiología de ciertas regiones (BA10, cíngulo anterior, conectoma, expansión temporoparietal), entre las que prominentemente, la BA10 brinda a esta red su naturaleza de funcionalidad extraordinaria (viajar imaginariamente en el tiempo), o contrafactual (imaginar escenarios imposibles físicalistamente). Por tanto, la red por defecto y su funcionalidad es sinónimo de «cognición sobrenaturalista» (Hood p.ej. llama a esto «supersentido»).
ResponderEliminarSaludos
Claro, no hay evidencia de que las capacidades sean exclusivamente humanas. Componentes del MTT, de lo que es parte la memoria episódica, ha sido observada incluso en urracas. Así que queda por detallar la cuestión de ¿qué es lo que nos hace humanos?
ResponderEliminarEl trabajo que comentas es interesante en tanto a que apunta más a la abundancia de interconectividad (el estrato IIIc de las minicolumnas corticales) que en sí a la mayor abundancia de neuronas, y para lo que se requiere de una mayor distancia interneuronal. Esto es confirmado por la relativamente mayor "materia blanca" existente en las circunvoluciones cerebrales en comparación a otras especies (si bien no en el cerebro en general).
La presencia, en unos cuantos primates (aunque también en elefantes y cetáceos), de las células en huso o de Von Economo, es otra pieza importante. Células que se estima son capaces de transmitir a gran velocidad.
Mayor velocidad y mayor número de computaciones por unidad neuronal. Sin duda, unas mismas capacidades que en el humano se han escalado a un nivel sin precedentes en la biología del cerebro.
Hay otro detalle que me llamó la atención, aunque no estoy seguro si se comentó en la revisión de Semendefer et al (cladograma). Y es la dominancia de la región motora primaria (BA4) en el resto de los simios. Posiblemente una medida de que en los demás simios la respuesta motora es evolutivamente dominante sobre el resto de los procesos "mentales". En cambio en el ser humano el imperativo de predecir la conducta de los demás acabó creando un mundo "interno", que ahora llamamos "mente", y a lo que el cerebro terminó asignando mayores recursos que a la interacción motora-conductual con la realidad.
Saludos
No lo comentan, pero es de notar tal dominancia. Y es otro buen punto de contraste con la cognición humana: de ello evidentemente co-depende la «inmediatez» de la conducta de otros simios (y de su aparente falta de MTT), mientras que nuestra dominancia del BA10 nos vuelve «abstractivos».
ResponderEliminarPor cierto, ya hace algún tiempo se sabe que el cerebro humano ha decrecido en tamaño desde hace 30 mil años (Henneberg 1998), pudiendo suponerse que hasta ese entonces la evolución estuvo en una auténtica carrera selectiva del cerebro más social. Parece que toda nuestra «abstractividad» no es sino un resultado exagerado de tal carrera (un cerebro pues no social, sino hipersocial, o ultrasocial como dice Haidt). Y mientras este decrecimiento cerebral hace sobresalir más la expansión del BA10, parece por un lado que terminó la carrera, cosa evidente, pero por otro, que nuestro cerebro se convirtió en uno pan-agentivo/MTT (el concepto neurocognitivo de lo hiper o ultrasocial), donde la sobrenaturalidad (~ contrafactualidad, contraintuitividad, fantasía) no es meramente un subproducto cultural ni un directo producto de ello, sino ello mismo. Tal y como se piensa que la expansión exponencial de la cultura amortiguó la presión selectiva sobre el tamaño cerebral (ya que con la cultura una exorbitante cantidad de información podía ser puesta fuera del cerebro: la «mente extendida» o «exocerebro»), creo que alcanzar un tope pan-agentivo/MTT tuvo así doble efecto: mente extendida ←→ decrecimiento cerebral.
Saludos