Por: Antonio Chávez
En 2008 el programa televisivo Redes presentó esta interesante entrevista con Gerd Gigerenzer, psicólogo director del Centro para la Conducta Adaptativa y la Cognición del Instituto Max Plank. Sus estudios muestran que las decisiones intuitivas (es decir, que no siguen patrones de análisis crítico-racional) pueden ser más eficaces para nuestra vida cotidiana, aunque en realidad no se restringen al ámbito de lo cotidiano sino que se extienden al conocimiento científico (Sturm & Gigerenzer 2006). El principio es sencillo y lo es por razones evolutivas: considerar solo la información relevante, o inmediata disponible, para tomar decisiones rápidas resulta más efectivo, dada la rapidez del proceso, que hacer cálculos y sopesar racionalmente todos los probables pros y contras ante determinada circunstancia. Ahora bien, la información relevante o inmediata la proveen mecanismos automáticos, inconscientes, que son patrones instintivos de procesamiento de información sensorial que generan respuestas adaptativas ante el entorno. Es decir que las decisiones dependen enormemente de nuestras adaptaciones evolutivas. Aquí cobra especial importancia el hecho de que seamos ante todo, primates sociales.
Gigerenzer también ha mostrado que los infantes humanos pueden razonar de modo probabilístico (Zhu & Gigerenzer 2006). Por otro lado hay suficientes datos que sugieren que en efecto poseemos mecanismos cognitivos cuyas respuestas de salida, outputs, son automáticas, y tienen un diseño adaptativo fácilmente visible. La intuición parece pues una combinación de tales outputs que convergen en una respuesta rápida e inconsciente, tal y como se ejemplifica con la elección de la pareja. Otros ejemplos son aquellas intuiciones que tenemos sobre los propósitos de una persona: aquí actúan sin que nos percatemos (consciente o racionalmente) una serie de mecanismos automáticos tales como el reconocimiento de emociones faciales, detección de intención, inferencias causalísticas, etc.
Ahora bien, este juego de outputs no solamente se activa ante la interacción con personas, sino que según Atran «se extiende a los puntos móviles en las pantallas de computadora, las voces en el viento, las caras en las nubes, y virtualmente cualquier diseño complejo o circunstancia incierta de origen desconocido» (Atran & Norenzayan 2004 pp. 718-719). Kelemen y sus colegas tienen varios estudios que demuestran sólidamente que en efecto la intuición teleológica por ejemplo, parece ser un default output, es decir una respuesta de salida de la entrada sensorial por defecto, automática, independiente del aprendizaje cultural y la influencia de los padres durante la temprana infancia (Kelemen et al. 2005), que también está presente en adultos (Kelemen & Rosset 2009)
Todos estos datos son de interés para la Ciencia Cognitiva de la Religión, puesto que nos muestran cómo actúan los mecanismos subyacentes a la formación de las ideas religiosas, entre otros muchos rasgos humanos. Adaptativamente, para nuestra especie es de fundamental relevancia poder interaccionar efectivamente con otros individuos, por ejemplo para la elección de pareja, o para el establecimiento de lazos sociales fuertes. Los estudios del reconocimiento facial de emociones o la detección de agentes intencionales, sugieren que estos outputs tienen en común estar enfocados hacia la interacción social con otros humanos, y que este principio se extiende a la percepción de objetos y circunstancias no humanas. El valor adaptativo de la interacción social debe haber sido progresivamente pulido por la selección natural al punto de que toda otra relación con aspectos no-humanos depende también de este default output.
Algo que hay que observar es que la interpretación resultante, al atribuir intención a un objeto inanimado, puede no tener ningún valor o sentido en términos epistemológico-científicos, es decir no ser algo que real y objetivamente forme parte del objeto en cuestión, conocimiento que precisamente depende del cálculo analítico-racional de lo que ingresa sensorialmente al cerebro, sino que tiene cierto valor social automática e instintivamente relevante al estar nosotros empujados a interactuar socialmente con un objeto no-humano. Lo dicho no es puramente especulativo, sino que se basa en que en el cerebro las áreas del procesamiento sensorial se traslapan con las de la cognición social. Hay pues una fusión entre lo que se percibe sensorialmente y la conducta social.
La utilidad de esto es fundamental pero debe funcionar en conjunto con otros patrones instintivos (sexo, comida, territorialidad, etc), y además estar relacionada con la evolución del cerebro: desde poder domesticar el agente fuego hasta manipular el ciclo biológico de las plantas gracias a la intuición causalística. Sin embargo, no han sido pues los únicos resultados, sino que todo esto conduce, quizás inevitablemente (o quizás hayan grados de evitabilidad), a la formación de ideas extraordinarias, tal como las religiosas.
Bibliografía:
• Sturm & Gigerenzer (2006). How can we use the distinction between discovery and justification? On the weaknesses of the strong programme in the sociology of science. Archimedes, 2006, Volume 14, III, 133-158
• Zhu & Gigerenzer (2006). Children can solve Bayesian problems: the role of representation in mental computation. Cognition, 98, 2006, 287-308
• Atran & Norenzayan (2004). Religion’s evolutionary landscape: counterintuition, commitment, compassion, communion. Behavioral and Brain Sciences, 2004, 27, 713–77
• Kelemen et al. (2005). Why Things Happen: Teleological Explanation in Parent–Child Conversations. Developmental Psychology, 2005, Vol. 41, No. 1, 251–264
• Kelemen & Rosset (2009). The Human Function Compunction: Teleological explanation in adults. Cognition, Volume 111, Issue 1, April 2009, Pages 138-143
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