21 abril, 2010

LA BIOLOGÍA DE LA AGENCIA Y DEL YO

Gradualmente la neurociencia ha ido elucidando la forma en que nuestro cerebro construye aquello que llamamos mente. En el fondo la "mentalidad" son fundamentalemente modelos dinámicos, cambiantes,  que simulan aspectos de realidad externa y de los procesos cognitivos internos.  Algunos de estos modelos son autorrepresentaciones, es decir, procesos que mapean elementos del organismo y que son identificados como "propiedad", elementos que pudiésemos llamar egosintónicos y que son admitidos como parte del yo (self).  Se pudiera entonces decir que hay varias formas de consciencia, por ejemplo,  la consciencia social (Teoría de la Mente) que tiene que ver con el procesamiento de las intenciones y motivaciones de los demás,  o la consciencia de uno mismo (autorepresentaciones, en la forma de sentimientos, cogniciones, intenciones y motivaciones propias).


Pocas especies parecen capaces de generar verdaderas autorrepresentaciones, y por lo tanto de desarrollar al menos una rudimentaria consciencia de sí mismo. Una forma experimental de contestar esta pregunta es mediante la prueba del espejo, es decir colocando una marca en alguna parte del cuerpo y ver si el organismo reacciona ante ella.  Cinco primates pasan la prueba:  los seres humanos mayores de 18 meses, los bonobos, chimpancés, gorilas y orangutanes.  Los elefantes y ciertos cetáces (orcas y delfines) también la superan.  A pesar de que existen una serie de críticas en tanto que la reacción del organismo puede estar limitada por el grado de especialización del órgano visual, existen ciertas desarrollos anatómicos macroscópicos y microscópicos que correlacionan con la prueba positiva del espejo.

Se especula que los organismos capaces de generar este tipo de autorrepresentaciones están posibilitados para capturar el componente consciente de las emociones: el sentimiento. Las técnicas por Resonancia Magnética Nuclear han identificado una zona cerebral:  la ínsula anterior. Las sentimientos,  que se teoriza son procesados por la ínsula, van desde reacciones básicas tales como el hambre, la ansiedad o el asco, hasta sentimientos más complejos como lo es el rechazo social.  Tal como comentaba más arriba, la investigacion aporta nuevos datos en favor de la hipótesis que los organismos que pasan la prueba del espejo son precisamente aquellos mejor dotados para experimentar "sentimientos": el aumento progresivo del área insular anterior, y una también progresiva presencia de un nuevo tipo neuronal en la ínsula  (las neuronas de Von Economo).  Estas neuronas se localizan tanto en las áreas que manejan los componentes motrices de las emociones, como en las que procesan el aspecto interoceptivo (sentimientos),  respectivamente en la corteza del cíngulo anterior y en la ínsula anterior. 

Como sería de esperar, aquellas especies que mejor pueden formar modelos conscientes de las emociones, es decir los sentimientos, y que muestran una mayor presencia y organización de las neuronas de Von Economo son precisamente las que pueden "vivir" más empáticamente aspectos de la conducta de los demás. Muy posiblemente la red de las llamadas neuronas espejo, que se activan al observar la conducta de otros, alimentan estas regiones cerebrales.

Sin embargo, la consciencia del yo como agente volitivo, pudiera depender del mismo mecanismo diseñado para detectar agentes externos. Un mecanismo que según algunos autores es lo suficiente hipersensible para crear la percepción de sofisticados agentes ajenos a cualquier posible experiencia natural (ej. Dios). El cerebro humano viene innatamente equipado con este mecanismo que procesa diferencialmente los objetos (agentes) animados de los inanimados,  un sistema que está inmerso en las porciones laterales de la división ventral del sistema visual (occipito-parieto-temporal). Este sistema detecta agentes volitivos (ej.  potenciales depredadores),  que se supone tienen intencionalidades, propósitos y  metas.  Tal como menciona Steven Novella en el Skepticblog:
Los psicólogos y neurocientíficos en años recientes han demostrado que nuestro cerebro está cableado para distinguir en nuestro ambiente las cosas que están vivas de aquellas que no lo están. Pero "estar vivo" (desde un punto de vista psicológico) no es acerca de biología, sino de agencia - de algo que puede actuar en el mundo, que tiene su propia voluntad y puede hacer que pasen cosas. Claro, esta es una propiedad de las cosas vivientes, pero así no es como nuestro cerebro distribuye las cosas. Podemos percibir la agencia en cosas no-vivientes, si es que están actuando como agentes.
Claro, el yo no se va desplazar en el espacio físico como lo hacen los objetos biológicos, y que son las categorías para las que están evolutivamente diseñados a detectar las porciones ventrolaterales de los lóbulos temporales.  Sin embargo, tampoco lo hace Dios, el alma, la mente, los espíritus, o los agentes ocultos que creemos adivinar detrás de un supuesto plan siniestro, y aún así en cierta forma todos son tratados por la circuitería cerebral como si fuesen objetos biológicos con intenciones. Eso quiere decir que el yo puede ser entendido como un agente intencional que se ha internalizado, la ilusión del "homúnculo" que habita en nuestra cabeza y que gobierna la conducta. Excepto en el caso de la enfermedad mental (ideas, sentimientos, impulsos o memorias que son indeseables), todas las autorrepresentaciones son sentidas como propias, como si emanaran y estuviesen bajo control de este agente oculto.  Posiblemente la activación simultánea del sistema de agencia (via ventral de la visión) y del sistema insular, que crea la ilusión de propiedad y familiaridad en las autorepresentaciones, son dos de los componentes más importantes para la génesis del yo.  

Aún y cuando podemos asumir que todos los organismos biológicos tienen de alguna forma "intenciones" y "metas",  hay en la evaluación de tales contenidos un considerable factor ilusorio. Esto es particularmente cierto cuando evaluamos la agencia que localizamos en nuestro propio interior (el yo/self).  Por ejemplo, tenemos la poderosa impresión que el yo es el motor de todas nuestras intencionalidades, lo cuál refuerza la percepción de que el libre albedrío es determinante, aún y cuando la realidad es que el yo parece recibir más bien un "memorándun" de cortesía de procesos que son decididos de manera inconsciente.  La llamada cognición online, es decir las representaciones que están ancladas directamente a la percepción del mundo externo, tiene a su disposición elementos para autocorregir la deformación que imprimen los sentidos. En cambio la cognición off-line, las representaciones imaginarias de agentes inexistentes (sensorialmente) en el entorno inmediato, son más afectadas por las ilusiones.  Aquí encontramos esferas en donde se derivan cogniciones cada vez más fantásticas: el yo interno, explicaciones conspiracionistas  de sucesos políticos o sociales, el animismo, o la teleología universal.


BIBLIOGRAFÍA

Mahon B. et al, 2009, "Category-Specific Organization in the Human Brain Does Not Require Visual Experience", Neuron 63, 397–40. (pdf)

Bermejo F. et al, 2010, "La conciencia, la conciencia de sí mismo y las neuronas de von Economo", Rev Neurol 2010; 50 (7): 385-386.  (pdf)

Neurociencia de la Religión (I): Correlatos Neurales de la Creencia Sobrenatural.

Neurociencia de la Religión (II): Dopamina, Pensamiento Mágico y Religión.

Neurociencia de la Religión (VI):  El Papel del Lóbulo Temporal.

1 comentario:

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