Por: Antonio Chávez hnc.correo@gmail.comA inicios de setiembre último se llevó a cabo en la Universidad de Bristol, Inglaterra, la conferencia interdisciplinaria Explaining Religion, en la que participaron varias figuras reconocidas dentro del ámbito del estudio científico de la religión, como Thomas Lawson y Robert McCauley, ambos quienes institucionalizaron la Ciencia Cognitiva de la Religión; Jesse Bering, psicólogo evolucionista quien acaba de publicar The Belief Instinct; Deborah Kelemen, cuyos prominentes estudios sobre teleología infantil y adulta son referencia obligatoria en el campo; Bruce Hood, autor de Supersense; Ara Norenzayan, quien con Scott Atran publicaron en 2004 un artículo también obligatorio; Christine Mohr, a quien hemos citado por su importante trabajo junto con Peter Brugger sobre pensamiento mágico y dopamina; o Susan Blackmore, conocida por su divulgación de la «memética»; ella y Michael Blume caracterizaron dos aspectos reveladores de la conferencia.
En nuestro blog, precisamente refiriéndome a Richard Dawkins, he tocado muy brevemente el tema de la «memética», pero de un modo específico y crítico. Allí citaba justamente a Paul Harris, un psicólogo también ponente en Bristol, que ha mostrado que los niños no son precisamente «replicadores» de las creencias de los adultos. En Explaining Religion Blackmore, una fuerte defensora de la «memética», ha tenido que aceptar los datos aportados por Michael Blume, que muestran que las personas religiosas tienen más hijos en comparación de las seculares, con lo que el autor sugiere que la religión encapsula estrategias reproductivas exitosas, lo que explica porqué aún a pesar del avance de la ciencia incluidos los litigios legales sobre evolución vs. creacionismo en EE.UU., no ha resultado en la desaparición del fundamentalismo y la religión en general; «la razón es simple», concluye el autor: «los teóricos evolucionistas engendraron más argumentos científicos - pero los comprometidos creyentes en agentes sobrenaturales engendraron muchos más niños» (Blume 2009 p. 125).
Susan Blackmore ya no cree más en la memética-viral-dawkinsiana para definir (y, hay que decirlo claramente: demonizar) a la religión. Al menos eso dijo en su artículo en The Guardian, Por qué ya no creo que la religión es un virus de la mente, días después de la conferencia. Como concluye, «así es como trabaja la ciencia (a diferencia de la religión): al final son los datos lo que cuenta.»
Ahora bien, esos datos puestos en Bristol por Blume, o por Ryan McKay, «mostrando que la gente religiosa puede ser más generosa, hacer menos trampas y ser más cooperativa en juegos como el dilema del prisionero» (citando a Blackmore), sumados a la ponencia de Bering sobre la forma en que ateos y teístas encuentran propósito en sus vidas (y su más interesante trabajo de que la sensación de que los aspectos emocionales no terminan con la muerte sería una función específica de la cognición social y no un derivado de la Teoría de la Mente), el teleologismo innato sugerido por los estudios de Kelemen con adultos y niños, o Norenzayan y las creencias religiosas fomentando el potencial de cooperación entre individuos, conducen todos al concepto de que ser observado por un agente sobrenatural realmente mejora la «performance» del individuo a nivel socioemocional, moral y, finalmente, reproductivo. Así, parece que más que el subproducto cultural de procesos neurobiológico-evolutivos, la religión pudiera contener un aspecto directamente adaptativo. Por lo menos, no parecen caber dudas respecto a que la conducta supersticiosa o el pensamiento mágico mejoran el desempeño cognitivo en situaciones donde hay sensación de falta de control. Esto resulta en un factor ansiolítico que sería más potente en la religión que en otros sistemas más o menos rígidos de creencias/conductas como la política o el deporte, en tanto que a diferencia de éstos, trata pues sobre asuntos existenciales en especial el problema «gordo» de la muerte.
Sin embargo, también hay datos recientes mostrando una relación entre intolerancia y el mayor grado de religiosidad, p. ej. homofobia, conservadurismo, y racismo: Whitley 2009; Rowatt et al. 2009. De hecho, la impresión del público general en una encuesta hecha a un millar de estadounidenses, por la Public Religion Research Institute (enlace ya no disponible), es que los mensajes religiosos y la tasa de suicidios entre gays están vinculados.
Esto conduce a la reflexión de que, ante los datos divididos, la religión efectivamente sea portadora de códigos de membresía y cohesión grupal, lo que le da un sentido adaptativo (Alcorta & Sosis 2005), pero como consecuencia, pienso que esto mismo podría devenir en una complejidad conductual en la que mucho de lo externo al «grupo» sea rechazado.
Pascal Boyer mismo, quizás el más importante exponente de la teoría exaptacionista (subproducto), en contraposición a la adaptacionista, de la religión, en su reciente libro The Fracture Of An Illusion (Vandenhoeck & Ruprecht, 2010), sin desviarse de su argumento de que la religión es el resultado de la interacción de funciones sociales del cerebro, reconoce que algunas de tales funciones «pueden interpretarse como adaptaciones, es decir, capacidades desarrolladas expresamente o rasgos que proporcionan evidencia de un diseño funcional complejo y confieren una potencial ventaja reproductiva» (pp. 74-75). Tales ventajas han sido evidenciadas por Blume y presentadas en Explaining Religion, así como antes Alcorta, Sosis y otros autores, incluido Bering, ya han presentado evidencias para el adaptacionismo. En todo caso, ya se ha comentado antes que ambas teorías no sean excluyentes sino complementarias.
Puede que los resultados de esta conferencia nos introduzcan nuevamente al asunto de si la Ciencia Cognitiva de la Religión es controvertida, sobre todo para quienes quieren mantenerse en la creencia de que la religión, generalizando sin más, es esencialmente dañina y que debe ser extirpada del ser humano. Explaining Religion obliga a replantear esto, cuando no mejor abandonar tal demanda. Además, seguramente ahora carece de relevancia que Blackmore, siendo psicóloga obtuvo un PhD en parapsicología y defendió sus creencias paranormales, para luego virar al escepticismo, ya que es una atea declarada que p. ej. se opuso a la visita del Papa a Inglaterra, siendo así que lo importante sea su actitud ejemplar ante datos que contradigan las creencias personales. Paralelamente, de nuevo se pudiera sospechar de «agendas ocultas» en tanto que Blume es un protestante casado con una musulmana como él mismo comenta. Sin embargo, tal y como en el caso de Barrett (psicólogo, cristiano) vs. Grayling (filósofo, ateo), debemos atenernos a los datos, como decía Blackmore, más que a las creencias que abrigamos personalmente.
Mientras Explaining Religion no gustaría nada a los neoateos, podría ser tomado como bandera de victoria por los teístas.
Entonces nuevamente también, hay que advertir al lector, más aún si tiene fuertes convicciones sean éstas religiosas o no, que Explaining Religion no nos dice que Dios viene de nacimiento en nuestra cabeza. Aún pudiendo demostrarse que realmente hay una codificación neurocognitivo-genética que conduce al hombre inevitablemente a algo aquí, no es a rezar a Dios ni a creer que Jesús ascendió al cielo, sino a los mecanismos psicológicos que propician estas ideas y conductas. No es pues que ahora todos tengamos que mostrar sumisión a los curas o que deshagamos toda política laicista (comentarios polarizados que suelen hacer los no-creyentes reaccionarios), sino que el debate ateo/teísta debe iluminarse con esos datos. Blume tiene razón en que no se trata de meramente hablar de evolución y esperar que la gente deje de creer en Dios, en almas o en la astrología, se trata más que nada de comprender científicamente porqué la gente tiene creencias religiosas.
Muy bueno, muy bueno... hace poco curioseando lo encontré por ahí, leí por encima programa y demás... genial. Gracias por comentar el evento.
ResponderEliminarSalu2
Algunos procesos que subyacen a la conducta religiosa deben ser ciertamente adaptaciones (el problema es saber cuáles y si vale la pena seguir usando la palabra religión para referirnos a ellos.) Encuentro inadecuado, y hasta cierto punto tendencioso, que usen los investigadores el término "religión" para referirse a lo que se pudo haber seleccionado por la evolución. Sabemos que la psicología evolucionista es terreno fértil a la teorización inverificable, e incluso al prejuicio (véase caso de Marc Hauser). Pienso que el hecho de que los religiosos, las clases socioeconómicamente menos afortunadas, o ciertos grupos étnicos, produzcan hoy en día más niños no es criterio suficiente para afirmar, por ejemplo, que los creyentes en Dios, los pobres o los latinos han sido "vistos" por la selección natural.
ResponderEliminarLas adaptaciones necesitan de cuando menos 3 criterios: ser demostrablemente heredadas (dependientes de genes concretos), ser el producto de procesos selectivos históricos (la religión en el paleolítico?), y que solucionaron un problema adaptativo al tiempo de su evolución. Es lógico pensar que la selección natural pudo haber favorecido conductas y procesos mentales que optimizan la cohesión grupal, la honestidad o la conducta altruista.
En mi opinión es preferible hablar de procesos más generales, evitando de momento el término "religiosidad", que lo único que hace es confundir el análisis. Incluso ir por completo al inicio, es decir, asumir simplemente que el cerebro construye X modelos de la realidad, y que tales modelos tienen un efecto diferencial sobre la aptitud reproductiva. En el caso concreto de la religión, hipotéticamente serían aquellos modelos de la realidad que tenderían a las cogniciones y representaciones sobrenaturales. Visto de esta forma, unos de los más aptos deberían ser los individuos que fenoménicamente bordean la psicosis o la esquizofrenia (y que es dudoso que dejen más genes).
Se pudiese teorizar de hecho lo opuesto: que los individuos con la mejor capacidad para "sincronizar emocionalmente" con el grupo, los más "vulnerables" al efecto de los rituales y a disolución de los límites del yo, son los más aptos reproductivamente (serán también los más religiosos??). Las explicaciones a la inversa me parecen forzadas, por ejemplo, que algo llamado religión fue seleccionado puesto que favorece la señalización costosa (conductas que son difíciles de fingir), controlando así a los miembros grupales oportunistas (free riders).
Por último, las adaptaciones tienen que ser heredadas, es decir, tiene que haber genes (cuáles se conocen??). Y genes que supuestamente aparecieron tardíamente en nuestra historia evolutiva. No hay evidencia aún de correlación entre genes mutados y lo que hoy conocemos como religiosidad (y comprensiblemente resulta difícil el obtenerla). Pienso que lo más objetivo por ahora es asumir influencias genéticas indirectas, de hecho todo está influido indirectamente por los genes, y teorizar que la religión es un sub-producto evolutivo.
Saludos
Hola Luis.
ResponderEliminarSi vamos a tratar de evitar prejuicios, entonces mejor olvidar eso de que los creyentes en Dios han sido favorecidos por la selección. Creo que fui claro al decir que «Explaining Religion no nos dice que Dios viene de nacimiento en nuestra cabeza». El término «religión», de acuerdo con Boyer, es ficticio y tal cosa en realidad no existe «en sí misma». Lo que existe es un conjunto de funciones «generalistas», varias pero no todas, es decir, podemos identificarlas en otros aspectos humanos no religiosos. Por otro lado, se piensa que los genes que se asocian a las conductas también son de índole generalista.
Sin embargo, tampoco «la religión» es lo mismo que «la política» o que «el arte». Así pues, también hemos visto que el asunto de la muerte es prácticamente uno que la religión afronta mejor, o por lo menos de un modo exclusivamente explícito. La combinación de empatía, ToM y mental time travel, prácticamente lo que permite idear la agencia de la muerte (en términos religiosos, «alma»), no parece un mero subproducto cultural, sino que ésta asociación responde directamente a la configuración del conectoma, en lo que está bastante claro que hay un elevado grado de determinación por el genoma en las regiones parietales (p.ej. en comparación con las frontales). Paralelamente, hay evidencia de que la espiritualidad se sienta allí, y que además, es altamente similar entre gemelos.
Estos son suficientes indicios de herencia genética, no puede haber más tampoco. El hecho de aún no hallar qué genes hacen exactamente qué cosa, dice poco en realidad. Por lo visto, todo es asunto de tiempo y más estudios neurogenéticos. El pensamiento mágico, la pareidolia o la conducta supersticiosa, forman otro paquete de canales que conducen a la religión, pero que también conforman una cognición generalista. Considero que todos están determinados por el genoma y su expresión en el cerebro. El aporte ambiental parece limitarse a la modulación sociocultural de los mismos.
En resumen, la agencia sobrenatural no es un producto cultural, sino que venimos cableados para ello. Todo lo demás sobre si la religión cala o no en esto o si ello hace ver la Biblia atrayente, es un asunto de gradación adquirida. Sobre la psicosis, ojo, también parece uno de grado: el extremo ya no es viable reproductivamente si de hecho confundes a tu pareja con un demonio.
Un abrazo.
Tengo que agregar que todos esos canales que propician «la religión» cumplen con los requisitos aadptacionistas. Por un lado se tiene la evidencia de que mejora el desempeño cognitivo, por otro lado está el tema de la tasa de reproducción. El asunto de la evidencia paleontológica no puede solucionarse, pero suficientes indicios de la presencia de alguna cosa que podamos llamar religión en el pasado evolutivo está en los entierros paleolíticos y en el interior de los cráneos fósiles.
ResponderEliminarTambién, si de acuerdo con Guthrie el animismo puede reducirse a una forma de agentividad bien presente en el mundo animal, esto es entonces otro buen indicio de heredabilidad asociada a la religión, más que a la política o el arte, por cierto.
Con que «mejora el desempeño cognitivo» me refería a los datos indicando eso respecto a la conducta supersticiosa y el pensamiento mágico. Con lo de la reproductiividad sí me refiero a la religiosidad y los datos de Blume.
ResponderEliminarSaludos
Hola Antonio,
ResponderEliminarAcuerdo entonces plenamente con Boyer: que no hay cosa biológicamente determinada que podamos llamar religión, tratándose de funciones generalistas. Quedando abierta la cuestión de qué variables neurobiológicas (dimensiones de personalidad ??) hacen que los individuos tengas más o menos éxito en pasar sus genes. Hay unos pocos estudios pero los datos son de hecho demasiado generales. Por ejemplo, que la aptitud reproductiva de las mujeres correlaciona con niveles intermedios de neuroticismo y en el hombre con la extraversión.
un abrazo