08 agosto, 2020

CREACIONISMO Y TEÍSMO BROTANDO DE LA CIENCIA Y EL ATEÍSMO

Por: Antonio Chávez

¿Suena tan contradictorio como para no creerlo? La respuesta puede depender de tres asuntos: de tener claro ante todo que la autocrítica es uno de los fundamentos de la ciencia, de qué tan profunda sea nuestra autocrítica sobre aquello por lo que sentimos apego, y de comprender que no hay tal contradicción a la luz de la evidencia empírica en psicología y ciencia cognitiva. 
Deborah Kelemen, PhD en Psicología Cognitiva y directora del Child Cognition Laboratory, de la Universidad de Boston, realizó en 2004 una revisión de investigaciones en psicología infantil sobre las intuiciones (predisposiciones mentales innatas y de origen evolutivo) de los niños respecto a la naturaleza. Desde los días de Jean Piaget, pionero en estudiar la mente infantil, dado que los niños tienen amigos imaginarios y asignan personalidad a sus juguetes, se ha pensado que los niños son «artificialistas», pero los nuevos y más meticulosos estudios han encontrado que los niños para los 5 años de edad tienen además una fuerte percepción de propósito y diseño abstracto, no necesariamente antropomorfo, sobre los fenómenos naturales, lo cual no es aprendido, al menos no del todo. En base a todo esto Kelemen (2004) propuso que los niños más bien son «teístas intuitivos». Es una denominación metafórica, porque en absoluto significa (y no es posible) que los humanos ‘nazcan creyendo en Dios u Odín o Shiva’, pero es adecuada para caracterizar el entendimiento intuitivo de los niños sobre los objetos naturales como diseñados por una ‘entidad’ que no es humana.

La atribución inadvertida e inconsciente de un ‘diseñador abstracto’ que tiene ‘la intención’ de diseñar, es algo que se conoce en Ciencia Cognitiva como ‘agencia’. Un mecanismo perceptual innato (p. ej. Csibra 2008). Vemos manchas moviéndose al azar pero percibiremos, sin siquiera pensarlo e instantáneamente, que hay patrones y relaciones, e incluso formas que pueden sentirse como familiares (intenciones, diseños, caras). Esto también se activa ante situaciones con muchos aspectos confusos, y puede haber agencia hiperactiva, o hiperagencia, ante circunstancias abrumadoras como caos informativo, desastre natural o peligro inminente. En un sentido que será útil para comprender este mecanismo, se trata de atribuir o ‘proyectar’ nuestros propios estados mentales a la realidad externa, un atajo mental involuntario para comprenderla y sentir control. Diremos entonces que es «la mente sobre la materia» y podemos denominar a todo esto ‘pensamiento mágico’ (Subbotsky 2010), como sinónimo de la atribución de agencia. Según muchos estudios en los más diversos ámbitos sociales, políticos o del entretenimiento, el pensamiento mágico está presente, y no se reduce a la infancia o a las supersticiones extrañas, precisamente porque en lo fundamental es un mecanismo inconsciente e involuntario. Por lo tanto, se le ha descubierto también en las personas con educación científica

Recientes estudios en Psicología del Desarrollo (que tiene un enfoque diferente a la Cognitiva: se enfoca en los cambios de la mente durante el crecimiento y el aprendizaje) demuestran que el teísmo, la creencia en Dios y dioses, es producto sobre todo del aprendizaje, más que algo determinado por lo más intuitiva, y menos racional, que sea una persona (Farias et al. 2017). Esto es importante, porque hasta entonces se asociaba el teísmo a una estricta falta de racionalidad. No parece ser cierto, y del mismo modo, los aún más recientes estudios psicológicos del ateísmo indican que éste también se debe sobre todo a la socialización, más que al mayor nivel de racionalidad de un individuo (Langston et al. 2018; Langston 2019). Tanto los estudios cognitivos como del desarrollo convergen al mostrar que la educación científica y la racionalidad pueden enmascarar, ocultar o hasta «suprimir» el aparato intuitivo mágico, pero no suplantarlo (Shtulman & Valcarcel 2012). Los atajos cognitivos de diseño o propósito subsisten y emergen a pesar de la ciencia; y en ateos «la necesidad de significado era un predictor significativo de la ideación y las creencias mágicas» (Nelson et al. 2020). Con todo, y dado que a fin de cuentas los cerebros de los científicos mantienen los mismos sesgos perceptuales que los cerebros sin entrenamiento para controlarlos, ante situaciones apremiantes o abrumadoras, ¿qué pasa con los científicos, con la ciencia, y con los ateos frente a asuntos como la muerte o el futuro? 

Para empezar, la ciencia no es menos ajena que cualquier otro sistema de pensamiento respecto a tales asuntos, que en principio son formidables, y ancestrales, disparadores del pensamiento mágico. De hecho éste luce como un efecto neurobiológico de la respuesta de estrés, cuyo origen evolutivo puede estar en mitigar el miedo a la muerte y la ansiedad ante la incertidumbre. Así, la muerte y el futuro van a recibir un moderno tratamiento con la ciencia y la tecnología, pero siempre en clave de ancestral consuelo, tal como la religión lo hace. Más allá de ser una patente muestra de que nuestros eternos miedos moldean todas las empresas humanas, va a resultar que cognitivamente éstas convergen, inevitablemente, en construir las mismas ideas, creencias y promesas, subyacentemente a las diferencias (aparentes) entre los razonamientos y las creencias en que se apoyan. Las implicaciones de las investigaciones vistas son fundamentales para responder por qué hay una simpatía y apoyo entusiastas de científicos ateos, o al menos irreligiosos, a ciertas ideas extraordinarias, por decir lo menos, que brotan de la ciencia y la tecnología. Me refiero al «Argumento de la Simulación» (The Simulation Argument: la realidad es una simulación de una supercomputadora, similar a The Matrix), también a los «Universos paralelos» (Many Worlds Interpretation), y por extensión al transhumanismo. Estas ideas o creencias son tan populares ya, que no necesitan mayor explicación. 

El transhumanismo es un movimiento que pretende expandir las capacidades humanas mediante la tecnología, lo que incluye, literal y crucialmente, lograr la inmortalidad como parte de una «posthumanidad» (o superhumanidad). El origen del transhumanismo lo encontramos en la ciencia-ficción y el futurismo a inicios del siglo XX, y tal parece es un claro reflejo de tres asuntos en perspectiva histórica: el deslumbramiento por la revolución científica y tecnológica, el concepto de progresión hacia lo perfecto o superior que existía sobre la evolución humana, y el vacío que dejaba el cristianismo tras retroceder ante la Ilustración. Al parecer ciertos sectores de la población, especialmente los teóricos del transhumanismo (científicos y filósofos), quedaron atrapados en este deslumbramiento y llenaron el vacío de Dios, con nuevas ‘profecías’ sobre la nueva ‘salvación’ de la humanidad, que quedará libre de las imperfecciones actuales. El discurso y las actitudes transhumanistas, son pues, indistinguibles del discurso y las actitudes religiosas (Singler 2017). No es difícil ver la narrativa cristiana tras el transhumanismo, lo que no estaría claro es, si se trata más de residuos de enculturación cristiana en los individuos transhumanistas, o sobre todo se trata de un «teísmo intuitivo» latente, y los dispositivos cognitivos sobre la incertidumbre ante la muerte y el futuro, que simplemente encuentran nuevos vehículos (racionales) para emerger. O una dinámica inconsciente entre ambos.

Lo paradójico a los ojos de Singler (una antropóloga que por estar asociada a la religión y la inteligencia artificial puede notar la narrativa cristiana aquí), es la antirreligiosidad transhumanista. Pero esto no es pues ninguna paradoja al enfocarla cognitivamente: hay un rechazo verbal a Dios y la religión, pero inconscientemente la incertidumbre existencial es afrontada por un mismo sustrato neurocognitivo común a la ciencia y la religión, puesto en evidencia por la búsqueda de la inmortalidad transhumanista. La Teoría del Proceso Dual (p. ej. De Neys 2017) lo explica: el cerebro humano tiene dos circuitos diferentes que procesan la información, uno involuntario, inconsciente, emocional y automático (Sistema 1: la intuición, a la que se asocia el pensamiento mágico, y a los probables residuos de la enculturación infantil), y otro deliberado, consciente, lógico y lento (Sistema 2: el razonamiento analítico, que estructura el discurso científico y el rechazo a la religión). Aquí un hallazgo muy interesante es que al activarse los procesos de inhibición de sesgos durante el razonamiento lógico, una región clave en lo emocional-afectivo (la región prefrontal ventromedial) es crucial para llevar el razonamiento lógico hacia una creencia sesgada emocionalmente (Goel & Dolan 2003). Otros hallazgos empíricos ilustran también esta dualidad: ateos que inadvertidamente temen la ira de Dios (Lindeman et al. 2014), o que albergan creencias implícitas sobre Dios y la vida después de la muerte (Heflick 2011).

Las operaciones cognitivas del pensamiento científico han podido desarrollarse muy recientemente con la evolución del Sistema 2, probablemente hace 50 mil años, a partir del Sistema 1 (Mithen 2002). Por otro lado, la centenaria tradición filosófica de que la razón existe en un vacío abstracto (una tabla rasa), que está por sobre las emociones y separada de ellas, ha sido desafiada y refutada por la neurociencia (Damasio 1994). En resumen: la razón y la ciencia se construyen sobre las intuiciones y las emociones, y en consecuencia, los cerebros de los científicos pueden verse dominados por la incertidumbre de la muerte y el futuro, brotando así el pensamiento mágico entre sus razonamientos. Es al menos la más consistente explicación de que científicos y filósofos declaradamente ateos y escépticos, o al menos irreligiosos, como Richard Dawkins o Neil deGrasse, consientan que vivimos en la simulación que plantea Nick Bostrom, y que por tanto existe alguien que ejecuta la simulación. Para Dawkins «no es totalmente ridícula» la idea, y le «gusta mucho su argumento», mientras deGrasse afirma que «es difícil argumentar en contra de la posibilidad de que todos seamos la creación de un niño en el sótano de sus padres». Elon Musk es otro entusiasta. «The Matrix as Metaphysics», no la película sino la idea análoga de la realidad como simulación, es obra de David Chalmers. Todo esto conforma una fuerte evidencia, que aunque accidental e informal resuena con los estudios empíricos vistos, de que la intuición y el pensamiento mágico no solo subyacen al razonamiento lógico-analítico, sino que pueden dominarlo para que juegue a su favor. Y el asunto va aún más allá. 

Ahora será útil retomar el «teísmo intuitivo» de Deborah Kelemen: los ateos están abrazando el creacionismo y el teísmo. David Pearce, otro filósofo transhumanista de la simulación, es citado en la web simulation-argument.com elogiando a Bostrom: «es quizás el primer argumento interesante para la existencia de un Creador». Por cierto, el punto no es el andamiaje de un impecable razonamiento analítico, ni un planteamiento bajo estricta lógica formal, ni basarse exclusivamente en los logros científicos: el punto es cómo todo esto sirve para, mediante un giro cognitivo de 360°, llevar el ateísmo y la ciencia al creacionismo teísta. Richard Dawkins, por ejemplo, puede en otro momento decir «no creo» en la simulación, pero esto es poco consistente con su entusiasmo y obvia prestancia para hablar seriamente de que somos una simulación por supercomputadora, y de su creador, todo lo que está en patente contraste con su autopopularizada condena a la religión y a Dios. Los psicólogos ya conocen esta ambivalencia: Lindeman et al. (2014) nos dicen que «las creencias explícitas de los ateos conflictúan no solamente con su conducta (Laurin et al. 2012; Shariff & Norenzayan 2007, Study 1) sino también con sus reacciones afectivas». Se puede decir que con el transhumanismo ateo estamos ante un deseo oculto, implícito, de Dios, y lo único que es consciente y explícito es la postura de no aceptar que venga de la religión, pero sí de la ciencia. Aún así «la transformación del movimiento a la religión es completa» (Jackson 2016).

Hay suficiente literatura científica para afirmar que Dios no desaparece de la mente de los ateos (por intuición y/o enculturación temprana), y que el ateísmo no es una inmunidad racional ante las ansiedades existenciales (porque el razonamiento está modulado por emociones y sesgos cognitivos). Paralelamente, hay robusta evidencia empírica de que el pensamiento mágico y otros sesgos cognitivos no desaparecen bajo la educación científica. Al traslaparse ateísmo y ciencia, como ocurre en el transhumanismo, tal parece que el resultado es la utilización de la ciencia para mantener un Dios y un creacionismo negados sólo superficialmente. El vehículo racional de la tecnología es también un mero artefacto superficial cognitivamente, un sistema articulado ciencia-ficción-mágico-teísta ante la incertidumbre de la muerte y el futuro.


Temas relacionados: 

Bibliografía: 
    📑 Kelemen D. Are children "intuitive theists"? Reasoning about purpose and design in nature. Psychol Sci. 2004;15(5):295-301.
    📑 Csibra G. Goal attribution to inanimate agents by 6.5-month-old infants. Cognition. 2008;107(2):705-717.
    📙 Subbotsky Eugene. Magic and the Mind: Mechanisms, Functions, and Development of Magical Thinking and Behavior. Oxford University Press, 31 mar. 2010.
    📑 Farias, M., van Mulukom, V., Kahane, G. et al. Supernatural Belief Is Not Modulated by Intuitive Thinking Style or Cognitive Inhibition. Sci Rep 7, 15100 (2017).
    📑 Joseph Langston, David Speed & Thomas J. Coleman III (2020) Predicting age of atheism: credibility enhancing displays and religious importance, choice, and conflict in family of upbringing, Religion, Brain & Behavior, 10:1, 49-67
    📑 Langston, Joseph. (2019). Why Intellectualism Is an Inferior Explanation of Nonbelief: Analytic Atheism and "Cognitive Critique" Explanations. 
    📑 Shtulman A, Valcarcel J. Scientific knowledge suppresses but does not supplant earlier intuitions. Cognition. 2012;124(2):209-215.
    📑 Taylor A. Nelson, Andrew A. Abeyta and Clay Routledge. Does Meaning Motivate Magical Thinking Among Theists and Atheists? Social Psychological and Personality Science. Volume: 11 issue: 2, page(s): 176-184. Article first published online: May 1, 2019; Issue published: March 1, 2020
    📑 Singler B. fAIth. The most avid believers in artificial intelligence are aggressively secular – yet their language is eerily religious. Why? Aeon, 13 June, 2017. 
    📑 Wim De Neys. Dual Process Theory 2.0. Routledge, 9 nov. 2017.
    📑 Goel V, Dolan RJ. Explaining modulation of reasoning by belief. Cognition. 2003;87(1)
    📑 Marjaana Lindeman , Bethany Heywood , Tapani Riekki & Tommi Makkonen (2014) Atheists Become Emotionally Aroused When Daring God to Do Terrible Things, International Journal for the Psychology of Religion, 24:2, 124-132.
    📑 Nathan A Heflick. Do Atheists Implicitly Believe in God and Life After Death? Psichology Today May 05, 2011
    📙 Mithen, S. (2002). The Cognitive Basis of Science. New York: Cambridge University Press.
    📙 Damasio Antonio (1994) El Error de Descartes. La razón de las emociones.
    📑 Chalmers DJ 2003. The Matrix as Metaphysics. 
    📑 Laurin, K., Kay, A. C., & Fitzsimons, G. M. (2012). Divergent effects of activating thoughts of God on self-regulation. Journal of Personality and Social Psychology, 102, 4–21.
    📑 Shariff, A. F., & Norenzayan, A. (2007). God is watching you. Psychological Science, 18, 803–809. 
    📑 Jakson D. Atheists are embracing Gods and crestionism. The Spectator. 7 June 2016.


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