En el marco de la perspectiva crítica que despliega este blog respecto al cientificismo que promueve el (nuevo) ateísmo y el transhumanismo, y en general respecto al impacto ambivalente de la ciencia y la tecnología en la sociedad y el medio ambiente (beneficios paralelos a perjuicios y dudosas aplicaciones derivadas), considero indispensable la profunda mirada de Merchant al origen del método científico, tal como lo pone en el contexto histórico e ideológico del surgimiento del capitalismo y la nueva cosmovisión mecanicista de la naturaleza. Y esta es, lo que la hace en particular reveladora, una mirada bajo el necesario uso de una lente de género, como innovadoramente introdujo la autora en el ámbito académico en 1980 en su libro The Death of Nature: Women, Ecology and the Scientific Revolution (disponible completo aquí en español y aquí en inglés). Porque, a saber, todos aquellos cambios culturales y cognitivos en conjunto, que hoy estructuran la modernidad (la cosmovisión mecanicista, el capitalismo, la Ilustración, la Revolución Industrial, el estado moderno), conforman un vasto y multifacético movimiento cultural androcéntrico, particularmente excluyente de las mujeres (misógino), y surgido de una preconcepción jerárquica que identifica lo racional y lógico-mecánico (y superior) con la masculinidad, y lo emocional y corporal-orgánico (e inferior) con la feminidad. En lo que sigue leeremos a Merchant, en un artículo de 2006, revisando la parte más crucial de su libro The Death of Nature, y respondiendo a las objeciones: el concepto del método científico nace, de la mano de Francis Bacon y sus seguidores en el siglo XVII, como una metáfora de la interrogación y la tortura a las brujas para hacerles confesar sus secretos. (Los resaltados de color en el texto, son míos.)
Death of Nature: Women, Ecology, and the Scientific Revolution [N. del T.: La muerte de la naturaleza: Mujeres, Ecología y la Revolución Científica], publicado en 1980, presentaba una visión de la Revolución Científica que cuestionaba la hegemonía de la ciencia mecanicista como marcador del progreso. Argumentaba que la ciencia del siglo XVII podía estar implicada en la crisis ecológica, la dominación de la naturaleza y la devaluación de las mujeres en la producción de conocimiento científico. Este ensayo ofrece una retrospectiva de veinticinco años de las contribuciones del libro al ecofeminismo, la historia del medio ambiente y las reevaluaciones de la Revolución Científica. También responde a los desafíos al argumento de que la retórica de Francis Bacon legitimaba el control de la naturaleza. Aunque Bacon no utilizó términos como “la tortura de la naturaleza”, sus seguidores, con cierta justificación, interpretaron su retórica en ese sentido.
En 1980, el año en que apareció Death of Nature, el Congreso [N. del T.: de Estados Unidos de América] aprobó la Ley del Superfondo, las ecofeministas celebraron su primera conferencia nacional y los ecologistas celebraron el décimo aniversario del Día de la Tierra. Death of Nature, con el subtítulo “Mujeres, ecología y revolución científica”, se refería a los tres acontecimientos. Los productos químicos que contaminaban el suelo y el agua simbolizaban la muerte de la naturaleza por el propio éxito de la ciencia mecanicista. La conferencia de 1980 “Las mujeres y la vida en la Tierra: El ecofeminismo en los años 80” anunció los esfuerzos de las mujeres por revertir esa muerte. El Día de la Tierra celebró una década de reconocimiento de que los seres humanos y la ecología estaban profundamente entrelazados. Los ensayos de esta sección de Isis Focus en el vigésimo quinto aniversario de Death of Nature reflejan los temas del subtítulo del libro, y comentaré cada uno de ellos en ese orden. También profundizaré en mi análisis de la retórica de Francis Bacon sobre la dominación y el control de la naturaleza.1
I
El provocativo y bien argumentado artículo de Charis Thompson aborda las conexiones entre las mujeres y la naturaleza y los fundamentos y respuestas al ecofeminismo. Cuando apareció Death of Nature, en 1980, el concepto de ecofeminismo acababa de surgir. La conferencia de 1980 organizada por Ynestra King y otras personas me pareció que ofrecía un antídoto contra la muerte de la naturaleza y la base de un movimiento activista para deshacer los problemas que la Revolución Científica había planteado a la cultura contemporánea en forma de crisis medioambiental. Además, conectaba los efectos de la lluvia radiactiva y los contaminantes químicos en los sistemas reproductivos de las mujeres (y de los hombres) con las relaciones entre producción y reproducción que yo había analizado en el libro.2
Thompson señala que el ecofeminismo vinculaba la dominación de la mujer con la dominación de la naturaleza y reconocía los valores y las actividades asociadas a la mujer, como la maternidad y la crianza. Señala con acierto que durante los años 80 y 90 el ecofeminismo se enfrentó a una crítica por parte de las mujeres académicas que lo tachaban de esencialista en su fusión de la mujer con la naturaleza, lo que implicaba no sólo que la naturaleza de la mujer es la crianza, sino también que el papel de la mujer es limpiar el desastre medioambiental hecho por los hombres. Las mujeres que, como ecofeministas, salieron en defensa de la naturaleza estaban en realidad cimentando su propia opresión en las mismas jerarquías que (como había argumentado la antropóloga Sherry Ortner) identificaban a los hombres con la cultura y a las mujeres con la naturaleza.3
Mis propios esfuerzos por abordar los problemas del esencialismo y del dualismo naturaleza/cultura me llevaron a desarrollar una forma de ecofeminismo socialista que no se basa en el dualismo sino en la dialéctica de la producción y la reproducción que había articulado en Death of Nature. Allí había argumentado que la naturaleza encarnada en el género femenino, al ser despojada de actividad y convertida en pasiva, podía ser dominada por la ciencia, la tecnología y la producción capitalista. Durante la transición al capitalismo moderno temprano, las mujeres perdieron terreno en la esfera de la producción (a través de la reducción de sus funciones en los oficios), mientras que en la esfera de la reproducción William Harvey y otros médicos varones contribuyeron a socavar las funciones tradicionales de las mujeres en la partería y, por tanto, el control de las mujeres sobre sus propios cuerpos.4 Durante el mismo período, Francis Bacon abogó por extraer los secretos de la naturaleza de “su” seno a través de la ciencia y la tecnología. La subyugación de la naturaleza como femenina, argumentaba, era así parte integral del método científico como poder sobre la naturaleza: “Al igual que el vientre de la mujer había cedido simbólicamente a los fórceps, el vientre de la naturaleza albergaba secretos que, a través de la tecnología, podían ser arrancados de su seno para ser utilizados en la mejora de la condición humana”.5
Las relaciones dialécticas entre producción y reproducción se convirtieron para mí en la base de un ecofeminismo socialista basado en el cambio material. También abordé el problema relacionado de la representación de la naturaleza como femenina, y su confusión con las mujeres, abogando por la eliminación de la terminología de género de la descripción de la naturaleza y la sustitución del término neutro de género “compañero”. Esto me llevó a articular una ética de asociación con la naturaleza en la que ésta ya no se simbolizaba como madre, virgen o bruja, sino como socia activa de la humanidad.6
Sin embargo, no creo que la afirmación de Thompson de que “a principios y mediados de los años 90 el ecofeminismo había quedado relegado en gran medida a una posición marginal en la teoría feminista de la academia” sea del todo exacta. Durante las décadas de 1990 y 2000, las ecofeministas abordaron el problema del esencialismo articulando nuevas teorías que reconocían al sujeto variable, de género y de raza y el carácter socialmente construido de la naturaleza. Todas ellas eran muy conscientes de las críticas al esencialismo y a la política de la identidad y fueron más allá de ellas para defender a los sujetos relacionales, situados y éticamente responsables que participan en las acciones políticas ecofeministas.7
El papel de la ecología en la Revolución Científica fue el segundo de los tres temas del subtítulo de Death of Nature, “Las mujeres, la ecología y la revolución científica”. En su bien argumentado trabajo teórico sobre las intersecciones entre la historia ambiental y la historia de la ciencia, Gregg Mitman plantea la cuestión crítica de los vínculos entre ambos campos, representados profesionalmente por la American Society for Environmental History, fundada en 1976, y la History of Science Society. De hecho, el propio trabajo de Mitman ha estado a la vanguardia de estos vínculos.8
En Death of Nature, el puente entre la historia de la ciencia y la historia del medio ambiente se desarrolló de forma más explícita en el capítulo 2, “Farm, Fen, and Forest”, sobre los cambios ecológicos y económicos que se produjeron en Europa occidental durante el periodo de auge del capitalismo mercantil y del Estado—nación.9 El capítulo sostiene que los cambios ecológicos y tecnológicos de finales del siglo XVI y principios del XVII contribuyeron a crear las condiciones materiales que hicieron plausibles las nuevas ideas. Como señalan tanto Thompson como Mitman, no sostengo que los cambios materiales o ecológicos causen o determinen los cambios ideológicos. Más bien, hacen que algunas ideas predominantes en una época determinada parezcan más plausibles que otras. Algunas ideas se extinguen o se vuelven menos convincentes (en este caso, las asociadas a la magia natural y a la cosmovisión orgánica), mientras que otras se desarrollan y se aceptan, en particular (en este caso) las que conducen a explicaciones mecánicas de los fenómenos y a la cosmovisión mecanicista. Death of Nature se movía de un lado a otro entre las condiciones materiales y sociales y las ideas sobre la naturaleza y la ciencia. Así, los cambios ecológicos y materiales se consideran fundamentales para entender el surgimiento del mecanicismo y para argumentar los vínculos entre la historia ambiental y la historia de la ciencia.10
Mitman afirma que “La muerte de la naturaleza nos presenta una historia materialista del cambio ambiental que apuntaba hacia una historia ecológica de las relaciones materiales, culturales y sociales a través de las cuales la naturaleza no se convirtió en universal, sino en muchas, pero nunca llegó a abrazarla”. Si bien es cierto que en Death of Nature me centré en la naturaleza simbolizada como femenina, no creo que la naturaleza sea necesariamente una fuerza universal. Más bien, la naturaleza se caracteriza por leyes y procesos ecológicos descritos por las leyes de la termodinámica y por los intercambios de energía entre los componentes bióticos y abióticos de un ecosistema. Cualquiera de estos componentes puede convertirse en actor o actores de la historia ambiental de un lugar concreto. En mi libro Ecological Revolutions (N. del T.: Revoluciones Ecológicas) de 1989 desarrollé una teoría de la ecología, la producción, la reproducción y la conciencia en la que, como dice Mitman, “las relaciones materiales, culturales y sociales” son partes interactivas de la historia ecológica. Aunque sigo sosteniendo que los motores del cambio son materiales (bacterias, insectos, plantas y animales, incluidos los seres humanos) y económicos (exploraciones, colonización, mercados y capital), las nuevas ideas pueden apoyar y legitimar nuevas direcciones y acciones emprendidas por grupos de personas, sociedades y naciones.11
La revolución científica es el tercer tema del subtítulo del libro y el que se aborda de forma más convincente en el ensayo de Katharine Park. Death of Nature, en general, tuvo un impacto sorprendente en muchos campos y se utilizó ampliamente en los cursos; ¿por qué, se pregunta Park, no fue acogido con más entusiasmo por los historiadores de la ciencia moderna temprana? A juzgar por las evidencias obtenidas a lo largo de los años, me parece que el libro sí tuvo un público importante entre los historiadores de la ciencia y fue leído en numerosas clases.12 Pero si no recibió elogios de más pesos pesados del campo (aunque yo consideraría a Everett Mendelsohn, Walter Pagel y Frances Yates como plenamente suficientes y más satisfactorios), creo que su recepción tuvo menos que ver con el hiperprofesionalismo que con el desafío del libro al pedestal en el que los historiadores habían tendido a colocar la Revolución Científica. El libro cuestionaba la gran narrativa de la Revolución Científica como progreso y socavaba la valorización de los padres más venerados de la ciencia moderna, como Harvey, Bacon, Descartes y Newton. Argumentaba que la propia ciencia mecanicista del siglo XVII contribuyó a los problemas ecológicos y sociales más acuciantes de nuestros días y se atrevía a sugerir que las mujeres eran tanto víctimas como beneficiarias de The Advancement of Learning. El libro contribuyó a un creciente cuerpo de estudios que llevó al historiador de la ciencia a interesarse por la construcción social de la naturaleza y la autoridad y por la importancia del papel de las mujeres en la ciencia, así como a cuestionar las grandes narrativas y las formas en que la ciencia estaba implicada en las ideologías del progreso.
Park tiene razón al afirmar que no cuestioné la idea de la Revolución Científica en sí misma. Me centré en las principales transformaciones de la ciencia y la sociedad que se produjeron durante los siglos XVI y XVII (1500—1700), desde Copérnico hasta Newton, desde la magia natural del Renacimiento hasta la visión mecánica del mundo, y desde la ruptura del feudalismo hasta el surgimiento del capitalismo mercantil y el Estado—nación. Bien podría haber hecho hincapié en las exploraciones del Nuevo Mundo (representado como femenino) como fuente de recursos naturales para las emergentes economías europeas, conexiones que posteriormente desarrollé en Ecological Revolutions y Reinventing Eden [N. del T.: Reinventando el Edén]. Nuestra comprensión de las formas en que la “ciencia moderna temprana” se relacionaba con el mundo cotidiano se ha visto enriquecida por el trabajo de la propia Park sobre las metáforas y los emblemas de la naturaleza y el cuerpo femeninos, así como por los estudios sobre el mecenazgo y la práctica científica y el testimonio de los experimentos.13
Sin embargo, la noción de una “revolución científica” en los siglos XVI y XVII forma parte de una narrativa más amplia de la cultura occidental que ha impulsado los esfuerzos de la ciencia, la tecnología y el capitalismo por “dominar” la naturaleza, una narrativa en la que la mayoría de los occidentales han sido socializados inconscientemente y en la que nosotros mismos nos hemos convertido en actores de una historia de progreso ascendente. Degradar la “Revolución Científica” a la mera denominación de “ciencia moderna temprana” oscurece el poder de las narrativas dominantes del colonialismo y el imperialismo que han ayudado a dar forma a la cultura occidental desde el siglo XVII a expensas de la naturaleza, las mujeres, las minorías y los pueblos indígenas. Este movimiento oculta el poder político de las narrativas científicas a la hora de rehacer la tierra y sus recursos naturales como objetos para el uso humano.14
Pero Death of Nature no sólo invoca a la ciencia mecanicista en la destrucción de la naturaleza, sino que además sugiere que el método científico como poder sobre la naturaleza, ejemplificado en la retórica de Francis Bacon, implica la coacción e incluso la tortura de la naturaleza.15 Las críticas más acaloradas al libro han venido de aquellos a los que Park ha llamado los FOB (Friends of Bacon). Estos críticos han argumentado que el proyecto feminista de reformular el pensamiento de Bacon ha malinterpretado gravemente sus intenciones y sus logros. Dedicaré el resto de este ensayo a examinar sus argumentos.
II
La influencia y la reputación de Francis Bacon como fundador de la ciencia moderna han sido objeto de debate en los últimos años. Aquí vuelvo a analizar el impacto de Bacon tal y como se retrata en Death of Nature, respondiendo a los defensores de Bacon que cuestionan las lecturas feministas de su retórica, le absuelven de abogar por la tortura de la naturaleza y sostienen que no era un esclavista sino un humilde servidor de la naturaleza.16 Argumento que el objetivo de Bacon era utilizar la coacción y la fuerza para extraer verdades de la naturaleza. Su elección de palabras formaba parte de un proyecto más amplio para crear un nuevo método que permitiera a la humanidad controlar y dominar el mundo natural.
Tabla 1. El avance del aprendizaje de Francis Bacon |
El Avance del Aprendizaje, 1605 La historia de la naturaleza es de tres clases: de la naturaleza
en curso, de la naturaleza errante o variable, y de la naturaleza alterada o
forjada; es decir, historia de las criaturas, historia de las maravillas e
historia de las artes. ... . ... de las maravillas de la naturaleza es la
inteligencia más cercana y el paso hacia las maravillas del arte: porque no
es más que seguir y como acosar a la Naturaleza en sus andanzas, para poder
conducirla después al mismo lugar de nuevo. Tampoco soy de la opinión, en
esta Historia de las Maravillas, de que se excluyan las narraciones sutiles
de hechicerías, brujerías, sueños, adivinaciones y cosas semejantes, en las
que hay una seguridad y una clara evidencia del hecho. Porque todavía no se
sabe en qué casos y hasta qué punto los efectos atribuidos a la superstición
participan de causas naturales; y por lo tanto, aunque la práctica de tales cosas
deba ser condenada, sin embargo, de la especulación y la consideración de las
mismas puede tomarse luz, no sólo para el discernimiento de las ofensas, sino
para la posterior revelación de la naturaleza. Tampoco debe un hombre tener
escrúpulos en entrar en estas cosas para la inquisición de la verdad, como su
Majestad ha mostrado en su propio ejemplo; que con los dos ojos claros de la
religión y la filosofía natural ha mirado profundamente y sabiamente en estas
sombras, y sin embargo ha demostrado ser de la naturaleza del sol, que pasa a
través de las contaminaciones y permanece tan puro como antes. Pero esto es
lo que considero adecuado, que estas narraciones que tienen mezcla con la superstición
sean clasificadas por sí mismas, y no se mezclen con las narraciones que son
simple y sinceramente naturales.1 |
De Dignitate et Augmentis Scientiarum, inglés [original], 1875 La división que haré de la Historia Natural se basa en el estado
y la condición de la propia naturaleza. Porque encuentro a la naturaleza en
tres estados diferentes, y sujeta a tres condiciones diferentes de
existencia. O bien es libre y sigue su curso ordinario de desarrollo, como en
los cielos, en la creación animal y vegetal, y en el conjunto del universo; o
bien es sacada de su curso ordinario por la perversidad, insolencia y
frivolidad de la materia, y la violencia de los impedimentos, como en el caso
de los monstruos; o bien, por último, es obligada, moldeada y hecha como
nueva por el arte y la mano del hombre, como en las cosas artificiales… De
estos, el primero trata de la Libertad de la Naturaleza, el segundo de sus
Errores, el tercero de sus Vínculos… de las maravillas de la naturaleza es el
paso más claro y abierto a las maravillas del arte. Porque no hay más que
seguir y acosar a la naturaleza en sus andanzas, y podrás, cuando quieras,
llevarla y conducirla después al mismo lugar de nuevo. Tampoco soy de la
opinión de que en esta historia de las maravillas deban excluirse del todo
las narraciones supersticiosas de hechicerías, brujerías, encantos, sueños,
adivinaciones y cosas semejantes, cuando hay seguridad y clara evidencia del
hecho. [Porque todavía no se sabe en qué casos, y hasta qué punto, los
efectos atribuidos a la superstición participan de causas naturales, y por lo
tanto] aunque el uso y la práctica de tales artes deben ser condenados, sin
embargo, de la especulación y la consideración de ellos [(si son
diligentemente desentrañados)] se puede obtener una luz útil, no sólo para un
verdadero juicio de las ofensas de las personas acusadas de tales prácticas,
sino también para la posterior revelación de los secretos de la naturaleza.
Tampoco debe un hombre tener escrúpulos en entrar y penetrar en estos
agujeros y rincones, cuando la inquisición de la verdad es su [único] objeto,
como vuestra Majestad ha demostrado con vuestro propio ejemplo; que, con los
dos ojos claros y agudos de la religión y la filosofía natural, habéis mirado
profunda y sabiamente en esas sombras, y sin embargo habéis demostrado ser
verdaderamente de la naturaleza del sol, que pasa a través de las
contaminaciones y no se contamina. Recomiendo, sin embargo, que aquellas narraciones
que están teñidas de superstición sean clasificadas por sí mismas, y no se
mezclen con las que son pura y sinceramente naturales.2 |
De Dignitate et Augmentis Scientiarum, Latin, 1623 Partitionem Historiae Naturalis moliemur ex statu et conditione ipsius Naturae, quae in triplici statu posita invenitur, et tanquam regimen trinum subit. Aut enim libera est natura et cursu consueto se explicans, ut in coelis, animalibus, plantis, et universo naturae apparatu; aut a pravitatibus et insolentiis materiae contumacis et ab impedimentorum violentia de statu suo detruditur, ut in monstris; aut denique ab arte et opera humana constringitur et fingitur, et tanquam novatur, ut in artificialibus… Harum prima Libertatem Naturae tractat; secunda Errores; tertia Vincula… quod a miraculis naturae ad miracula artis expeditus sit transitus et pervius. Neque enim huic rei plus inest negotii, praeterquam ut naturae vestigia persequaris sagaciter, cum ipsa sponte aberret; ut hoc pacto postea, cum tibi libuerit, eam eodem loci deducere et compellere possis. Neque vero praeceperim ut ex historia ista mirabilium superstitiosae narrationes de maleficiis, fascinationibus, incantationibus, somniis, divinationibus, et similibus, prorsus excludantur, ubi de facto et re gesta liquido constet. Nondum enim innotuit quibus in rebus, et quousque, effectus superstitioni attributi ex causis naturalibus participent. Ideoque licet hujusmodi artium usum et praxim merito damnandum censeamus, tamen a speculatione et consideratione ipsarum (si strenue excutiantur) notitiam haud inutilem consequemur, non solum ad delicta in hoc genere reorum rite dijudicanda, sed etiam ad naturae secreta ulterius rimanda. Neque certe haesitandum de ingressu et penetratione intra hujusmodi antra et recessus, si quis sibi unicam veritatis inquisitionem proponat; quod et Majestas tua exemplo proprio confirmavit. Tu enim duobus illis clarissimis et acutissimis religionis ac naturalis philosophiae oculis, tales umbras prudenter ac perspicaciter perlustrasti; ut te Soli simillimum probaveris, qui polluta loca ingreditur, nec tamen inquinatur. Caeterum illud monuerim, narrationes istas cum rebus superstitiosis conjunctas seorsum componi, neque cum puris et sinceris naturalibus commisceri oportere.3 |
Le Progrez et avancement aux sciences, French, 1624 L’Histoire Naturelle, est de trois sortes: De la Nature en son cours, de la Nature errante et variante, et de la Nature alteree et travaillee, c’est a` dire l’Histoire de creatures, l’Histoire de merveilles, et l’Histoire des Arts. La premie`re d’icelle est son double manifeste & en bonne perfection: les deux dernieres sont traitte´es si faiblement, que je suis contraint de les noter comme de´fectueuses. ...L’autre a` cause que des merveilles de la nature, l’intelligence & le passage vers les merveilles de l’art en sont plus proches: car ce n’est autre chose qu’en suivant & comme chassant la nature en ses fourvoiements, etre par apre`s capable de la conduire en la meˆme place. Je ne suis pas aussi d’opinion en cette Histoire de merveilles, que les superstitieuses narrations de songes, de divinations & d’autres choses semblables, ou` il y a une assurance & claire evidence du fait, soient du tout exclues. Car on ne sc¸ait pas encore en quel cas & de combien les effets attribue´s a` la superstition participent des causes naturelles: Et partant encore que la pratique de telles choses soit a` condamner, toutefois de la spe´culation & conside´ration d’icelles, l’on peut prendre de la offences, mais pour d’avantage de secourir la nature: Ny l’on ne doit pas faire scrupule d’entrer en ces choses pour la recherche de la verite´, come votre Majeste´ a montre´ par son exemple, qui avec les yeux clairs de la Religion & de la Philosophie naturelle, a regarde´ profondement & sagement dans ces ombres, & toutefois s’est montre´e eˆtre du naturel du soleil, qui passe par toutes les ordures, & demeure aussi pur que devant. Or je tiens qu’il est convenable que les Narrations qui ont un me´lange avec la superstition, soient assorties d’elles meˆmes, & non pas pour eˆtre me´le´es avec les narrations, qui sont purement & since`rement naturelles, pour les narrations qui concernent les prodigues & les miracles des Religions, ou non pas naturelles, & partant impertinentes pour l’Histoire de la nature.4 |
1 Francis
Bacon, The Advancement of Learning
(1605), en Works, ed. James Spedding, Robert Leslie Ellis y Douglas Devon
Heath, 14 vols. (London: Longmans Green, 1870), Vol. 3, pp. 330—331. Obsérvese el uso de Bacon de la
naturaleza en género femenino en su propia primera edición inglesa, escrita
en 1605. 2 Carolyn
Merchant, The Death of Nature: Women, Ecology, and the Scientific
Revolution (1980; San Francisco: HarperCollins, 1990), p. 168; y
Francis Bacon, De Dignitate et
Augmentis Scientiarum (1623) (Works, Vol. 4, pp. 294, 296). Palabras
entre paréntesis omitidas en Death of
Nature; “entero” en Death of Nature, corregido a “único”. 3 Bacon, De Dignitate et Augmentis Scientiarum
(Works, Vol. 1, pp. 496, 498). Nota insertada en la penúltima frase del
pasaje citado por Spedding, Ellis y Heath: “La alusión es a la Daemonologie
del rey James, una obra en tres libros, que consiste en diálogos entre
Philomathes y Epistemon; este último representa las opiniones del rey sobre
la brujería”. 4 Francis
Bacon, Le Progrez et avancement aux sciences diuines & humaines
(París: Pierre Billaine, 1624), Bk. 2, Ch. 2, pp. 197, 199—201 (francés modernizado, a excepción
del título). Agradezco a Roger Hahn su ayuda en la transcripción. |
Bacon no utilizó las frases “torturar a la naturaleza” o “poner a la naturaleza en el potro de tortura” (ni tampoco afirmé en Death of Nature que lo hiciera). Él creía que todo en la naturaleza debía ser estudiado, incluyendo aquellas cosas válidas que los brujos podrían efectivamente saber sobre la naturaleza. Pero la naturaleza debía ser estudiada a través de la interrogación. El objetivo, como sostiene Peter Pesic, era extraer la verdad. Los críticos leen los métodos de interrogación que Bacon defendía como un medio benigno de obtener conocimiento, mientras que yo los leo como una legitimación para la dominación de la naturaleza.
El pasaje de la Tabla 1 era sólo una pequeña parte del argumento más amplio que expuse de que el tratamiento de la naturaleza por parte de Bacon como algo femenino legitimaba el control de la naturaleza a través de la ciencia y la tecnología. No obstante, es instructivo volver a examinar el contexto del que surgió ese pasaje y las opiniones de James VI de Escocia (que en 1603 se convirtió en James I de Inglaterra [1566—1625]) y Francis Bacon (1561—1626) sobre la tortura.
La Tabla 1 compara el pasaje pertinente de la edición original inglesa de 1605 de The Advancement of Learning con el mismo pasaje de la traducción inglesa de 1875 (e idéntica a la de 1870) de la versión ampliada del ensayo, De Dignitate et Augmentis Scientiarum (1623); la edición latina original de 1623 (reeditada en 1858); y la traducción francesa de 1624. Con respecto a la edición latina de 1858 de De Dignitate et Augmentis Scientiarum, James Spedding, Robert Leslie Ellis y Douglas Devon Heath afirman en su nota a la frase “quod et Majestas tua exemplo proprio confirmavit” (“como su Majestad ha mostrado en su propio ejemplo”): “La alusión es a la Daemonologie del rey James, una obra en tres libros, que consiste en diálogos entre Philomathes y Epistemon; este último representa las opiniones del rey sobre la brujería”.18
En un esfuerzo por exonerar a Bacon y a James I de cualquier implicación negativa para la ciencia, la naturaleza y las mujeres que un lector pudiera extraer de sus escritos, Alan Soble afirma: “Bacon no está aludiendo a métodos crueles de inquisición, sino que está señalando que James I estaba dispuesto a ensuciarse las manos estudiando la brujería. Lo que James I ‘mostró con su propio ejemplo’, dice Bacon, es que todo en la naturaleza es un objeto apropiado para el estudio científico —uno de los principios de Bacon— no que la ciencia deba torturar a la naturaleza como si fuera una bruja”. En la Daemonologie, James sí distinguió entre “Astronomía y Astrología” y señaló las diferencias entre la “razón natural” y los “encantos ilícitos, sin causas naturales”. Pero no hizo, como afirma Soble, “un estudio de la brujería” para ver qué dentro de ella podría haber sido “un objeto apropiado para el estudio científico”. Por el contrario, el libro revela la participación de James I tanto en la tortura de brujas como en los aspectos sexuales de los juicios por brujería.19
Aunque la tortura estaba oficialmente prohibida en el derecho consuetudinario inglés desde la época de la Carta Magna, se utilizó durante los reinados de los Tudor (Henry VII, Henry VIII, María e Isabel I) y los Stuarts (James I y James II). Bajo estos monarcas, el Tribunal de la Cámara de la Estrella ordenaba ahorcamientos, azotes, mutilaciones y la picota. James I creía que las brujas tenían poderes sobre las personas y la naturaleza, que conocían secretos y que podían ser obligadas a confesar esos secretos si eran interrogadas bajo tortura o si se les mostraban los instrumentos de tortura. En la Daemonologie denunció la brujería y abogó por la muerte de las brujas en la hoguera. El demonio, escribió, “les hace renunciar a su Dios y a su bautismo directamente, y les da su marca en algún lugar secreto de su cuerpo”. Las brujas podían ser detectadas sondeando esa parte insensible del cuerpo para encontrar la marca del diablo, sumergiéndolas en el agua para ver si flotaban (si flotaban eran culpables, ya que el agua recibía “en su seno” a los que habían sido bautizados pero no a aquellos cuya impiedad les había hecho renunciar al bautismo, y por tanto a Dios), y amenazándolas o torturándolas para ver si se arrepentían (las lágrimas de cocodrilo indicaban un falso arrepentimiento).20
La implicación personal de James VI en el interrogatorio de los acusados y su obsesión por la brujería se revelan en el tratado de 1591 Newes from Scotland, Declaring the Damnable Life and Death of Doctor Fian, a Notable Sorcerer Who Was Burned at Edenbrough in January Last [N. del T.: Noticias de Escocia, declarando la condenable vida y muerte del Doctor Fian, un notable hechicero que fue quemado en Edenbrough en enero pasado]. El juicio se produjo cuando Fian (John Cunningham), junto con Agnis Sampson y Agnes Tompson de Edimburgo, fue acusado de provocar una tormenta devastadora durante el viaje de regreso de James y su prometida de Noruega a Escocia. Agnis Sampson fue llevada ante el rey y otros nobles, donde fue interrogada y se negó a confesar. Fue llevada a prisión y se le buscó la marca del diablo en sus partes íntimas. Según el autor de las Newes,
Últimamente se ha encontrado que el Diablo generalmente las marca con una marca privada, por la razón de que las brujas se han confesado, que el Diablo las lame con su lengua en alguna parte privada de su cuerpo, antes de recibirlas para ser sus sirvientes, la cual marca comúnmente se les da bajo el cabello en alguna parte de su cuerpo, por lo cual no puede ser fácilmente descubierta o vista, aunque sean registradas: y generalmente mientras la marca no sea vista por aquellos que las registran, las partes que tienen la marca nunca confesarán nada. Por lo tanto, por orden especial, a esta Agnis Sampson se le afeitó todo el pelo, en cada parte de su cuerpo, y se le tiró de la cabeza con una cuerda según la costumbre de ese país, siendo una paina muy penosa, que continuó casi una hora, durante la cual no quiso confesar nada hasta que se encontró la marca del Diablo en sus partes privadas, entonces confesó inmediatamente todo lo que se le exigió, y justificó que esas personas antes mencionadas eran brujas notorias.21
Para convencer a James de que decía la verdad, Agnis Sampson lo llevó aparte y le reveló las mismas palabras que él y su esposa habían pronunciado la primera noche de su matrimonio. James reconoció que sus palabras eran exactas y creyó el resto de lo que le dijo. A continuación, Agnes Tompson fue interrogada y confesó que un gato había sido la causa de la tormenta. Las mujeres también “confesaron que cuando el Diablo las recibía como sus sirvientas, y que se habían comprometido con él, entonces las utilizaba carnalmente, aunque a su pequeño placer, con respeto a su fría naturaleza.”22
A continuación, el Doctor Fian, alias John Cunningham, fue examinado. Según Leonard A. Parry, en su History of Torture in England:
bajo las más terribles torturas, se confesó culpable, aunque inmediatamente después se retractó de su confesión. Los huesos de su pierna se rompieron en pequeños pedazos en la bota. Esto no fue suficiente. El propio rey sugirió un nuevo recurso. “Sus uñas en todos sus dedos fueron rasgadas y arrancadas con un instrumento llamado en escocés, un turkas, que en Inglaterra llamamos un payre de pinzas, y debajo de cada nayle se clavaron dos agujas encima, hasta la cabeza”. A pesar de todo esto, “el diablo había entrado tan profundamente en su corazón, que negó completamente todo lo que había declarado antes”. Fue quemado vivo.23
A lo largo de todo el proceso, James fue testigo y participante de pleno derecho en la selección de los medios de tortura. Tanto la tortura sexual como la física fueron componentes integrales del proceso de interrogatorio.
Cuando James VI se convirtió en James I, rey de Inglaterra, en 1603, instituyó penas de muerte más estrictas para los delitos atribuidos a la brujería que las que había impuesto su predecesora Isabel I. Su Ley de Brujería de 1604 (en vigor hasta 1736) derogó la ley más suave de Isabel e instituyó un tratamiento más severo. Los individuos condenados por practicar la brujería, el encantamiento y la hechicería o por dañar el ganado o los bienes de cualquier otra persona serían encarcelados durante un año sin fianza y puestos en la picota en un lugar público una vez al trimestre durante seis horas. Los condenados por causar la muerte o lesiones a otra persona sufrirían la pena de muerte como delincuentes y perderían el privilegio de la bendición clerical. Parry señala: “Esta ley se aprobó en una época en la que Coke era fiscal general, Bacon miembro del parlamento y doce obispos formaban parte de la comisión a la que se remitió. James I era un creyente convencido y de todo corazón en la brujería”.24
En resumen, está muy claro que en 1597, cuando James VI escribió la Daemonologie, abogaba por la tortura para revelar la verdad y aprobaba el examen de las partes íntimas de los acusados en busca de pruebas de marcas de brujas. En 1604, cuando, como James I, instituyó su ley de brujería, creía que las brujas debían ser encarceladas o condenadas a muerte.
¿Cuáles eran las opiniones de Bacon sobre la tortura de la naturaleza y de las brujas? Sería ingenuo creer que Bacon desconocía los medios más severos de tortura o los métodos de examen de los cuerpos de las mujeres en busca de pruebas de que se habían asociado con el diablo, o la temprana obsesión e implicación de James I con esos métodos. La Inquisición Europea, las prácticas de tortura y la muerte formaban parte del contexto de su vida y de su mundo, y sin duda eran conocidas por aquel hombre tan leído e influyente. Además del potro, los instrumentos y métodos de tortura incluían la tira de pecho, la prensa de pecho, la silla de bruja, el taburete de agacharse, la cuna de judas, las peras de expansión vaginal, la rueda, la escalera, el estrangulamiento, la correa colgante y la tortura con embudo y agua.25
Bacon no defendía la práctica de la tortura ni el uso del potro de tortura en seres humanos. Sin embargo, utilizó imágenes extraídas de la tortura en sus escritos y creía que la brujería y la hechicería podían revelar información útil. El uso de la retórica de la tortura aprueba una transferencia de los enfoques metodológicos utilizados para extraer información de los acusados a la extracción de secretos de la naturaleza. El método de confinar, controlar e interrogar al ser humano se convierte en el método del experimento confinado y controlado utilizado para interrogar a la naturaleza. La tortura no debe utilizarse con las brujas, sino con la propia naturaleza. El método experimental es superior al desarrollado por los magos para controlar la naturaleza. Hay que formular una pregunta y diseñar un experimento para responderla. Para que el método experimental tenga éxito, el experimento debe ser un sistema cerrado y aislado en el que se controlen las variables y se excluyan las influencias extrañas. El testimonio es fundamental para el proceso. El juicio —es decir, el experimento— debe ser presenciado por otros. De hecho, una de las contribuciones singulares de Bacon fue darse cuenta de que, para ser comprendida, la naturaleza debe ser estudiada en condiciones restringidas que puedan ser presenciadas y verificadas por otros. Bacon utilizó la metáfora, la retórica y el mito para desarrollar su nuevo método de interrogación de la naturaleza. Como señala Peter Pesic, “como estaba describiendo algo que aún no estaba formado, utilizó una rica variedad de figuras retóricas para expresar su visión”.26
Bacon promovió el estudio y el interrogatorio de los hechiceros y de los practicantes de las artes ocultas en busca de pistas sobre el funcionamiento de la naturaleza y sobre cómo el diablo actuaba a través de ella. En su empeño por obtener poder sobre la naturaleza, recurrió en gran medida a las tradiciones alquímicas y mágicas en busca de pistas que condujeran al control humano de la naturaleza. Aceptó el objetivo y la idea del control, pero buscó nuevos métodos para extraer el conocimiento. Había que separar lo verdadero de lo erróneo. El problema de la magia era que se basaba en el conocimiento y el juicio individuales, en lugar de estar sometida a un conjunto de reglas y acuerdos universales. Como dijo Paolo Rossi: “Según Bacon, la magia se esfuerza por dominar y mejorar la naturaleza; y para ello debe ser imitada. Lo que hay que revisar es su pretensión de utilizar la inspiración de un solo hombre en lugar de los esfuerzos organizados de la raza humana, y hacer que la ciencia sirva a fines individuales en lugar de a la humanidad”.27
Aunque Bacon se oponía a la práctica de la tortura, su retórica y sus metáforas sobre el interrogatorio de la naturaleza bajo coacción proceden de los dispositivos de tortura que formaban parte de su entorno cultural, incluido el potro. Ser torturado en el potro de tortura se denominaba “ser puesto en cuestión”. El potro de tortura se introdujo en Inglaterra durante el reinado de Henry VI, pero sólo se utilizaba en casos de alta traición, como el ordenado por James I tras el complot de la pólvora de Guy Fawkes de 1605. Consistía en un armazón de roble a un metro del suelo, sobre o bajo el cual se colocaba al prisionero de espaldas, con las manos y los pies atados a rodillos y palancas en cada extremo. Las palancas se movían para ejercer fuerza sobre las articulaciones y las cavidades hasta que el prisionero respondía al interrogatorio. (Véase la figura 1.)28
Figura 1. Réplica del potro, a partir de un modelo de la Torre de Londres. |
Con respecto al potro de tortura, Bacon escribió que Isabel I le consultó sobre un texto plagiado por Sir John Haywarde que estaba dedicado a su enemigo mortal, Lord Essex (benefactor inicial de Bacon); él informa que ella dijo, “con gran indignación, que lo haría potro de tortura para presentar a su autor; yo respondí que no, señora, él es un doctor, nunca potro de tortura en su persona, sino en su estilo: Que tenga pluma, tinta y papel, y la ayuda de los libros, y que se le ordene que continúe la historia donde se rompe, y yo me encargaré, cotejando los estilos, de juzgar si es el autor o no”. Bacon se oponía, pues, a utilizar el potro de tortura literalmente, pero abogaba por utilizarlo estilísticamente. Al promover su método experimental, utilizó una retórica que implicaba e incluso aprobaba la tortura: verbos como “vejar”, “acosar”, “conducir”, “constreñir”, “estrechar”, “moldear”, “atar”, “esclavizar”, “espiar” y “transmutar” se aplicaban a la naturaleza. Estas palabras eran metáforas de la interrogación de la naturaleza (ponerla en cuestión), con la intención de revelar las verdades de la naturaleza a través de la experimentación.29
En la época comprendida entre las ediciones de 1605 y 1623 de The Advancement of Learning de Bacon, los juicios por brujería sirvieron como modelos de interrogatorio para revelar secretos ocultos que podían utilizarse para condenar al acusado e imponer la pena de muerte. En el Home Circuit entre 1605 y 1626 —durante el reinado de James y la asociación de Bacon con la Corte— se condenó a diecinueve brujas (quince mujeres y cuatro hombres), doce de las cuales (diez mujeres y dos hombres) fueron ahorcadas. En los juicios por brujería de Lancashire (Pendle Forest) de 1612, en los que diez brujas fueron ahorcadas públicamente, varias confesaron en el interrogatorio haber permitido que el diablo (en forma de familiar) les chupara partes del cuerpo. James I, que continuó con su anterior interés por interrogar a las brujas, intervino en dos casos posteriores. En 1618 entrevistó a John Smith, un muchacho que había acusado a nueve brujas que posteriormente fueron ahorcadas, decidió que era un impostor y detuvo el ahorcamiento de las restantes mujeres que el muchacho había acusado. En 1621 también entrevistó a Katherine Malpas, que había acusado a dos mujeres de embrujarla, acusación que más tarde se reveló como una invención. Aunque James llegó a creer que muchas brujas eran ilusas o prevaricadoras, no derogó su ley de brujería de 1604, que siguió en vigor hasta 1736. Sin embargo, en el momento de la participación de James en el caso Malpas en 1621, Bacon había caído en desgracia con el rey, habiendo sido acusado a principios de ese año de aceptar sobornos, condenado a la Torre de Londres (donde sólo estuvo dos días), y desterrado tanto de su cargo como del Parlamento. Cuando escribió la versión ampliada de The Advancement of Learning en latín en 1623, esperaba de nuevo ganarse el favor del rey.30
En el pasaje de The Advancement of Learning de 1605 citado en la Tabla 1, Bacon había escrito: “Tampoco debería un hombre tener escrúpulos en entrar en estas cosas para inquirir la verdad, como vuestra Majestad ha demostrado con vuestro propio ejemplo; que con los dos claros ojos de la religión y la filosofía natural habéis mirado profunda y sabiamente en estas sombras, y sin embargo habéis demostrado ser de la naturaleza del sol, que pasa a través de las contaminaciones y permanece tan puro como antes”. En 1623 modificó la primera parte de esa frase para que dijera: “Tampoco debe un hombre tener escrúpulos en entrar y penetrar en estos agujeros y rincones, cuando la inquisición de la verdad es su único objeto, —como vuestra Majestad ha demostrado con vuestro propio ejemplo”. Añadió “y agudo” a la frase “dos ojos claros [y agudos]” y “verdaderamente” delante de la frase “[verdaderamente] de la naturaleza del sol”. También cambió “para la ulterior revelación de la naturaleza” por “la ulterior revelación de los secretos de la naturaleza”. Estos cambios pueden referirse a los interrogatorios de James en los casos de 1618 y 1621, así como a su Daemonologie de 1597, o, alternativamente, pueden tener la intención de enfatizar con más fuerza su continuo interés en la investigación de la brujería. También pueden representar los renovados esfuerzos de Bacon por recuperar el favor de James. En cualquier caso, sigo manteniendo que, como metáforas, reflejan los aspectos sexuales de los juicios de brujas, incluida la práctica, originalmente aprobada por James VI, de interrogar e identificar a las brujas clavándoles agujas en sus partes íntimas para identificar sus marcas de brujas “insensibles”.31
Sin embargo, si Bacon no afirmó explícitamente que la naturaleza debía ser sometida al potro de tortura, ¿de dónde procede esa frase? El potro y su asociación con Bacon y la tortura de la naturaleza parecen haber estado presentes en los intercambios culturales al menos a finales del siglo XVII. Peter Pesic detalla la historia de la asociación de las ideas de Bacon con la tortura de la naturaleza y de poner a la naturaleza en el potro.32 Señala que su conexión con Bacon puede haber sido puesta por escrito por primera vez por Gottfried Wilhelm Leibniz. En 1696 Leibniz escribió sobre “el arte de indagar en la naturaleza misma y de ponerla en el potro de tortura, el arte de la experimentación que Lord Bacon comenzó tan hábilmente”. Cuatro años más tarde, Jean Baptiste du Hamel, secretario de la Academia de Ciencias de París, escribió: “Descubrimos los misterios de la naturaleza mucho más fácilmente cuando es torturada [torqueatur] por el fuego o por algún otro medio artístico que cuando procede por su propio camino”.33 El verbo latino “torqueo” significa “girar, torcer, enrollar o arrancar” y “de torturar en el potro, etc.: atormentar, arrancar”, así como “atormentar, torturar, martirizar”. Bajo la palabra “rack” [potro], el Oxford English Dictionary incluye “racken ‘torquere, tendere, tormentis, experime’. Véase también... racken, vejar, torturar (Grimm)”. Por lo tanto, hay una clara asociación entre la palabra “tortura” y el potro.34 En contraste con Leibniz y Hamel, Johann Wolfgang von Goethe se quejó de que bajo la investigación científica “la naturaleza calla en el potro”, e instó a que “los fenómenos deben ser sacados de una vez por todas de su sombría cámara de tortura empírico-mecánica-dogmática”.35
Los filósofos posteriores también asociaron la tortura de la naturaleza con Francis Bacon. En 1878, Thomas Fowler escribió que Bacon “insistió, tanto con el ejemplo como con el precepto, en la importancia del experimento y de la observación. La naturaleza, como un testigo, al ser sometida a la tortura, revelaría sus secretos”.36 En 1953, Ernst Cassirer señaló que el enfoque de Bacon sobre la ciencia consistía en tratar a la naturaleza como si fuera un testigo en el potro de tortura. Cassirer escribió:
El estilo mismo de los escritos de Bacon evoca en todas partes este espíritu. Bacon se sienta como un juez sobre la realidad, interrogándola como se examina al acusado. No pocas veces dice que hay que recurrir a la fuerza para obtener la respuesta deseada, que hay que “poner a la naturaleza en el potro”. Su procedimiento no es simplemente de observación, sino estrictamente inquisitorial. Los testigos son escuchados y llevados cara a cara; las instancias negativas se enfrentan a las afirmativas, al igual que los testigos de la defensa se enfrentan a los de la acusación. Una vez reunidas y evaluadas todas las pruebas disponibles, se trata de obtener la confesión que decida finalmente la cuestión. Pero esa confesión no se puede obtener sin recurrir a medidas coercitivas. [Como dice Bacon,] “Porque al igual que la disposición de un hombre nunca se conoce bien ni se demuestra hasta que se le cruza... así la naturaleza se exhibe más claramente bajo las pruebas y vejaciones del arte que cuando se la deja sola”.37
Y en 1975, escribiendo en The Great Instauration: Science, Medicine, and Reform, 1626-1660, el historiador Charles Webster coincidía: “Mediante el ‘interrogatorio’ aplicado con extrema determinación y astucia, la naturaleza sería ‘torturada’ para que revelara sus secretos; entonces se sometería a una ‘subyugación’ voluntaria”.38
¿El método de Bacon para interrogar a la naturaleza era ponerla en el potro de tortura? Estos filósofos ciertamente lo interpretaron así. Para ellos, el potro de tortura ejemplificaba la limitación de la naturaleza en un sistema cerrado y controlado, respondiendo a las preguntas planteadas por un inquisidor ante testigos, el núcleo mismo de la experimentación. A través de la metáfora y las imágenes, Bacon se esforzó por definir la experimentación como una nueva forma de aprender las verdades de la naturaleza.
Una controversia relacionada surge sobre el uso que hace Bacon de los términos “acosar” [hound], “vejar” [vex] y “vejación” [vexation] de la naturaleza. Una vez más, Soble se opone a las lecturas duras del uso de Bacon. “Aunque el uso que hace Bacon de ‘vex’ es ocasionalmente fuerte”, escribe, “‘vex’ no tiene siempre ni suele tener una connotación perniciosa, sino que se entiende, inocuamente, en la línea de su ‘hound’ [acosar] y mi ‘pester’ [molestar]”. En el pasaje de De Dignitate et Augmentis Scientiarum (Tabla 1, col. 2), Bacon escribe: “Porque no tienes más que seguir y como acosar a la naturaleza en sus andanzas, y podrás cuando quieras conducirla y llevarla después al mismo lugar otra vez”. El Oxford English Dictionary da la siguiente definición de la palabra “hound”: “perseguir, buscar o rastrear como un sabueso, o, como si fuera un sabueso; esp. perseguir acosando, conducir como en la persecución”; cita la frase del Advancement of Learning de Bacon de 1605 que he citado antes (Tabla 1, col. 1) como primer ejemplo. Otras definiciones de “hound” son igualmente violentas: “incitar (a un sabueso, etc.) a una presa; incitar o instar a atacar o perseguir algo” e “incitar o poner (a una persona) en o sobre otra; incitar o instar”. Estos significados recuerdan a la caza del zorro inglesa (prohibida por el Parlamento británico en 2005 por su excesiva crueldad con los zorros perseguidos y torturados). La naturaleza para Bacon, como dice el propio Soble, debe ser “superada por el zorro”. Pero, en contra del deseo de Soble de leer inocuamente la retórica de Bacon, el mero hecho de “molestar” a la naturaleza no produciría los resultados que Bacon deseaba de su nuevo método: extraer los secretos de la naturaleza.39
Bacon también utilizó el término “vex” [vejar] para referirse a la interrogación de la naturaleza bajo coacción: “Las vejaciones del arte son ciertamente como los lazos y las esposas de Proteo, que delatan las últimas luchas y esfuerzos de la materia”. El arte en este contexto significaba techne o las tecnologías utilizadas para “vejar” a la naturaleza. El término “vex” [vejar], que significa “sacudir, agitar, perturbar”, también tenía connotaciones de violencia, como “acosar agresivamente”, “angustiar físicamente”, “retorcer”, “presionar” y “someter a violencia”.40 Todos estos significados transmiten fuerza en formas que van desde la irritación hasta infligir dolor físico mediante la violencia intencionada. Todos ellos describen con precisión gran parte de los primeros experimentos realizados con animales y seres humanos, como analizo en la Parte III.
“Vejar” y “torturar” estaban estrechamente asociados en el entorno cultural de Bacon. El historiador francés Pierre Hadot, en Le voile d’Isis: Essai sur l’histoire de l’ide’e de Nature, cita una reciente traducción francesa del Novum Organum que traduce la frase inglesa “the vexations of art” en francés como “la torture des arts [mecániques]”, es decir, “la tortura de las artes [mecánicas]”. Una posible traducción al francés de la palabra inglesa “vex” es, de hecho, “tormenter”.41
Soble sugiere que la asociación de Bacon de las vejaciones del arte con Proteo no pertenecen a la naturaleza como mujer porque Proteo era un “chico”. Sin embargo, el propio Bacon compara a Proteo con la naturaleza en género femenino, como era habitual en la época (a pesar de las traducciones): “Porque, al igual que la disposición de un hombre nunca se conoce bien ni se demuestra hasta que se le atraviesa, ni Proteo cambió nunca de forma hasta que se le estrechó [straitened] y se le sujetó, así la naturaleza se exhibe más claramente bajo las pruebas y vejaciones del arte que cuando se la deja sola”. El verbo “straiten” en el siglo XVII significaba “apretar un nudo, una cuerda o unas ataduras, un acto que sujetara un cuerpo como en los rodillos y palancas del potro”. Como afirma John C. Briggs, en su discusión sobre el uso que hace Bacon del mito de Proteo “Aún así, la lección que Bacon extrae del mito gira en torno al poder del sabio de encadenar a Proteo al potro de tortura para forzar la materia ‘hasta las extremidades, como con el propósito de reducirla a la nada’”.42
Para Bacon, el mito de Proteo era una representación de la interrogación de la naturaleza bajo coacción. Proteo era un dios griego del mar (el profético “viejo del mar”), hijo de Neptuno y pastor de las focas de Poseidón. Tenía el don de la profecía y de cambiar de forma a voluntad. No quería compartir sus conocimientos sobre el futuro y cambiaba de forma para no hacerlo si no se le retenía. Sólo revelaría el futuro a alguien que pudiera capturarlo y constreñirlo. Capturar y constreñir era el mismo método utilizado para extraer confesiones y secretos de las brujas. El uso que hace Bacon de los términos “straiten”, “held fast” y “vexed” indica violencia hacia la naturaleza; y, yo seguiría argumentando, el hecho de que la naturaleza sea del género femenino (tanto entonces como ahora) legitima el tratamiento de la naturaleza de forma éticamente cuestionable (a pesar de que Proteo es un “chico”).43
III
Las palabras y la obra de Bacon influyeron en el crecimiento de las sociedades científicas y de la experimentación en los primeros tiempos de la modernidad (aunque él mismo no previera su desarrollo). Aunque condenados por personas como John Locke, Samuel Butler, John Wesley y Leibniz, los experimentos realizados con animales durante los siglos XVII y XVIII y que continúan incluso hasta el presente pueden calificarse de tortura. Dicha experimentación estaba legitimada por la filosofía mecánica de la naturaleza que consideraba a los animales como autómatas. Tanto René Descartes como Thomas Hobbes concebían los cuerpos de los humanos y de otros animales como máquinas. Descartes negaba el pensamiento a los animales, aunque admitía que tenían vida y sensaciones. En su Meditations on the First Philosophy (1641) escribió: “Si se considera el cuerpo del hombre como una especie de máquina, tan formada y compuesta de huesos, nervios, músculos, venas, sangre y piel, que aunque no hubiera en él mente, seguiría exhibiendo los mismos movimientos que actualmente manifiesta involuntariamente.” En su introducción a Leviathan, diez años más tarde (1651), Hobbes afirmaba: “Porque ¿qué es el corazón, sino un resorte; y los nervios, sino otras tantas cuerdas; y las articulaciones, sino otras tantas ruedas, que dan movimiento a todo el cuerpo, tal como lo quiso el artífice?”. Si los animales o incluso los cuerpos humanos se consideraban máquinas, se podía experimentar impunemente.44
En Inglaterra, el platonista de Cambridge Tomás Moro se opuso a la idea de Descartes de los autómatas animales, escribiendo en 1648: “Reconozco en ti no sólo una agudeza sutil, sino también, por así decirlo, la hoja afilada y cruel que de un solo golpe, por así decirlo, se atrevió a despojar de la vida y el sentido prácticamente a toda la raza de los animales, metamorfoseándolos en estatuas de mármol y máquinas.” En su respuesta, Descartes siguió negando el alma a los animales, escribiendo
Hablo de la cogitación, no de la vida ni del sentido; porque a ningún animal le niego la vida, en la medida en que la atribuyo únicamente al calor del corazón; no niego el sentido en la medida en que depende del organismo corporal. Y así, mi opinión no es tan cruel con las bestias salvajes como favorable a los hombres, a los que absuelve... de toda sospecha de delito, por más que coman o maten animales.
Aunque en Inglaterra se expresaron objeciones al concepto de la “máquina bestia”, la idea dio crédito a la noción de experimentación con animales.45
En su History of the Royal Society (1667), Thomas Sprat informó sobre los experimentos realizados con animales bajo coacción, experimentos que podrían considerarse tortura. “Experimentos de mantener a las criaturas vivas durante muchas horas, soplando en los pulmones con fuelles, después de que todo el tórax y el abdomen fueran abiertos y cortados, y todos los intestinos, excepto el corazón y los pulmones, extraídos: de revivir a los pollos, después de haber sido estrangulados, soplando en sus pulmones: para probar cuánto tiempo puede vivir un hombre, expirando, e inspirando de nuevo el mismo aire”. Sprat describe los efectos fatales de mantener a los animales en aire enrarecido y de las investigaciones sobre la cantidad de aire necesaria para que un animal que respira sobreviva. Se hicieron experimentos con animales vivos mantenidos en un frasco de campana con velas para ver cuál expiraría primero. Víboras, ranas, peces e insectos fueron sometidos tanto a la extracción de aire como al aumento de la presión atmosférica.46
La experimentación pasó de los animales a los seres humanos. En 1656, Christopher Wren inyectó una infusión líquida en las venas de un perro, con otros miembros de la Royal Society, como Robert Boyle y John Wilkins, como testigos. Los animales eran “purgados, vomitados, intoxicados, muertos o revividos, según la calidad del licor inyectado”. A un perro se le inyectó opio y luego se le azotó y golpeó para mantenerlo vivo. Se probaron otros perros y drogas. Los experimentos pronto condujeron a las transfusiones de sangre, primero en animales y luego en humanos. Wren utilizó una pluma para inyectar la sangre de un animal en otro, y Richard Lower describió sus transfusiones de animal a animal en 1665 y 1666. En 1667 se inyectó la sangre de una oveja en las venas de un perro spaniel. En Francia, Jean Baptiste Denis transfirió sangre entre dos perros y experimentó con la introducción de sangre de ternera en perros. Luego inyectó sangre de cordero a una mujer joven y, más tarde, sangre de una arteria de oveja a un “lunático” humano, que al principio mejoró pero murió tras una transfusión posterior. Tras la acusación de envenenamiento presentada por la esposa del hombre, se prohibieron las transfusiones humanas.47
El historiador de la ciencia Thomas Kuhn señaló que el método de Bacon de interrogar a la naturaleza mediante la restricción influyó en los experimentadores del siglo XVII:
La actitud hacia el papel y el estatus del experimento es sólo la primera de las novedades que distinguen al nuevo movimiento experimental del antiguo. Una segunda es el mayor énfasis dado a los experimentos que el propio Bacon describió como “retorcer la cola del león”. Se trata de los experimentos que constriñen a la naturaleza, exhibiéndola en condiciones que nunca hubiera podido alcanzar sin la intervención enérgica del hombre. Los hombres que colocaron granos, peces, ratones y diversos productos químicos en serie en el vacío artificial de un barómetro o de una bomba de aire muestran precisamente este aspecto de la nueva tradición.48
Las objeciones a la tortura de animales aparecieron durante la Ilustración. William Hogarth pintó The Four Stages of Cruelty en 1751. La serie representaba la vida y la muerte del criminal Tom Nero en Londres. El primer escenario, el patio de la escuela de caridad de St. Giles, muestra actos de crueldad contra los animales. Nero, de joven, tortura a un perro con una flecha, mientras que otros chicos constriñen, atan, cortan, cornean, ahorcan y disparan a perros, gatos y gallinas. En la segunda etapa, la crueldad con los animales se extiende a las calles y a la gran ciudad de Londres. Nero, ahora un joven, golpea a un caballo, mientras que ovejas, caballos, burros, ganado y seres humanos son atados, golpeados, arrollados y corneados. En la tercera etapa, Nero ha asesinado a la mujer que lleva a su hijo. Por último, el propio Nero es disecado públicamente en una sala de cirujanos. La serie pretendía concienciar contra los métodos inhumanos de tratamiento, y finalmente condujo a la prohibición de la vivisección y a la formación de la Sociedad contra la Crueldad con los Animales.49
También se plantearon objeciones a los experimentos con animales en el frasco de campana. A partir de 1748, James Ferguson construyó instrumentos científicos y los demostró en conferencias por toda Inglaterra, escribiéndolos en su Lectures on Select Subjects de 1761. Aunque sus conferencias incluían “Experimentos con la Bomba de Aire”, advertía que
si se pone un ave, un gato, una rata,
un ratón o un pájaro bajo el receptor, y se agota el aire, el animal se oprime
al principio como con un gran peso, luego se convulsiona, y al final expira con
todas las agonías de la muerte más amarga y cruel. Pero como este experimento
es demasiado chocante para todo espectador que tenga un mínimo grado de
humanidad, sustituimos el animal por una máquina llamada “vaso pulmonar”, que
mediante una vejiga en su interior, muestra cómo los pulmones de los animales
se contraen en un pequeño compás cuando se les quita el aire.50
Tal vez inspirado por las conferencias de Ferguson, pero sin hacer caso a sus advertencias, Joseph Wright de Derby pintó en 1768 An Experiment on a Bird in the Air Pump.51 En el cuadro de Wright, una cacatúa mascota ha sido sacada de una jaula (mostrada en la esquina superior derecha) y colocada en un frasco de campana del que se evacua el aire. La mano del experimentador está colocada cerca de la llave de paso, y tiene el poder de detener la evacuación y devolver el aire al frasco para revivir al pájaro. Un anciano mira fijamente un cráneo humano, contemplando la muerte. Una joven se tapa los ojos para no ver el horror inminente, mientras que una segunda chica mira ansiosamente hacia arriba y una mujer, incapaz de mirar, contempla la cara de otro hombre que ve el experimento directamente. Como ha señalado Yaakov Garb, los hombres y las mujeres tienen respuestas diferentes. Las mujeres son estereotípicamente emocionales, miran con horror el frasco de campana, ocultan sus ojos o miran a los hombres, experimentando así los resultados de forma vicaria. Los hombres, en cambio, controlan el resultado mediante la llave de paso, miran directamente el experimento con abierta curiosidad o contemplan el significado filosófico más amplio de la muerte. Los hombres son “testigos” de una verdad científica, las mujeres “experimentan” un pájaro moribundo. El pintor ha impuesto al público las normas sociales sobre las respuestas científicas masculinas y femeninas a la naturaleza. El experimento refleja los objetivos del método de Francis Bacon. Se formula una pregunta a la naturaleza, se diseña un experimento controlado y se presencian y evalúan los resultados en función de su contenido de verdad. Si un experimento concreto refleja la tortura de la naturaleza (o el mero “molestar” a la naturaleza) debe ser decidido por el individuo.52
Como ya hice en Death of Nature en 1980, hoy seguiría sosteniendo que los esfuerzos de Bacon por definir el método experimental estaban respaldados por su retórica y que la esencia misma del método experimental surgió de las técnicas de tortura humana transferidas a la naturaleza. Tales técnicas son fundamentales para la dominación humana de la naturaleza. El concepto de experimento de Bacon, junto con una visión mecanicista de los animales como autómatas, legitimó los experimentos con animales vivos, experimentos que podían ser, y más tarde fueron, considerados tortura.
Mediante el uso de la metáfora, la retórica y el mito, Francis Bacon desarrolló la idea del experimento restringido y controlado. Obviamente, no se puede responsabilizar a Bacon individualmente de las implicaciones o aplicaciones positivas o negativas de sus ideas. Se basó en las tendencias existentes en su cultura, y sus ideas fueron aumentadas por aquellos que siguieron su dirección. Si Bacon hubiera vivido hoy, habría apoyado o no la ingeniería genética, la agricultura industrial y la biotecnología —en lugar de rellenar un pollo con nieve para ver si se podía detener la putrefacción— como métodos para interrogar a la naturaleza. Sin embargo, el desarrollo del propio método científico estuvo muy influenciado por la retórica de Bacon y su visión de la interrogación y el control de la naturaleza.
NOTAS:
1 Carolyn Merchant, The Death of Nature: Women, Ecology, and the Scientific Revolution (1980; San Francisco: HarperCollins, 1990) (en adelante citado como Merchant, Death of Nature). Para una lista de reseñas y comentarios sobre el libro desde 1980 hasta 1998, véase Merchant, “The Death of Nature: A Retrospective”, en “Symposium on Carolyn Merchant’s The Death of Nature: Citation Classics and Foundational Works”, Organization and Environment, 1998, 11:180-206 (la retrospectiva está en las páginas 198-206); este simposio contó con comentarios de Linda C. Forbes, John M. Jermier, Robyn Eckersley, Karen J. Warren, Max Oelschlaeger y Sverker Sörlin. Véase también Kevin C. Armitage, “A Dialectic of Domination: Carolyn Merchant’s The Death of Nature: Women, Ecology, and the Scientific Revolution”, 2000, online, reseñado para H-Ideas’ Retrospective Reviews de “libros publicados durante el siglo XX que se han considerado entre las contribuciones más importantes al campo de la historia intelectual”. Véase también Noël Sturgeon, Donald Worster y Vera Norwood, “Retrospective Reviews on the Twenty-fifth Anniversary of The Death of Nature”, Environmental History, 2005, 10:805-815.
2 El artículo fundacional de Sherry Ortner, “Is Female to Male as Nature Is to Culture?”, en Woman, Culture, and Society, ed. Michelle Rosaldo y Louise Lamphere (Stanford, Calif.: Stanford Univ. Press, 1974), pp. 67-87, influyó en mi pensamiento sobre las relaciones de las mujeres con la naturaleza y la cultura. También me influyó Rosemary Radford Ruether, “Women’s Liberation, Ecology, and Social Revolution”, WIN, 4 de octubre de 1973, 9:4-7; y Ruether, New Woman/New Earth: Sexist Ideologies and Human Liberation (Nueva York: Seabury, 1975). Susan Griffin me consultó algunas de sus ideas mientras escribía Woman and Nature: The Roaring Inside Her (Nueva York: Harper Collins, 1978). Aunque Francoise d’Eaubonne había utilizado el término “ecofeminismo” en 1974 en “The Time for Ecofeminism”, pocos estudiosos en Estados Unidos habían oído la palabra en ese momento: Francoise d’Eaubonne, Le féminisme ou la mort [N. del T.: El Feminismo o la muerte] (París: Horay, 1974), pp. 215-252. Ynestra King impartió un curso sobre “Ecofeminismo” en el Instituto de Ecología Social de Plainfield, Vermont, hacia 1976.
3 Ortner, “Is Female to Male as Nature Is to Culture?” Para una historia de las teorías asociadas al ecofeminismo, véase Carolyn Merchant, Radical Ecology: The Search for a Livable World (1992; Nueva York: Routledge, 2005), capítulo 8. El trabajo reciente de la propia Thompson muestra por qué cuestiones de reproducción tan importantes para los orígenes de la ciencia moderna temprana siguen siendo de vital importancia hoy en día. Véase Charis Thompson, Making Parents: The Ontological Choreography of Reproductive Technologies (Cambridge, Mass.: MIT Press, 2005).
4 Harvey sostenía que el semen del varón, como animal más perfecto, era la causa eficiente de la concepción, mientras que el óvulo era mera materia. De hecho, sostenía que el semen del macho era tan poderoso que la fecundación del óvulo podía producirse sin contacto con el esperma. “¿Cómo podría un fluido como el de la hembra superar a otro que se ha producido bajo la influencia de un calor tan estimulante, de unos vasos tan elaborados y dotados de tanta energía vital? —¿Cómo puede un fluido como el semen masculino desempeñar el papel de mera materia?” William Harvey, Works (Londres: Sydenham Society, 1847), pp. 298, 299, citado en Merchant, Death of Nature, p. 159. Para una evaluación reciente de los estudios sobre la partería, véase Monica H. Green, “Bodies, Gender, Health, Disease: Recent Work on Medieval Women’s Medicine”, Studies in Medieval and Renaissance History, 3rd Ser., 2005, 2:1-46 (agradezco a Katharine Park esta referencia).
5 Merchant, Death of Nature, p. 169. Véase también p. 172: “Para Bacon como para Harvey, la política sexual ayudó a estructurar la naturaleza del método empírico” como poder sobre la naturaleza.
6 Sobre el feminismo socialista, véase Merchant, Radical Ecology (cit. n. 3), cap. 8; sobre la asociación con la naturaleza, véase Carolyn Merchant, Reinventing Eden: The Fate of Nature in Western Culture (Nueva York: Routledge, 2003), capítulo 11.
7 Entre estas obras teóricas se encuentran Feminism and the Mastery of Nature (N. del T.: Feminismo y el Dominio de la Naturaleza), de Val Plumwood (Nueva York: Routledge, 1993), que proponía una forma de ecofeminismo social que abordaba los problemas de la dominación y la diferencia planteando el yo relacional, y Ecofeminist Natures: Race, Gender, Feminist Theory, and Political Action [N. del T.: Naturalezas Ecofeministas: Raza, Género, Teoría Feminista y Acción Política], de Noël Sturgeon (Nueva York: Routledge, 1997), que trataba explícitamente el argumento del rechazo del ecofeminismo por parte de la academia al tiempo que validaba el activismo de las mujeres sobre el terreno. Asimismo, Feminism and Ecology de Mary Mellor (Nueva York: New York Univ. Press, 1997) y Ecofeminism as Politics de Ariel Kay Salleh (Londres: Zed, 1997) proponían enfoques feministas socialistas del ecofeminismo como posiciones políticas. Feminism and Ecological Communities (Nueva York: Routledge, 1998), de Chris Cuomo, aborda cuestiones de raza y ecofeminismo, mientras que Ecofeminist Philosophy (Lanham, Md.: Rowman & Littlefield, 2000), de Karen Warren, propone una ética del cuidado multicultural y relacional.
8 Véase especialmente Gregg Mitman, The State of Nature: Ecology, Community, and American Social Thought, 1900-1950 (Chicago: Univ. Chicago Press, 1992).
9 He elaborado estas conexiones en la reunión de Historia de la Tecnología (una reunión de los 4S) en Toronto en 1980 y en un artículo de 1982: Carolyn Merchant, “Hydraulic Technologies and the Agricultural Transformation of the English Fens”, Environmental Review, 1982, 7:165-177.
10 Merchant, Death of Nature, p. 68: “A medida que las ciudades europeas crecían y las zonas boscosas se alejaban, a medida que se drenaban los pantanos y se imponían patrones geométricos de canales en el paisaje, a medida que las grandes y potentes norias, los hornos, las fraguas, las grúas y las cintas transportadoras empezaban a dominar cada vez más el entorno de trabajo, cada vez más gente empezó a experimentar la naturaleza como alterada y manipulada por la tecnología de las máquinas. Se estaba produciendo una alienación lenta pero unidireccional de la relación orgánica cotidiana inmediata que había constituido la base de la experiencia humana desde los primeros tiempos. Acompañando a estos cambios se produjeron alteraciones tanto en las teorías como en las bases experienciales de la organización social que había formado parte integral del cosmos orgánico”.
11 Carolyn Merchant, Ecological Revolutions: Nature, Gender, and Science in New England (Chapel Hill: Univ. North Carolina Press, 1989).
12 Merchant, “Death of Nature: A Retrospective” (cit. n. 1), pp. 198-206.
13 Merchant, Death of Nature, pp. 131-132, 288; Merchant, Ecological Revolutions (cit. n. 11), pp. 55-56; Merchant, Reinventing Eden (cit. n. 6), pp. 117-123; Katharine Park, “Nature in Person: Medieval and Renaissance Allegories and Emblems”, en The Moral Authority of Nature, ed. Lorraine Daston y Fernando Vidal (Chicago: Univ. Chicago Press, 1994), pp. 50-73; Daston y Park, Wonders and the Order of Nature, 1150-1750 (Cambridge, Mass.: MIT Press, 1998); Mario Biagioli, Galileo, Courtier: The Practice of Science in the Culture of Absolutism (Chicago: Univ. Chicago Press, 1993); y Steven Shapin y Simon Schaffer, Leviathan and the Air-Pump: Hobbes, Boyle, and the Experimental Life (Princeton, N.J.: Princeton Univ. Press, 1985).
14 Merchant, Reinventing Eden, pp. 1-8.
15 Merchant, Death of Nature, pp. 168, 172.
16 Alan Soble, “In Defense of Bacon”, Philosophy of the Social Sciences, 1995, 25:192-215, rpt. con adiciones y correcciones en A House Built on Sand: Exposing Postmodernist Myths about Science, ed. Noretta Koertge (Nueva York: Oxford Univ. Press, 1998), pp. 195-215, esp. pp. 203-206 (las referencias posteriores al ensayo serán a esta versión posterior); William R. Newman, “Alchemy, Domination, and Gender”, ibíd., pp. 216-239; Nieves H. De Madariaga Mathews, Francis Bacon: The History of a Character Assassination (New Haven, Conn.: Yale Univ. Press, 1996), Chs. 24, 33; Mathews, “Francis Bacon, Slave-Driver or Servant of Nature? Is Bacon to Blame for the Evils of Our Polluted Age?” http://itis.volta.alessandria.it/episteme/madar1.html [N. del T.: se proporciona este nuevo enlace: https://sirbacon.org/mathewsessay.htm]; Peter Pesic, “Nature on the Rack: Leibniz’s Attitude towards Judicial Torture and the ‘Torture’ of Nature”, Studia Leibnitiana, 1997, 39:189-197; Pesic, “Wrestling with Proteus: Francis Bacon and the ‘Torture’ of Nature,” Isis, 1999, 90:81-94; Iddo Landau, “Feminist Criticisms of Metaphors in Bacon’s Philosophy of Science,” Philosophy, 1998, 73:47-61; y Perez Zagorin, Francis Bacon (Princeton, N.J.: Princeton Univ. Press, 1998), pp. 121-122.
17 Merchant, Death of Nature, pp. 168-169, 172.
18 Francis Bacon, De Dignitate et Augmentis Scientiarum (1623), en Works, ed. James Spedding, Robert Leslie Ellis y Douglas Devon Heath, 14 vols. (Londres: Longmans Green, 1857-1874, 1875-1881) (en adelante citadas como Works, entre paréntesis, con los números de volumen y página), Vol. 1, pp. 496, 498. La nota está insertada por los editores al final del pasaje citado; se refieren a Rey Jaime I, Daemonologie (1597) (Nueva York: Dutton, 1924).
19 Soble, “In Defense of Bacon” (cit. n. 16), p. 203; y James I, Daemonologie, pp. 11, 33 (cita), 77- 81. Soble argumenta que la inserción de las palabras que omití en el pasaje sobre hechicerías, brujerías, amuletos, etc., de De Dignitate et Augmentis Scientiarum cambia el significado del pasaje citado en la Tabla 1, col. 2, es decir, las palabras [entre corchetes] “Porque aún no se sabe en qué casos, y hasta qué punto, los efectos atribuidos a la superstición participan de causas naturales, y por lo tanto” y “(si son diligentemente desentrañados)”. La inserción de estas palabras refuerza la idea de que las brujas, los hechiceros, los alquimistas y los magos naturales podrían tener un conocimiento válido de la naturaleza, pero no cambia los objetivos de Bacon, como se indica en el pasaje, de encontrar este conocimiento “acosando a la naturaleza en sus andanzas” y de “seguir revelando los secretos de la naturaleza.”
20 L. A. Parry, The History of Torture in England (1934; Montclair, N.J.: Patterson Smith, 1975), pp. 1-3, 7; y James I, Daemonologie, pp. 11, 33 (cita), 77-81. Según James “Hay otras dos buenas ayudas que se pueden utilizar para su prueba: una es el hallazgo de su marca, y la prueba de sus insensibilidades. La otra es su huida en el agua: pues, como en un asesinato secreto, si el cadáver muerto es manipulado por el asesino, brotará sangre, como si la sangre clamara al cielo por la venganza del asesino, ya que Dios ha designado esa señal secreta sobrenatural, para juzgar ese crimen secreto sobrenatural, así que parece que Dios ha designado (como una señal sobrenatural de la monstruosa impiedad de las brujas) que el agua se negará a recibirlas en su seno, que han sacudido el Agua Sagrada del bautismo y han rechazado voluntariamente su beneficio; no tanto como sus ojos son capaces de derramar lágrimas (amenázalas y tortúralas como queráis) mientras se arrepienten primero (Dios no les permite disimular su obstinación en un crimen tan horrible) aunque las mujeres, especialmente, son capaces de derramar lágrimas en cualquier ocasión en que quieran, sí, aunque sea disimuladamente como el cocodrilo” (p. 81).
21 Anónimo, Newes from Scotland, Declaring the Damnable Life and Death of Doctor Fian, a Notable Sorcerer Who Was Burned at Edenbrough in January Last (Londres: John Lane, 1591), encuadernado con King James the First, Daemonologie (Nueva York: Dutton, 1924), pp. 12-13. El original inglés [N. del T.: traducido al español] dice: “Últimamente se ha descubierto que el Diablo generalmente las marca con una marca privada, por la razón de que las brujas han confesado que el Diablo las lame con su dedo en alguna parte privada de su cuerpo, antes de que las reciba para ser sus sirvientes, la cual marca comúnmente se les da por debajo del pelo en alguna parte de su cuerpo, por lo que no puede ser fácilmente descubierta o vista, aunque sean registradas: y generalmente, mientras la marca no sea vista por los que la buscan, las partes que la tienen no confiesan nada. Por lo tanto, esta Agnis Sampson, por recomendación especial, hizo que le afeitaran todo su pelo, en cada parte de su cuerpo, y que le estiraran la cabeza con una cuerda, de acuerdo con las costumbres de ese país, por ser una pena muy grave, que continuó durante casi un año, durante el cual no quiso confesar nada hasta que la marca del Diablo fue encontrada en sus partes privadas, entonces inmediatamente confesó lo que se le exigió y acusó a las personas mencionadas de ser brujas notorias.”
22 Newes from Scotland, p. 18. Original inglés [N. del T.: traducido al español]: Las mujeres también “confesaron que cuando el Diablo las recibía como sus sirvientes, y que ellas se habían comprometido con él, entonces él las veía carnalmente, aunque para su escaso placer, con respecto a su fría naturaleza”.
23 Parry, History of Torture in England (cit. n. 20), p. 180; y Newes from Scotland, pp. 27, 28, citado por Parry.
24 “An Acte Against Conjuration Witchcrafte and Dealing with Evill and Wicked Spirits”, 1604-1 Jas. I, c. 12; y Parry, History of Torture in England, p. 180. El último juicio de brujas en Inglaterra tuvo lugar en 1712.
25 Parry, History of Torture in England, pp. 76-87, 162-177, 182; George Ryley Scott, The History of Torture throughout the Ages, 2ª ed. (Londres: Kegan Paul, 2003), pp. 168-255; y Merchant, Death of Nature, pp. 168-172.
26 Pesic, “Wrestling with Proteus” (cit. n. 16), p. 81. Sin embargo, el objetivo de Pesic en este artículo es argumentar que Bacon no defendía la tortura ni la utilizaba como modelo del método experimental.
27 Paolo Rossi, Francis Bacon: From Magic to Science (Chicago: Univ. Chicago Press, 1968), pp. 32-33, en la p. 32.
28 Parry, History of Torture in England (cit. n. 20), pp. 180-181 (sobre el uso del potro de tortura, véanse las pp. 41, 54, 76); Scott, History of Torture throughout the Ages (cit. n. 25), pp. 168-180; y Bacon, De Dignitate et Augmentis Scientiarum (Works, Vol. 4, p. 298).
29 Bacon, citado en Parry, History of Torture in England, p. 40.
30 R. H. Robbins, Encyclopedia of Witchcraft and Demonology (Nueva York: Crown, 1959), pp. 277-279; Christina Hole, Witchcraft in England (Nueva York: Scribner’s, 1947), p. 140; C. L’Estrange Ewen, Witchcraft in the Star Chamber (Impresión privada, 1938), pp. 13-14, 26-29, 33-34, 56; Ewen, Witch Hunting and Witch Trials: The Indictments for Witchcraft from the Records of 1373 Assizes Held for the Home Circuit A.D. 1559-1736 (Londres: Kegan Paul, Trench, Trubner, 1929), gráfico en la p. 106 (el Home Circuit abarcaba los condados de Essex, Hertfordshire, Kent, Surry y Sussex); y Rachel A. C. Hasted, The Pendle Witch-Trial, 1612 (Lancashire: Lancashire County Books, 1993), p. 2.
31 Francis Bacon, The Advancement of Learning (1605) (Works, Vol. 3, p. 331); y Bacon, De Dignitate et Augmentis Scientiarum (Works, Vol. 4, p. 296).
32 Las citas han sido recopiladas por Peter Pesic en “Wrestling with Proteus” (cit. n. 16), p. 82; y Pesic, “Nature on the Rack” (cit. n. 16), pp. 195 n 29, 197 nn 34, 35. Los he ampliado y desarrollado en las notas que siguen.
33 Gottfried Wilhelm Leibniz, Philosophical Papers and Letters, ed. Leroy E. Loemker. Leroy E. Loemker (Chicago: Univ. Chicago Press, 1956), Vol. 2, p. 758; y Jean Baptiste du Hamel, Regiae scientiarum academiae historia, 2ª ed. (París: Delespine, 1701), p. 16: “sic natura arcana longe facilius deprehendimus, cum per ignem aut alia artis adminicula varie torquetur, quam ubi itinere quodam suo progreditur”. Du Hamel es citado y traducido en S. Beasley Linnard Penrose, Jr., “The Reputation and Influence of Francis Bacon” (Ph.D. diss., Columbia Univ., 1934), pp. 97-98. Interesantemente, Penrose añade (pero sin citarlo) “Bacon decía que había que torturar a la naturaleza en el potro de tortura para que entregara sus secretos. La similitud de la expresión es sorprendente”.
34 Para el latín “torquere” véase Sir William Smith, A Smaller Latin-English Dictionary, rev. J. R. Lockwood (Nueva York: Barnes & Noble, 1960), p. 759; para “torqueo” véase Cassell’s New Latin Dictionary, rev. D. P. Simpson (Nueva York: Funk & Wagnalls, 1959), pp. 607-608. Para la definición de “rack” véase Oxford English Dictionary, ed. compacta, 2 vols. (Oxford: Oxford Univ. Press, 1971), Vol. 2, p. 2401.
35 J. W. v. Goethe, Maximen und Reflexionen: Nach den Handschriften des Goethe- und Schiller-Archivs herausgegeben von Max Hecker (Weimar: Goethe-Gesellschaft, 1907), máxima 115, p. 21: “Die Natur verstummt auf der Folter; ihre treue Antwort auf redliche Frage ist: Ja! ja! No, no. Alles U¨ brige ist vom U¨ bel”. Goethe, Sa¨mtliche Werke: Jubila¨ums-Ausgabe, ed. Eduard von der Hellen, 40 vols. (Stuttgart/Berlin: Cotta, 1902-1912), Vol. 39, máxima 430, p. 64: “Die Pha¨nomene mu¨ssen ein fu¨r allemal aus der du¨stern empirisch-mechanischdogmatischen Marterkammer vor die Jurn des gemeinen Menschen-verstandes gebracht werden.” Para el inglés véase Goethe, Maxims and Reflections, trans. Elisabeth Stopp, ed. Peter Hutchinson (Londres: Penguin, 1998), máxima 115, p. 14: “La naturaleza enmudece cuando se la somete a tortura; la verdadera respuesta a una pregunta honesta es ¡sí! ¡no! ¡no! Todo lo demás es ocioso y básicamente malo”; y la máxima 430, p. 55: “Los fenómenos deben ser sacados de una vez por todas de su sombría cámara de tortura empírico-mecánica-dogmática y sometidos al jurado del sentido común llano.” Véase también Erich Heller, The Disinherited Mind: Essays in Modern German Literature and Thought (Cambridge: Bowes & Bowes, 1952), p. 18: “Goethe considera como su propia misión científica ‘liberar los fenómenos de una vez por todas de la oscuridad de la cámara de tortura empírico-mecánica-dogmática’“; esto está tomado de Goethe, Sämtliche Werke: Jubiläums-Ausgabe, ed. von der Hellen, Vol. 34, p. 64.
36 Thomas Fowler, Bacon’s Novum Organum (Oxford: Clarendon, 1878), p. 124; en la segunda edición (1889) véase p. 127, como se señala en Martha [Ornstein] Bronfenbrenner, The Role of Scientific Societies in the Seventeenth Century (Nueva York: Arno, 1975), p. 40. En su película de 1990 Mindwalk (dirigida por Bernt Amadeus Capra), Fritjof Capra utilizó la cámara de tortura para ilustrar la tortura de la naturaleza bajo la ciencia mecanicista.
37 Ernst Cassirer, The Platonic Renaissance in England, trans. James P. Pettegrove (Austin: Univ. Texas Press, 1953), pp. 47-48; está citando a Bacon, De Dignitate et Augmentis Scientiarum (Obras, Vol. 4, p. 298). Para el uso de Cassirer de la frase “la naturaleza debe ser ‘puesta en el potro’“, véase también Pesic, “Wrestling with Proteus” (cit. n. 16), p. 82 n 4.
38 Charles Webster, The Great Instauration: Science, Medicine, and Reform, 1626-1660 (Londres: Duckworth, 1975), p. 338. Véase también Pesic, “Wrestling with Proteus”, p. 82 n 4.
39 Soble, “In Defense of Bacon” (cit. n. 16), p. 205; Bacon, De Dignitate et Augmentis Scientiarum (Works, Vol. 4, p. 296); y Oxford English Dictionary, ed. compacta (cit. n. 34), Vol. 1, p. 1338.
40 Los significados de “vex” incluían “(1) molestar, afectar o acosar (a una persona, etc.) mediante la agresión, la invasión u otra interferencia con la paz y la tranquilidad. (2) de enfermedades, etc.: afligir o angustiar físicamente, afligir con dolor o sufrimiento… (6) perturbar causando movimiento físico, conmoción o alteración; agitar, zarandear, trabajar, agobiar o desgarrar; b. molestar manipulando; torcer; c. presionar, esforzar o urgir”. Del mismo modo, “vejación” era “(1) el acto de molestar o acosar mediante agitación o interferencia; (2) la acción de molestar, perturbar o irritar por medios físicos; … (5) la acción de someter a la violencia o a la fuerza”. Oxford English Dictionary, ed. compacta, Vol. 2, p. 3621.
41 Francis Bacon, “Paraseve ad Historiam Naturalem et Experimentalem” o “Preparativos para una historia natural y experimental” (1620) (Obras, vol. 4, p. 257); y Pierre Hadot, Le voile d’Isis: Essai sur l’histoire de l’ide’e de Nature (París: Gallimard, 2004), p. 133: “De même, en effet, que, dans la vie publique, le naturel d’un individu et la disposition cachée de son esprit et de ses passions se découvrent, lorsqu’il est plongé dans le trouble, mieux qu’à un autre moment, de même les secrets (occulta) de la nature se découvrent mieux sous la torture des arts [mécaniques] que dans son cours natural.” [N. del T.: “Porque así como en la vida pública la naturalidad de un individuo y la disposición oculta de su mente y sus pasiones se descubren mejor cuando se ve sumido en problemas que en cualquier otro momento, así los secretos (ocultos) de la naturaleza se descubren mejor bajo la tortura de las artes [mecánicas] que en su curso natural.”] Hadot cita a Bacon, Novum Organum, ed. y trans. Michel Malherbe y Jean-Marie Pousseur (París: Presses Univ. France, 1986), p. 165. Para la traducción francesa de “vex”, véase E. Clifton y J. McLaughlin, A New Dictionary of the French and English Languages, new rev. ed. (Nueva York: McKay, 1904), p. 630.
42 Soble, “In Defense of Bacon” (cit. n. 16), p. 205; y Bacon, De Dignitate et Augmentis Scientiarum (Works, Vol. 4, p. 298). En la edición inglesa de 1605 de The Advancement of Learning (Works, Vol. 3, p. 333) el pasaje dice: “Porque como la disposición de un hombre nunca se conoce bien hasta que se le atraviesa, ni Proteo ha cambiado nunca de forma hasta que se le aprieta y se le sujeta; así los pasajes y variaciones de la naturaleza no pueden aparecer tan plenamente en la libertad de la naturaleza, como en las pruebas y vejaciones del arte.” En la edición latina de 1623, De Dignitate et Augmentis Scientiarum (Obras, Vol. 1, p. 500) se lee “Quemadmodum enim ingenium alicujus haud bene noris aut probaris, nisi eum irritaveris; neque Proteus se in varias rerum facies vertere solitus est, nisi manicis arcte comprehensus; similiter etiam natura arte irritata et vexata se clarius prodit, quam cum sibi libera permittitur.” Oxford English Dictionary, ed. compacta (cit. n. 34), Vol. 2, p. 3080 (“straiten”); y John C. Briggs, Francis Bacon and the Rhetoric of Nature (Cambridge, Mass.: Harvard Univ. Press, 1989), p. 35.
43 Briggs, Francis Bacon and the Rhetoric of Nature, pp. 32-38. Estas descripciones son especialmente relevantes para la biotecnología actual. El nombre “Proteus” proviene de la palabra griega “protos” (también la raíz de “proteína”), que significa “mutable”, “cambiante”, “versátil” y “capaz de asumir muchas formas”. La empresa de biotecnología Proteus se describe a sí misma como un Proteus moderno: “Proteus descubre y desarrolla biomoléculas de primera importancia y las convierte en cualquier forma que satisfaga las necesidades del futuro próximo. Es el principal proveedor de aplicaciones inalámbricas y conectividad de portadores… Algunas de las marcas de programación más populares que se han extendido a la audiencia móvil a través de los servicios de Proteus son ‘Los Soprano’ y ‘Sexo en Nueva York’ de HBO y ‘The View’ de ABC: His & Her Body Test’ de ABC”: “Proteus”, http://proteus.com/hom.jsp [N. del T.: enlace inactivo sin posibilidad de actualización]
44 Scott, History of Torture throughout the Ages (cit. n. 25), p. 138; René’ Descartes, “Animals Are Machines”, en Environmental Ethics: Divergence and Convergence, ed. S. J. Armstrong y R. G. Botzler (Nueva York: McGraw-Hill, 1993), pp. 281-285, esp. p. 285; Descartes, “The Meditations”, en Meditations and Selections from the Principles of Philosophy (La Salle, Ill.: Open Court, 1952), p. 98; y Thomas Hobbes, Leviathan, en English Works, ed. William Molesworth, 11 vols. William Molesworth, 11 vols., rpt. ed. (Aalen, Alemania: Scientia, 1966), Vol. 3, p. ix.
45 Leonora D. Cohen, “Descartes and Henry More on the Beast-Machine: A Translation of Their Correspondence Pertaining to Animal Automatism”, Annals of Science, 1936, 1:48-61, en las páginas 50, 53. Las objeciones al concepto de los animales como máquinas fueron expresadas por Thomas Willis, John Locke, John Keill, John Ray, David Hartley y David Hume. Véase también Albert G. A. Balz, “Cartesian Doctrine and the Animal Soul: An Incident in the Formation of the Modern Philosophical Tradition”, en Studies in the History of Ideas, ed., Columbia Department of Philosophy. Columbia Department of Philosophy (Nueva York: Columbia Univ. Press, 1935), Vol. 3, pp. 117-177.
46 Thomas Sprat, History of the Royal Society (1667), ed. Jackson I. Cope y Harold Whitmore Jones (St. Louis: Washington Univ. Press, 1958), pp. 218-219, en la p. 218.
47 Dorothy Stimson, Scientists and Amateurs: A History of the Royal Society (Nueva York: Greenwood, 1968), pp. 84-86; Sprat, History of the Royal Society, p. 317; y Richard Lower, Tractatus de corde (1665). Véase también Lower [atribuido], “The Method Observed in Transfusing the Blood out of One Animal into Another”, Philosophical Transactions of the Royal Society of London, diciembre de 1666, y Lower, “Extrait du Journal d’Angleterre, contenant la manière de faire passer le sang d’un animal dans un autre”, Journal des Sçavans, 31 de enero de 1667, citado y comentado en Harcourt Brown, Science and the Human Comedy: Natural Philosophy in French Literature from Rabelais to Maupertuis (Toronto: Univ. Toronto Press, 1979), pp. 107-125.
48 Thomas S. Kuhn, “Mathematical vs. Experimental Traditions in the Development of Physical Science”, Journal of Interdisciplinary History, 1976, 7:1-31, en la página 12.
Carolyn Merchant (Rochester, Nueva York, 12 de julio de 1936) es una ecofeminista, química, filósofa e historiadora de la ciencia estadounidense.
ARTÍCULO ORIGINAL EN INGLÉS.
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