19 agosto, 2010

El Zeitgeist Moral

Puede ser engañoso hablar de "valores morales",  puesto que el concepto tiende a ubicarnos en la idiosincracia ética de cada cultura:  los razonamientos,  juicios y criterios explícitos sobre los que basan la virtud y el pecado. Esto sin considerar que la moralidad se transforma a lo largo del tiempo. Tal evolución ha sido a veces denominada "el espíritu moral de los tiempos"  (El Zeitgeist Moral). Conocidos ejemplos de ello son la abolición de la esclavitud, la igualdad de raza, la igualdad de la mujer, la aceptación de la homosexualidad como variante normal de la conducta, la despenalización del aborto o el derecho de los homosexuales a la adopción. 

La diversidad transcultural de esquemas morales es tal que algunos especialistas en el tema declaran que lo único cuerdo es asumir un "pluralismo moral" como la postura más conveniente para la ciencia. Sin embargo, aún el agnosticismo moral que permea el quehacer de la ciencia no es ajeno a la parcialidad impuesta por metas que quedan implícitas.  Por ejemplo, la medicina carecería de todo sentido si se dejara de conceder que la prolongación de la vida es un valor deseable. ¿Cuales pudiesen ser entonces las metas directrices para el Estudio Científico de la Moralidad ?  Si definimos "valor" como aquello que es bueno para la naturaleza humana ¿Cuáles podrían ser las aplicaciones prácticas de esta novedosa área de la ciencia? ¿Podrá algún día la Ciencia de la Moralidad diseñar estrategias para fomentar valores que sean deseables? ¿Cómo, dentro de la pluralidad cultural, definir valores que sean universalmente deseables?

Un primer obstáculo es que en general las Ciencias Cognitivas están aún lejos de ser representativas de la pluralidad cultural. En el artículo "La Gente Más Extraña del Mundo" (The Weirdest People in the World?) Joseph Henrich analiza esta cuestión. Donde "Weird" es a la vez usada como contracción para las características de las poblaciones que normalmente se investigan y de donde se extrapolan los datos: Western, Educated, Industrialized, Rich, and Democratic. La revisión de Joseph Henrich sugiere que debemos ser cautos al generalizar conclusiones basadas en muestras inusuales de población, y que hoy por hoy no son representativas de la diversidad cultural,  pudiendo llevar a concepciones equívocas sobre la natualeza humana.

La transformación moral histórica, el Zeitgeist, no es un proceso de posibilidades infinitas. Por lo que me parece que la mejor metáfora no va ser -como sugiere Jonathan Haidt- comparar las "intuiciones morales" con el sentido del gusto, que de ello lo único que se desprende es la sugerencia que el objetivo de le ética ha de ser elegir configuraciones de valores morales que sean agradables a los sentidos.  Si así fuese,  lo "apetecible" en los valores morales tendría que buscarse en su potencialidad para generar estados emocionales agradables, bien sean de placer, bienestar o felicidad.  Esto fue el argumento de Haidt en la sesión de preguntas y respuestas de Sam Harris de la serie de conferencias organizadas por la fundación Edge,  concretamente que al haberse demostrado que los Evangelistas Cristianos de los Estados Unidos de America son uno de los grupos "mas felices" ello significa que, independientemente de la veracidad de las creencias que sostienen,  las reglas morales por ellos adoptados son exitosas. En mi opinión, lo anterior está erróneamente enfocado. Una mejor analogía que la "metáfora gustatoria sensorial" de Haidt sería la "metáfora nutricional".  La gran variedad de dietas y platillos no cambia el hecho que, independientemente de que tan agradables resulten para al sentido del gusto, existan algunas con mayor o menor valor nutricional. De igual forma la felicidad individual no puede ser el único criterio que nos guíe a elegir entre buenos y malos esquemas morales.

Pienso que tanto Paul Bloom como Marc Hauser nos dan, sin pretenderlo, una pauta cuando comentan sobre sus estudios de la respuesta empática. Bloom durante el desarrollo psicológico temprano del niño, Hauser en el análisis del déficit empático en los psicópatas. Si a esto añadimos una segunda dimensión, la del asco o disgusto moral, tenemos dos experiencias emocionales que moldean lo que David A. Pizarro, Brian Detweiler-Bedell y Paul Bloom llamaron el "Círculo Moral":
Nadie se siente culpable de patear una piedra por el mero placer de hacerlo, pero hacer la misma cosa a un niño está universalmente prohibido. ¿Cuál es la diferencia? En algún sitio entre las rocas y los niños, los códigos morales a lo largo de todas las culturas trazan un límite – existe lo que el filósofo Peter Singer ha caracterizado como un “círculo moral” que distingue aquellas cosas que son dignas de nuestras preocupaciones morales de aquellas que no lo son.
Estas diferencias son necesarias para la aplicación de las reglas morales. Especifíca, por ejemplo, quien y que cuenta como “otro” en la regla de no dañar a inocentes.
Así, la gradual expansión del "círculo moral" suele estar detrás del cambiante Zeigeist Moral, en donde las culturas moralmente mas avanzadas suelen hacer extensiva la empatía a dominios cada vez mayores. Un "saludable" círculo moral es a la vez un elemento importante para la felicidad individual,  el florecimiento personal y cultural,  e incluso, como sugiere Bloom, para salvaguardar el planeta.  Sin embargo, la empatía es "deformada" por su contraparte: el disgusto o asco moral, que es una respuesta de repulsión o rechazo.  En éste mismo artículo se comenta al respecto que:
Aunque la expansión del círculo moral puede conducir a lo largo del tiempo a un más inclusivo mundo altruista, una vista rápida al siglo pasado demuestra el alcance de la crueldad humana y la facilidad con que los individuos trazan límites donde excluyen a los "otros" del cuidado moral.
Entre otras cosas, el disgusto es frecuentemente experimentado como reacción a los miembros de grupos sociales no deseables y a la gente que entra en contacto con miembros de estos grupos. Debido a su presencia universal y a la facilidad con que puede ser inducido en los demás, el disgusto puede ser una fuerza poderosa para el diálogo social, y ha jugado un profundo papel al moldear la cultura.
Por lo tanto, el disgusto tiene la potencialidad de moldear el círculo moral puesto que induce juicios instintivos y motiva la evitación de objetos sociales. Esto hace del disgusto una herramienta práctica para persuadir a los demás que ciertos individuos y grupos no son dignos de preocupación moral. En efecto, como veremos, una de las tácticas más poderosas para generar desdén hacia miembros de grupos externos es etiquetarlos como criaturas sucias y viles. Esta estrategia fue evidente en el anti-semitismo de la Alemania Nazi, y en la modernidad, la retórica anti-homosexual ha apelado a la vileza de sus prácticas sexuales.
Entonces ¿Se puede asignar al asco algún tipo de papel moral?, pregunta que se hace Arleen L.F. Salles en el ensayo titulado Sobre el Asco en la Moralidad:
Desde una perspectiva evolucionista, el asco se centra en el rechazo de alimentos y en el sentido del gusto. En cuanto omnívoros, los seres humanos tienen flexibilidad con respecto a qué consumir; pero por ello corren también el riesgo de consumir elementos contaminantes. Frente a esto, el asco se presenta como un mecanismo de supervivencia; es una respuesta primitiva fuerte y automática de rechazo hacia aquello que puede dañar o infectar.

El llamado “asco moralizado” es el provocado por ofensas y transgresiones sociomorales.. Para Rozin, Haidt y sus colegas, pese a que el asco comenzó como un mecanismo de defensa del cuerpo y originariamente lo provocaban contaminantes animales específicos, se ha transformado y puede ser ocasionado por elementos desvinculados de lo orgánico y animal; por ejemplo, por nociones abstractas como la violación de reglas morales.

Sea provocado por nociones abstractas acerca de la violación de derechos, sea producto de desencadenantes carnales específicos, el asco parece funcionar como un medio importante para internalizar prohibiciones morales.

Pero la pregunta es: ¿debemos concluir, por lo tanto, que no hay transgresión moral alguna frente a la cual el asco sea la reacción apropiada?
Puede que estos casos no sean demasiado frecuentes, pero sin duda existen acciones que son moralmente aberrantes, actos de injusticia extrema y de crueldad intencional (Glover 2002). En estos casos, el asco no parece una emoción inadecuada en el sentido de que “se ajusta a la evidencia”.
Pienso que para decidir cuándo el asco es una emoción adecuada sería necesario contextualizarlo, y no me refiero al hecho de que sea o no una reacción apropiada para las creencias culturales locales. Los actos que menciona Salles, en donde el asco parece estar justificado, son de hecho conductas violatorias de la reacción empática. En otras palabras, el asco es inadecuado cuando inhibe o cancela una reacción empática que es deseable. Y al final nos quedamos con un interjuego de respuestas emocionales, de intuiciones morales, muy distinto a los tradicionales discursos de ética razonada. 

Para finalizar, quiero señalar que las consideraciones anteriores podrían enriquecerse si incluyesen los aportes de las neurociencias. Tanto la empatía como el asco/disgusto, como toda otra capacidad neurobiológica, se pueden distribuir a lo largo de dimensiones graduadas, seguramente existiendo gran variabilidad en la capacidad cerebral para generar y experimentar cada uno de estos estados emocionales. Aunque son bien conocidas las deficiencias en la reacción de empatía (psicopatía, narcisismo, autismo, etc.),  hay menos investigación en los correlatos neurales de la reacción de disgusto. Sin embargo, existen ya ciertos estudios que analizan, por ejemplo, la hipersensibilidad de la reacción de disgusto en individuos con Trastorno Obsesivo-Compulsivo en quienes domina el temor a la contaminación. Brady RE et al.concluyen que:
El presente artículo resume la literatura existente para el Desorden Obsesivo Compulsivo (tipo contaminantes) con énfasis en el papel del disgusto dentro de la etiología y mantenimiento de esta variante de DOC. Proponemos un modelo actualizado para el DOC basado en la contaminación y que corresponde a los niveles elevados de la respuesta de disgusto observados en individuos con esta forma de DOC. 
Tomando como punto de partida los conocidos correlatos neurales de estas "intuiciones morales" (ej. empatía y Corteza Prefrontal VentroMedial / Disgusto y Corteza Anterior de la Ínsula) pudiésemos, especulo, incluso graficar a lo largo de coordenadas que se intersecten las dimensiones de la empatía y la del disgusto/asco. Y en las posibles combinaciones y graduaciones de los cuatro cuadrantes resultantes distribuir, por ejemplo,  a individuos conservadores, a los sujetos con tendencias obsesivas (quizás algunos con elevados nivles de disgusto y bajos niveles de empatía), liberales, o personalidades dentro del espectro autista y psicopático.

Arleen L.F. Salles termina enfatizando la importancia de buscar nuevos caminos que arrojen luz sobre la naturaleza de estas complejas emociones:
Si se quiere avanzar en el debate, debemos desembarazarnos de la concepción sacralizada o conservadora del asco, debemos ir más allá de la idea de que el asco sólo es una reacción emocional legítima dentro de una moralidad conservadora. El tema que tal vez debamos discutir con más cuidado no es si el asco es una emoción de rechazo —porque obviamente lo es—, sino cómo tal rechazo puede desempeñar algún papel en una moralidad basada en los elementos básicos que pensadores como Nussbaum consideran esenciales.